JMJ, el Papa a los jóvenes reclusos: una sociedad es sana sólo si sabe integrar

Francisco celebró una liturgia penitencial en una cárcel de menores. Centró la reflexión sobre dos “miradas”. La “de la murmuración y el chismorreo”, en contraste con “la de la conversión”.

Panamá (AsiaNews) – “Una comunidad se enferma cuando vive la murmuración que aplasta y condena, sin sensibilidad”, y es, por el contrario, “fecunda, cuando sabe generar dinámicas capaces de incluir e integrar, de hacerse cargo y luchar para crear oportunidades y alternativas que den nuevas posibilidades a sus hijos”. La segunda mañana del Papa en Panamá estuvo marcada por una liturgia penitencial, celebrada en una cárcel juvenil.

En efecto, Francisco se dirigió al Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora, un centro de reclusión para jóvenes detenidos, situado a 40 km de Panamá, donde hay 250 muchachos, algunos de ellos menores de edad. Tres de ellos se confesaron con el Papa.

Antes, en la homilía, Francisco centró la reflexión sobre dos “miradas”. La “de la murmuración y el chismorreo”, en contraste con la “de la conversión”. La primera es la de los fariseos y escribas; la segunda, es la de Jesús. El episodio evangélico (Lucas 15,2) es el de Jesús que come con los publicanos y pecadores y en el cual está presente la parábola del Buen Pastor.

Fariseos y escribas, dijo el Papa, “murmuraban”, “más que nada, escandalizados y fastidiados por el comportamiento de Jesús”, que “acoge a los pecadores y come con ellos”. “Con esta expresión trataban de descalificarlo y desacreditarlo frente a todos, pero no hicieron sino resaltar una de sus actitudes más comunes y distintivas”.

Lo que Jesús elige, por el contrario, es “estar cerca y ofrecer nuevas oportunidades”, mientras los otros “no aceptan y rechazan esta decisión de estar cerca y de ofrecer nuevas oportunidades. Con la vida de la gente, parece más fácil endosar títulos y etiquetas que congelan y estigmatizan no solo el pasado sino también el presente y el futuro de las personas. Etiquetas que, en definitiva, no producen otra cosa que división: de este lado los buenos, de aquél los malos; de este lados los justos, y allá, los pecadores”. “Esta actitud contamina todo, porque alza un muro invisible que hace pensar que marginando, separando y aislando se resolverán mágicamente todos los problemas”.

“En cambio, todo el Evangelio está marcado por esta otra mirada que nace nada más y nada menos que del corazón de Dios”. El amor del Señor es un amor que “se hace cargo de la complejidad de la vida y de cada situación”. Un amor que es “capaz de ofrecer caminos y oportunidades de integración y transformación, de sanación y de perdón, caminos de salvación”. Jesús incluso rompe “la murmuración interior que surge en quien, habiendo llorado el pecado propio, y consciente de su error, no cree que pueda cambiar”.

A la murmuración y a la condena, concluyó, hay que contraponer vías de inclusión y de integración: “Una sociedad se enferma cuando no es capaz de festejar la transformación de sus hijos; una comunidad se enferma cuando vive la murmuración que aplasta y condena, sin sensibilidad. Una sociedad es fecunda cuando sabe generar dinámicas capaces de incluir y de integrar, de hacerse cargo y luchar para crear oportunidades y alternativas que den nuevas posibilidades a sus hijos, cuando se dedica con empeño a crear el futuro con comunidad, educación y trabajo”.