15/10/2023, 16.05
VATICANO
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Exhortación apostólica sobre Teresa de Lisieux: confianza en la misericordia, síntesis del Evangelio

Publicado hoy "C'est la confiance" el documento del Papa Francisco para el 150 aniversario del nacimiento de la patrona de las misiones. "Como Iglesia todavía tenemos mucho que aprender de ella. Y necesitamos audacia y libertad interior para poder hacerlo." "En un tiempo de repliegues y cerrazones, Teresina nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio."

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La santa por excelencia de la "misión por atracción", más allá de cualquier tentación de autorreferencialidad. La mística que con su "caminito" sigue iluminando el camino de la Iglesia, señalando "la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado" como lo esencial hacia lo que dirigir la mirada y el corazón. Es el rostro de Santa Teresa de Lisieux - "Teresina", como se llama a lo largo del documento a esta gran monja carmelita (1873-1897), de la que este año se cumple el 150 aniversario de su nacimiento- el que propone el Papa Francisco en la exhortación apostólica a ella dedicada y publicada hoy. Se titula "C'est la confiance" ("Es la confianza"), retomando las primeras palabras en el original francés de una frase tomada de los escritos de Teresa y que en su forma completa dice: "¡La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor!"

Para el Papa Francisco, "Estas palabras tan contundentes de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (nombre que eligió como monja carmelita, ed.) lo dicen todo, resumen la genialidad de su espiritualidad y bastarían para justificar que se la haya declarado doctora de la Iglesia". "Teresa -explica- no concibió su consagración a Dios sin buscar el bien de sus hermanos y hermanas. Ella compartió el amor misericordioso del Padre por el hijo pecador y el del Buen Pastor por la oveja perdida, distante, herida. Por eso es patrona de las misiones, maestra de evangelización".

Recorriendo su vida y espiritualidad en la exhortación apostólica, el Pontífice subraya "su manera de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo". Y cita una de las últimas frases que dejó: "Esa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: “Atráeme”; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su Amado. Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva".

Francisco señala el "caminito" de Teresa como antídoto "contra una idea pelagiana de la santidad, individualista y elitista, más ascética que mística, que pone el acento principalmente en el esfuerzo humano". En cambio, ella "subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia". "Nunca utiliza la expresión, frecuente en su época, 'me haré santa'. Sin embargo, su confianza sin límites anima a quienes se sienten frágiles, limitados, pecadores, a dejarse llevar y transformar para alcanzar las alturas". Vivió a finales del siglo XIX, "es decir, en la edad de oro del ateísmo moderno, como sistema filosófico e ideológico", "se siente hermana de los ateos y se sienta, como Jesús, a la mesa con los pecadores. Intercede por ellos, mientras renueva continuamente su acto de fe, siempre en comunión amorosa con el Señor".

Hasta la síntesis de su vida encerrada en estas palabras: 'He encontrado mi lugar en la Iglesia y este lugar, oh Dios mío, eres tú quien me lo has dado: ¡en el Corazón de la Iglesia, mi Madre, seré Amor! Así lo seré todo..." "No es el corazón de una Iglesia triunfalista -comenta Francisco-, es el corazón de una Iglesia amante, humilde y misericordiosa. Teresita nunca se pone por encima de los demás, sino en el último lugar con el Hijo de Dios, que por nosotros se convirtió en siervo y se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte en una cruz. Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo".

La contribución de Teresa de Lisieux como santa y (por voluntad de Juan Pablo II) Doctora de la Iglesia -añade el Papa Francisco- no es analítica, como podría ser, por ejemplo, la de santo Tomás de Aquino. Su aportación es más bien sintética, porque su genio consiste en llevarnos al centro, a lo esencial, a lo indispensable. Ella, con sus palabras y su itinerario personal, muestra que aunque todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más constitutivas para la vida cristiana. En ellas fijó Teresa su mirada y su corazón. Como teólogos, moralistas, estudiosos de la espiritualidad, como pastores y como creyentes, cada uno en su ámbito -exhorta el Pontífice-, necesitamos todavía reconocer esta genial intuición de Teresa y sacar de ella las consecuencias teóricas y prácticas, doctrinales y pastorales, personales y comunitarias. Necesitamos audacia y libertad interior para poder hacerlo".

Aquí radica la gran actualidad de Teresa de Lisieux: "En un tiempo que nos invita a encerrarnos en los propios intereses, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo -concluyó el Papa-. En un momento en que prevalecen las necesidades más superficiales, ella es testimonio de la radicalidad evangélica. En un tiempo de individualismo, ella nos hace descubrir el valor del amor que se vuelve intercesión. En un momento en el que el ser humano se obsesiona por la grandeza y por nuevas formas de poder, ella señala el camino de la pequeñez. En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro. En un momento de complicaciones, ella puede ayudarnos a redescubrir la sencillez, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono, superando una lógica legalista o eticista que llena la vida cristiana de observancias o preceptos y congela la alegría del Evangelio. En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio".

 

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