India, el amigo de reserva de Moscú
A pesar de las declaraciones de amistad eterna entre rusos y chinos - que Putin renovó con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing - Moscú mira hacia Asia para desvincularse de Europa y América, y necesita a Nueva Delhi para no quedar asfixiada por China. Tampoco es un fenómeno tan nuevo.
Roma (AsiaNews) - En el gran juego de enfrentamientos y alianzas de este año, que deberá redefinir los roles y posiciones de la geopolítica planetaria, hay una "amistad especial" que casi nunca aparece en primer plano pero que podría reservar algunas sorpresas: la que existe entre la Rusia de Vladimir Putin y la India de Narendra Modi, dos grandes líderes “soberanistas” mucho más semejantes de lo que parece. Tienen casi la misma edad; el primero reina sin oposición desde hace más de veinte años y el segundo ha estado en el poder menos de una década; el ruso considera la ortodoxia cristiana como la verdadera identidad de su pueblo y el indio representa la restauración de un hinduismo fundamentalista y bastante agresivo.
La cercanía entre los dos países, sin embargo, no se basa solo en la personalidad de los dos líderes sino en un cálculo bastante simple: Rusia mira a Asia para desvincularse de Europa y América, y necesita a la India para no quedar asfixiada por China. Ni siquiera es un fenómeno muy nuevo, porque ya estaba activo en la época de la Unión Soviética y esos tiempos están lejos de haber quedado en el olvido, sobre todo para Moscú. Incluso a pesar de las declaraciones de amistad eterna entre rusos y chinos, que Putin renovó con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, en cuya ceremonia fue uno de los invitados de honor.
Quizás no todos recuerden la visita de Jawaharlal Neru a Moscú en 1955, que fue correspondida por el viaje de Nikita Khruščev a Nueva Delhi unos meses después para expresar el apoyo de la URSS a la integridad territorial india en el momento del conflicto de Cachemira. El heredero de Gandhi también se refirió al reconocimiento del mahatma a la inspiración rusa, que se remonta a los escritos sobre la no violencia del gran escritor Lev Tolstoi, a quien el joven Gandhi consideraba un maestro. Unos años más tarde, durante los enfrentamientos fronterizos entre India y China de 1962, los soviéticos declararon su neutralidad y evitaron defender al "camarada Mao". Fue el comienzo de una gran frialdad entre Moscú y Beijing, y los rusos se tomaron a la India cada vez más a pecho.
La colaboración nunca se interrumpió, ni siquiera después de la caída del régimen soviético, en parte porque no se basaba principalmente en razones ideológicas. Los intercambios comerciales nunca han alcanzado cifras especialmente elevadas, salvo en un sector muy decisivo: el de los armamentos. India importa de los rusos el 70% de sus suministros bélicos, lo que resulta fundamental para la industria rusa del sector. Ya en 1992, inmediatamente después de la caída de la URSS, se firmó un acuerdo de cooperación económica entre los dos países para garantizar la continuidad de los intercambios, sobre todo en el campo militar.
Los acuerdos se renovaron y ampliaron a lo largo de los treinta años postsoviéticos, hasta el último que se alcanzó recientemente, durante una visita a finales de diciembre del ministro de Defensa ruso, Sergej Shojgu, a Delhi, que siguió al encuentro del 6 de diciembre en la capital india entre Modi y Putin. La prensa de la India lo llama el "libro blanco": un documento sin sellos oficiales en el que solo consta el contenido de las negociaciones. Los indios habrían recibido de los rusos no solo nuevos suministros sino también un papel más activo en la cooperación, con permiso para exportar a las ex repúblicas soviéticas de Asia Central las partes de los tipos de armas que Rusia e India producen en forma conjunta.
Putin y Modi firmaron 28 documentos, entre ellos uno sobre colaboración en el campo técnico-militar. Los dos países se proponen organizar varias maniobras conjuntas "para luchar contra el terrorismo" y prestar especial atención a los peligros provenientes de Afganistán y de toda la zona de Asia Central, que en este momento preocupan particularmente a la India. Las relaciones diplomáticas entre la India y estos países se remontan al final de la URSS y en los últimos meses se está cumpliendo el 30º aniversario de las mismas. El ministro indio de Relaciones Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, recibió en diciembre a sus homólogos de Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán.
Rusia se suma al juego fronterizo entre los dos gigantes de Asia, que se mantiene en un estado de conflicto latente. Las discusiones sobre las fronteras en el Himalaya no se han resuelto y los indios lamentan el apoyo de los chinos a sus eternos enemigos paquistaníes, armados hasta los dientes con suministros de Beijing, por eso están preparados ante cualquier eventualidad para una guerra en dos frentes. La posición de Rusia se vuelve así particularmente delicada: bajo la presión de Occidente, se ve obligada a estrechar cada vez más los lazos con China, tanto en las relaciones políticas internacionales como en el campo militar; por otro lado, quiere mantener el control sobre Asia Central, sometida en estos tiempos a varias sacudidas, la última de las cuales fueron los enfrentamientos en Kazajistán a principios de año.
