11/11/2022, 11.07
CHINA-ITALIA
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En memoria de las Mínimas, un puente entre Toscana y Fujian

Una congregación de religiosas italianas recordará esta noche el 90 aniversario de la partida a China de seis hermanas que, en la actual diócesis de Mindong, vivieron su misión durante 17 años junto a las niñas abandonadas, antes de verse obligadas a dejarlo todo con la llegada del régimen comunista . Una semilla y una amistad con el pueblo chino que nada ha podido borrar.

 

Milán (AsiaNews) – “No regresaríamos ni por todo el oro del mundo. Estamos felices de estar en China”, escribieron desde un Fujian que ciertamente no era la región dinámica de hoy, sino una tierra dura, donde ellas, junto a los más pobres de los pobres, recogían a las niñas abandonadas. Seis religiosas franciscanas de las Hermanas Mínimas del Sagrado Corazón en la China de los agitados años treinta y cuarenta del siglo XX vivieron una misión más fuerte que el furor ideológico de la revolución de Mao.

Hace exactamente 90 años -el 11 de noviembre de 1932- estas monjas se embarcaron en Brindisi para emprender el largo viaje que las llevaría en dos meses al entonces vicariato apostólico de Funing, correspondiente a la actual diócesis de Mindong. Habían partido de Poggio a Caiano, la ciudad toscana que fue la cuna de esta congregación religiosa femenina fundada por la beata Margherita Caiani. Y permanecieron en China durante 17 años, hasta que en mayo de 1949 el régimen de Mao las obligó a huir, abandonando una misión, un jardín de infantes y una escuela donde se habían hecho querer por la población, sobre todo por los más pobres.

Todo esto será recordado esta noche en Poggio a Caiano por una comunidad que, a pesar de la dolorosa separación de hace más de 70 años, nunca ha olvidado a China. Los testimonios que dejaron las religiosas en sus cartas serán recordados en un acto al que también asistirá AsiaNews. “Esta mañana - escribió la hermana Salvatrice Agosti en 1935 - encontramos en el picaporte de la puerta de entrada una cesta con un hermoso angelito dentro. No son pocas las veces que encontramos con estas sorpresas... Nos traen a las queridas parias, como tantos Moisés, en un cesto de mimbre, con un poco de paja, cubiertas con un viejo pañal...”.

Fue precisamente esta caridad completamente desinteresada la se abrió paso en el corazón de muchas personas, incluso en años políticamente turbulentos. “El Mandarín ha llamado a las autoridades locales a un consejo para tratar nuestra situación política con respecto a los chinos -cuenta la misma hermana Salvatrice en 1942 -. Consideran tenernos vigiladas, pero uno de ellos dijo: estas mujeres son buenas personas, cuidan como madres a esas pobres niñas, no les interesa la política. Dejémoslas en paz y si ocurre algo, que ruede mi cabeza. Que el Señor pague a estos buenos paganos con el don de la fe”.

Su fuerza fue siempre la fidelidad al Evangelio, que las había llevado tan lejos. “En este lugar de China - escribió la hermana Teobalda Colombo - el Cielo nos parece más cercano y las cosas de la tierra nos parecen verdaderamente nada. Y aunque nuestras fastidiosas ocupaciones nos retengan y ocupen nuestras energías físicas, nuestro espíritu, por la pura gracia y misericordia de Dios, está continuamente ocupado en el amor de los Tres (la Trinidad ndr) que habita en el centro de nuestra alma”.

Con ese mismo espíritu afrontaron los acontecimientos de 1949 cuando, ante el avance de los comunistas, las mismas personas a las que cuidaban las convencieron de que salieran de China, asegurándoles que se harían cargo de sus niñas. “Me parece que nuestra misión se va a extinguir -escribía la hermana Bruna Lorenzoni-. Será lo que el Señor disponga, de manera que habiendo trabajado sólo para Él, nos resignamos a cualquier cosa que ocurra. Vivimos confiadas y tranquilas, confiadas en el Esposo Celestial que siempre nos ha protegido y defendido”.

Después que terminó esa experiencia, las Mínimas abrieron otras misiones. Todavía están en Belén, Jordania, Egipto, Brasil y Sri Lanka. Pero nunca olvidaron a China. “Conocí a la hermana Salesia, la última del grupo de 6 misioneras que estuvieron en China, que falleció en 1993 - cuenta el periodista Mauro Banchini -. Cuando estuve con ella tenía 83 años. Recuerdo cómo le brillaban los ojos cuando le pregunté qué era lo que más hubiera deseado. Aunque habían pasado tantos años, inmediatamente respondió: 'Estar en China'".

Pero un designio singular de la Providencia decidió mantener vivo este vínculo, recuerda en la publicación dedicada a este aniversario el padre Pietro Wang, capellán de los católicos chinos de Prato, ciudad italiana que se encuentra en la misma provincia de Poggio a Caiano y que se ha convertido en el destino de miles de inmigrantes chinos. “Han venido aquí en busca de trabajo, de una vida mejor, de la verdadera felicidad en Dios - escribe el padre Wang -. Muchos han sufrido dificultades. Siempre necesitan ayuda, y el amor de Dios y de su Iglesia. La misión y la caridad continúan: el amor de Cristo nos impulsa a caminar con Él hacia los pobres de nuestro tiempo, como lo hicieron en aquel momento las seis hermanas Mínimas. Contemplemos y aprendamos del Corazón de Jesús la bondad, la misericordia, la compasión, la solidaridad, el amor preferencial por los pobres, por los pequeños, por los ancianos, por los enfermos, por los excluidos y por todos los que sufren”.

 

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