Joven hindú pakistaní: mi vida es una lucha con mi identidad
Puran Ram cuenta cómo sufrió discriminaciones desde que era un niño, que lo han hecho sentirse “sucio de nacimiento”. En sánscrito, su nombre significa “antiguas leyendas y folclore popular”, pero los compañeros se burlaban y lo apodaban “porno”. Un alumno dejó la escuela “porque no quería tener nada que ver con él, otros traían un vaso de su casa para beber”.
Lahore (AsiaNews) – Una lucha con la propia identidad, comenzando por el nombre: así describe su vida Puran Ram, un joven de 21 años, oriundo de Pakistán. Él es de religión hindú, en un país donde la mayoría de la población es de credo islámico. “Cuando estaba en 7mo grado – cuenta a AsiaNews – los compañeros asociaban mi nombre con el ‘porno’. Al final, desistí de explicar que es una palabra sánscrita que denomina las ‘antiguas leyendas y el folclore popular’.
Ram vivía con otros 60 hindúes en la aldea 118 DB, un área de población mayoritaria islámica, ubicada cerca de Bahawalpur. En el 2016, el joven se transifiró a Lahore en busca de un futuro mejor. Ayer compartió su historia durante un seminario organizado por el gobierno de Punjab sobre el tema “formulación de la política interreligiosa”.
El encuentro es parte de la campaña “Harmonious, Tolerant and Safe Punjab” (Un Punjab aromonioso, Tolerante y Seguro, ndt) lanzada el 11 de enero pasado por Ejaz Alam Augustine, el ministro provincial de Derechos Humanos y Asuntos de las Minorías. También colabora con ella la Youth Development Foundation (YDF) de Lahore. Shahid Rehmat, director ejecutivo de la ONG, explica: “Hemos invitado a líderes religiosos, representantes de la sociedad civil, estudiantes, académicos, y les hemos pedido que presenten propuestas y recomendaciones para ser incorporadas al plan político”.
Ram cuenta que “cuando estaba en el noveno grado, me cambié de escuela después de que mis compañeros me acusaron de utilizar una cadena de acero del tanque de agua. Mi madre me prohibía estudiar la religión islámica, una materia obligatoria en los exámenes. Estaba preocupada pues pensaba que me convertiría al islam. Yo me salteaba la hora de religión y estudiaba ética en la biblioteca. La preparación fue difícil, porque no había docentes de la materia alternativa, para los alumnos que no eran musulmanes”.
Los desafíos, “continuaron en el college. Lisa y llanamente, me presentaban como alguien que no era musulmán. Mi identidad religiosa despertaba problemas. Muchos me asociaban con la India, una nación rival. Otros me invitaban a abrazar el islam. Un compañero me confió que sus ancianos padres solían quemar los utensilios ‘manchados por la sombra de un hindú que pasaba’. Yo cortaba en seco cualquier conversación donde entrase la religión. El silencio fue mi mejor protección. Al final, ese compañero dejó el college porque se negaba a estudiar conmigo. Otros traían de su casa los vasos para beber”.
Según Ram, “una nueva política podría mejorar la situación de las minorías. Los cristianos también denuncian continuamente el trato discriminatorio en el acceso a la educación y al trabajo. Es particularmente grave el problema de las niñas raptadas y convertidas al islam con el uso de fuerza. Según la Comisión de Derechos Humanos del Pakistán, en el 2018 al menos 1.000 jóvenes cristianas e hindúes sufrieron este destino en la provincia de Sindh.
Las familias hindúes, concluye Ram, “se ven forzadas a celebrar sus fiestas religiosas en sus casas, pues tienen miedo de esparcir sobre los demás la pintura roja durante el Holi, la fiesta de los colores. A veces siento como si no estuviésemos limpios de nacimiento, no importa cuánto nos esforcemos por ser buenos. Hasta la policía nos pide un soborno de hasta 35.000 rupias [cerca de 250 euros, ndr] para otorgarnos permiso para celebrar la fiesta anual de Rama Pir [un santón hindú] en nuestra aldea”.
17/12/2016 13:14
23/11/2017 12:42