Por eso el socio ideal de los rusos sigue siendo la India, a través de la cual también hay mayores garantías para la protección de los intereses de Moscú en las regiones del sur de Asia y el Lejano Oriente. Ya en 2018 Modi se había reunido con Putin en Vladivostok para acordar una ruta marítima privilegiada con la megalópolis india de Chennai (Madras), y este puso a disposición del gobierno y los empresarios indios las riquezas naturales de la región rusa más codiciada por los chinos. Al año siguiente la India abrió una línea de crédito de mil millones de dólares para este acuerdo y en Vladivostok comenzaron a operar dos grandes empresas indias para el procesamiento de diamantes.
Los países asiáticos menos ricos siempre se ven obligados a buscar créditos en Beijing, que de esa manera expande cada vez más su imperio, y el eje Moscú-Delhi corre el riesgo de convertirse en un peligroso competidor, al menos en algunos sectores. Las ambiciones de estos últimos, en cambio, se complementan recíprocamente: Rusia quiere representar el "tercer polo" entre Oriente y Occidente, proponiendo al mismo tiempo un modelo de "sociedad unitaria" que rechaza los excesos del liberalismo y el totalitarismo. La India, por su parte, se jacta de ser la democracia más grande del mundo, sin menoscabar por ello el modelo ruso y absorbiendo incluso algunas de sus características.
Los países de Asia Central ven con buenos ojos esta diversificación de referencias, y han convertido la libertad de maniobra en la única riqueza real de la región. En Tayikistán, por ejemplo, los rusos tienen una gran base militar con un aeródromo anexo, donde están estacionados muchos aviones de Moscú. El aeródromo fue construido y lo mantienen los indios, que también aportan el personal técnico, y los tayikos aprovechan la situación poniéndose de acuerdo con ambos socios según las circunstancias y haciendo también un guiño a los chinos y a los estadounidenses.
El campo de los suministros militares, por otra parte, es cada vez más decisivo en estos tiempos de guerras incipientes en todas las latitudes. Con la ayuda de los rusos, los indios abastecen a Myanmar, Bangladés y ahora también a Asia Central, que siempre había recibido los suministros necesarios de Moscú sin ninguna carga especial, mientras que ahora los juegos se vuelven más complejos. Los indios producen con los rusos un armamento cada vez más sofisticado, desde submarinos hasta fragatas y cruceros, destructores y tanques T-90, aviones Ka-226 y misiles de diferentes tamaños. El acuerdo de diciembre se refiere a un contenido de casi 6.000 millones de dólares, lo que ha alarmado a los estadounidenses porque supone evadir diversas sanciones.
La relación entre Rusia y la India, más allá de las estrategias y conveniencias más o menos recientes, goza de un especial favor histórico y cultural. Rusia no es completamente asiática ni completamente europea, pero en ambos continentes tiene dos amigos especiales: Italia en occidente y la India en oriente. Una razón muy evideente es que los rusos nunca tuvieron que luchar directamente contra estos dos países. Los italianos participaron en las campañas nazis contra los soviéticos, pero fueron más los soldados italianos que encontraron una nueva vida y una nueva familia en Rusia que los que causaron daños reales en la batalla de Stalingrado. Y los indios, en la época del Imperio Británico, tuvieron que participar en varios enfrentamientos asiáticos contra los rusos, pero nunca se distinguieron por la animosidad antieslava.
Italia es una "patria natural" para los rusos que buscan las raíces de su propio cristianismo y en vez de la despótica Bizancio miran a la mítica Roma imperial como modelo de la Rusia universal. En el frente asiático, la India conserva para los rusos una fascinación difícil de circunscribir. Los rusos siempre se han visto obligados a buscar un compromiso con los mongoles (chinos), los turcos y otros pueblos de ascendencia tártara, pero nunca han sufrido humillaciones de la fascinante India, que se considera una tierra mística de consonancias espirituales. El cristianismo de Malankar, de tradición siria, es visto por los ortodoxos rusos con un espíritu de fraternidad, por la independencia de los presuntuosos patriarcados antiguos, y la misma religión hindú repropone la modalidad festiva semipagana de la variante rusa de la Ortodoxia.
El poeta y filósofo ruso Vjačeslav Ivanov, ortodoxo unido al catolicismo, en la Roma del período entre las dos guerras escribió, por encargo del papa Pío XI, un poema de tipo “arcaico-fantástico” sobre la antigua Rusia: la Leyenda del zarevich Svetomir. En él las figuras mitológicas de los príncipes rusos se funden en el "Mensaje del presbítero Juan", que bendice al heredero al trono de los rusos en nombre de una universalidad "de todas las sedes cristianas" y reside "en nuestra tierra común, llamada la Blanca India”, lugar de encuentro entre paganos y cristianos, entre Oriente y Occidente. Incluso en la época soviética el poeta y cantautor Vladimir Vysotsky alcanzó una gran popularidad con una canción llamada "El elefante blanco", que en cierto modo es un símbolo de la disidencia y la libertad de expresión y que los jerarcas del partido no supieron cómo censurar. Cuenta la historia de un viajero ruso, "de hace mucho, mucho tiempo", que llega a Oriente, donde el soberano de la India, en señal de bienvenida, le regala un extraordinario ejemplar de elefante blanco con el cual puede atravesar todas las tierras desconocidas. Cuando el peregrino le pregunta, “¿por qué me haces este gran regalo a mí, que soy de otra religión?”, el soberano le responde: “Porque este elefante tiene un gran corazón”.
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