Jóvenes e Iglesia rumbo al Sínodo: una tarea en claroscuro
En el Instrumentum Laboris publicado hoy, los jóvenes son “buscadores de sentido”, pero también sufren de la “volubilidad del impulso”. La Iglesia se esfuerza para tratar de entenderlos. La “extrañeza recíproca” entre las generaciones puede ser superada con el descubrimiento de que todos somos “llamados” a la vida, y con una “conversión ecológica”: el descubrimiento de las relaciones con la historia y con el ambiente, que constituyen a cada persona. Iglesia “en salida”, cerca de los impulsos religiosos de los jóvenes, capaz de proponer la persona de Jesucristo como cumplimiento de todo camino. La misión y la amistad.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Hay un gran claroscuro en el retrato de la juventud que surge de la lectura del Instrumentum Laboris (IL) publicado hoy, como preparación para el próximo Sínodo, centrado en el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, que se llevará a cabo del 3 al 28 de octubre. Los jóvenes se presentan como “grandes buscadores de sentido” y al mismo tiempo, están marcados por la “volubilidad del impulso”, amantes de la puesta en común y de la vida comunitaria, y, sin embargo, frecuentemente angustiados por la soledad.
También la Iglesia y su tarea en relación al mundo juvenil se traza en un claroscuro; una Iglesia que quiere estar cerca de los jóvenes, pero a la cual le cuesta entenderlos, o tal vez incluso considera “su voz no…interesante y útil desde la mirada del mundo de los adultos, tanto en el ámbito social como eclesial” (n. 65).
Un punto del IL que encuentro muy significativo y cierto, es cuando habla de la “extrañeza recíproca” (n. 14) en la relación entre jóvenes y adultos. Es un hecho que puede observarse en todas partes e incluso en las comunidades religiosas: los jóvenes están de un lado; las personas más adultas o ancianas, del otro. Y esto no sucede en nombre de intereses o proyectos distintos, sino sólo por una indiferencia, no consciente, de los unos hacia los otros. El IL habla del eclipse de la figura paterna en la familia, del individualismo y del protagonismo de los jóvenes, de la desconfianza en el mundo de los adultos y de la Iglesia; de la sordera de éstos frente a las exigencias que plantean las nuevas generaciones…
La piedra angular para superar este impasse no se ciñe al diálogo, sino que también pasa por volver a mirarse en la propia humanidad, que es común a todos. Desde este punto de vista, más allá de las miles de facetas que pueda tener la situación juvenil, y de las miles de facetas más que pueda tener la nueva pastoral juvenil, para superar la crisis de la propuesta educativa del mundo adulto, el IL propone el tema de la “vocación” y de la “antropología ecológica” como base para una reconciliación.
En síntesis, lo que nos queda por descubrir es que todos, jóvenes y no-jóvenes, somos “llamados (=vocación)” a ser humanos, a vivir con un sentido y con alegría. Esto nos une, así como también nos une esta “cultura ecológica” (n.147), que no es solamente respeto por la naturaleza, sino el descubrimiento de que todo hombre está hecho de relaciones con la historia de su país, con las generaciones que lo preceden, con el ambiente natural y humano que lo rodea.
Otro elemento que me parece fundamental es el hecho de que los jóvenes empujan a la Iglesia a vivir con mayor decisión su misión de estar “en salida”. La “precariedad y la inseguridad” (n.17) social y afectiva del ámbito laboral, que sufren los jóvenes de hoy, la “decepción institucional” (n. 59) que los jóvenes viven en relación a la Iglesia, la escuela, la universidad, el Estado, la familia, empuja a la comunidad cristiana a encontrar medios nuevos y antiguos para estar cerca de las generaciones jóvenes: llegado este punto, o se habla con el lenguaje del testimonio, o bien nadie te escucha; o se es acogedor y capaz de dar razones de la propia fe “con ternura y respeto”, o la Iglesia se torna árida, seca, y el mundo juvenil va a la deriva.
Un último punto que vale la pena sacar a flote es el de la búsqueda del sentido de la vida y de Dios que pasa en medio de los jóvenes de modos no tradicionales, al punto de tener que hablar de la superación de la secularización (n. 63). En efecto, en toda Asia, donde dominan el arribismo y la miseria, pero también en Europa, podemos descubrir jóvenes que, con fatiga y esfuerzos personales, y no sin alguna que otra complicación e inconveniente, se abren a una religiosidad profunda, que les brinda consuelo y los anima a tener esperanza. Para todos ellos, necesitamos testigos misioneros que, a través de una amistad, caminen con ellos, y vuelvan evidente, con su vida, que Jesucristo es el cumplimiento de todo camino: “Los discípulos del Señor –se dice en el IL- están llamados a valorizar todas las semillas de bien presentes en cada persona y en cada institución. La humildad de la fe ayuda a la comunidad de los creyentes a dejarse educar incluso por personas de posiciones o culturas diversas, siguiendo la lógica de un beneficio recíproco en el cual se entrega y se recibe” (n. 196).
17/12/2016 13:14
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