Irak: el cambio climático también amenaza la diversidad religiosa
El caso de los sabeos y los mandeos, cuya vida depende del caudal de los ríos y peligra su supervivencia en el país. Un desequilibrio demográfico podría desencadenar un caos a nivel social y político, y alimentar los conflictos. La responsabilidad de Turquía e Irán en la explotación de los ríos. El proceso de desertificación ha alcanzado el 70% del territorio iraquí.
Bagdad (AsiaNews)- Sequía, tormentas de arena, crisis en el sector agrícola: el cambio climático golpea con particular fuerza a Irak, un país donde el proceso de desertificación ya alcanza el 70% del territorio. Sin embargo, el calentamiento global también repercute en el equilibrio demográfico y la distribución de la población en el país árabe, sobre todo en los sabeos y mandeos, cuya vida depende íntimamente del caudal de los ríos. Cada vez más se ven obligados a migrar internamente o huir al exterior, modificando su población de manera sustancial y probablemente irreversible.
Varias agencias del gobierno de Irak han dado la alarma recientemente contra esta nueva amenaza relacionada con el cambio (y el calentamiento) global del clima, con temperaturas que nunca han sido tan altas y la consiguiente sequía de ríos, falta de lluvia y tormentas de polvo. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) observa que “el aumento de las temperaturas, la escasez de lluvias, la salinidad, la sucesión de tormentas de arena y polvo” son “desafíos” que debe enfrentar el país y que podrían afectar “negativamente el abastecimiento de alimentos, agua, seguridad social y salud”.
Hay distintos factores en juego, uno de los cuales está relacionado con la demografía de un país compuesto por diferentes grupos étnicos y religiosos, a menudo en conflicto entre sí. La desertificación y el aumento de las temperaturas han llevado a varias comunidades a abandonar las zonas rurales y trasladarse a los centros urbanos, porque los campos están secos e inutilizables para la siembra. Una paradoja para la antigua Mesopotamia, a la que en tiempos pasados se consideraba la “media luna fértil” gracias al curso de sus dos ríos principales: el Tigris y el Éufrates.
Los más afectados por los cambios son los componentes más débiles de la población, en particular los sabeos y los mandeos, que ya han sido objeto de persecución y violencia en las últimas décadas. Estas dos comunidades, de hecho, son famosas por la celebración de rituales -sobre todo el bautismo, que tiene un gran significado y es un pilar del culto y el ingreso a la comunidad- a lo largo de las orillas de los ríos. Sabeos y Mandeos, explican los expertos, están estrechamente relacionados con los ríos -sus rituales se celebran y están conectados con el agua dulce- pero estos se encuentran en continua regresión, lo que obliga a las poblaciones a migrar.
La emergencia se extiende también a las zonas pantanosas del sur de Irak, que se consideran unas de las más importantes de todo Asia Occidental (y Oriente Medio) en términos de hábitat y biodiversidad, además de ser Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Los expertos han reclamado a las autoridades gubernamentales que tomen medidas ante una emergencia que es tanto climática como demográfica, ambiental y social, además de tener un fuerte impacto en la economía. Al mismo tiempo también hacen un llamado a las propias comunidades, comenzando por los sabeos y los mandeos, que son los primeros que deben encontrar formas de "adaptación" a una realidad en evolución y buscar nuevos espacios internos que permitan la reubicación, salvaguardando en la medida de lo posible sus cultos y tradiciones.
En el frente internacional, por último, se ha presentado un reclamo a los países vecinos como Turquía e Irán, cuyas políticas impactan con fuerza en los recursos hídricos de Irak. Es sumamente necesario ejercer presiones e intervenciones sobre los gobiernos de Teherán (que también está lidiando con una "guerra del agua" con Afganistán) y Ankara para que aumenten la liberación de agua y detengan la construcción de nuevas presas, que ya son docenas a lo largo de los ríos pero no tienen en cuenta el equilibrio entre las diferentes necesidades. Después de todo, el equilibrio demográfico es funcional al equilibrio político y social, y esa alteración terminará generando -o alimentando- el caos en la región, con nuevas guerras y migraciones.