Jesuita: Los planes confusos de las potencias mundiales alimentan el drama de Alepo
El padre Sami Hallak habla acerca del sentimiento de “incomprensión” que se difunde entre la población civil. En el sector occidental reina una relativa calma, pero “aumenta la pobreza”, junto a la desocupación. La batalla se concentra en el sector oriental, desde donde llegan “bombas y explosiones”. Misericordia es “no ser partícipes de la violencia” y reconstruir “una vida nueva”, pero “la paz está lejos”.
Alepo (AsiaNews) – En Alepo reina un sentimiento difuso de “incomprensión” entre la población civil, que “no logra entender” el juego de las potencias internacionales que ponen en riesgo a víctimas inocentes. En la metrópoli “se vive en la incertidumbre más absoluta” y no es posible imaginar “el futuro” de la ciudad y de todo el país. Es lo que cuenta a AsiaNews el Pbro. Samir Hallak, uno de los dos sacerdotes jesuitas que se desempeñan en la ciudad del norte como parte del Jesuit Refugee Service (JRS).
En febrero pasado, el religioso publicó un “Diario de la crisis”, en el cual describía las dificultades de la población como son la falta de agua, la violencia y los bombardeos, elogiando al mismo tiempo la “fe inquebrantable” de los cristianos, un “milagro” que es más fuerte que la guerra y que los muertos. “Escuchamos las declaraciones de los diferentes líderes internacionales –comenta el sacerdote- pero cada día que pasa surge un programa, un plan distinto para la ciudad. Nosotros aguardamos con confianza, pero reina una gran confusión, y el peso de una incertidumbre que es cada vez más difícil de soportar”.
A partir del fracaso del cese del fuego – que comenzara con la fiesta islámica del Sacrificio (Eid al-Adha) y que se agotó en tan sólo una semana- se ha registrado una escalada de violencia en Alepo, lugar que otrora fuera la capital económica y comercial de Siria. El enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, habla de días “espantosos”, los “peores” desde que se inició el conflicto y de un “deterioro de la situación” que está alcanzando “nuevos picos de horror”.
Al intervenir durante el fin de semana en la reunión de emergencia del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas, él reiteró la “desilusión” que siente por la falta de acuerdo respecto a retomar el cese del fuego alcanzado por Washington y Moscú el 9 de septiembre pasado. Y en vista del “caos reinante”, en Alepo ya se ha tornado imposible “contar los muertos”.
Al convocar al Consejo, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos tratan de aumentar el nivel de presión que ejercen sobre Rusia, principal aliado de Damasco, para que haya un cese de los bombardeos. Fuentes locales refieren que, desde que se rompió la tregua, habrían muerto cuando menos 231 civiles; desde el 22 de septiembre pasado las víctimas son 115, de las cuales 19 son niños, aunque es imposible tener un saldo oficial.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hace un llamamiento a “todos aquellos que tienen influencias en Siria” para “trabajar más, a fin de poner un punto final a esta pesadilla”. El objetivo es renovar la tregua, logrando al menos 48 horas semanales, en las cuales haya una interrupción de los bombardeos, para poder entregar ayuda humanitaria y evacuar a los heridos de la zona oriental.
En estos últimos días Damasco y Moscú habrían estado usando una “fuerza sin precedentes” para vencer a la resistencia de los rebeldes atrincherados en el barrio oriental, un área donde viven 250.000 personas (otros hablan de 326.000 habitantes) que no reciben ayuda desde hace más de 2 meses. Según la embajadora de los EEUU en la ONU, se han registrado 150 ataques en las últimas 72 horas. El ministro sirio de Relaciones Exteriores dice estar “confiado” en la victoria, al poder contar con “verdaderos amigos” como son Rusia, Irán y los Hezbollah libaneses. Los activistas contrarios al régimen denuncian el uso de bombas de fósforo contra la población civil.
En cinco años, la guerra ha causado más de 300.000 muertos (430.000, según otras fuentes) y millones de refugiados, dando origen a una catástrofe humanitaria sin precedentes. Más de 4,8 millones de personas han huido al exterior, y hay 6,5 millones de desplazados internos. “Y después de cinco años, las paz aún está lejos” comenta el padre Sami Hallak, y “para nosotros, nada cambia, a partir de la situación en el terreno, que sigue siendo de grave crisis por la falta de electricidad y de otros bienes básicos”. “La pobreza aumenta”, agrega, “y la desocupación, en particular entre los jóvenes, agrava aún más el problema”.
En el oeste de Alepo, que es el área controlada por el gobierno, “la gente continúa viviendo de manera normal” y “no hay episodios graves de violencia, ya no se sienten más los cohetes o morteros cayendo, como ocurría en el pasado” cuenta a AsiaNews el jesuita, que habla de una “situación de relativa calma”. Por el contrario, “la guerra y los combaten se enardecen en el sector oriental, que está en manos de los rebeldes, donde se sienten bombas y explosiones intensas… aquí se concentra el conflicto”.
El padre Sami describe a una población civil confundida, que se pregunta “cuál será el futuro de la ciudad. Se tiene la impresión de que cada día hay un plan nuevo para Alepo”, y nosotros “quedamos aguardando”. “Sólo deseamos la paz –agrega- y aunque parezca estar muy lejos, mantenemos la esperanza. Nosotros, al igual que cualquiera que se haya quedado en Alepo, estamos aquí para contribuir en un renacimiento de la ciudad”.
En este Año jubilar, concluye el sacerdote, la palabra “misericordia” implica “no ser partícipes de la violencia que azota a este pueblo, a este país, y contribuir para restituirle una nueva vida. Esto quiere decir estar cerca de quienes sufren, contribuir para sostenerlos en el plano humanitario y con ayuda psicológica. Debemos curar las heridas profundas de la guerra, construir un porvenir, estamos aquí porque tenemos un rol y una misión en medio de gente que atraviesa dificultades cada vez mayores”.
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