01/09/2016, 11.50
RUSIA - UCRANIA
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En la vigilia del G20, los tártaros hacen un llamamiento: no os olvidéis de Crimea

de Marta Allevato

La minoría de fe musulmana ha retomado la tradición de las oraciones colectivas en casas particulares, para sortear las prohibición de llevar a cabo reuniones públicas, impuesta por las autoridades rusas. El último gran encuentro fue en casa de Ilmi Umerov, que figura entre los líderes que el FSB tiene bajo la mira. Su hija dice: “Está regresando el uso de la psiquiatría represiva contra los disidentes, tal como ocurría en la URSS”.  

Bajchisarái (AsiaNews) - A pocos días de la cumbre de G20 a celebrarse en Hangzhou, China,  donde la situación de Ucrania será uno de los temas del encuentro entre los líderes, la minoría étnica de los tártaros (cerca del 15% de la población de la península ubicada sobre el Mar Negro) pide a la comunidad internacional que no considere a Crimea como un caso cerrado.

Oraciones colectivas para permanecer unidos

En el marco de una vasta campaña de presión ejercida por parte de las nuevas autoridades rusas, que de hecho han prohibido toda asamblea pública, los tártaros de Crimea han comenzado a reunirse en viviendas particulares para rezar por sus presos políticos. El último gran encuentro para una dua (invocación a Alá) se desarrolló el 22 de agosto en Bajchisarái, donde más de 500 personas se reunieron en la casa del activista Ilmi Umerov, internado por la fuerza en un hospital para enfermos mentales ubicado Simferópol, por orden de un tribunal, que ordenó que se le realizara una pericia psiquiátrica. Umerov, de 59 años, es el vicepresidente del Mejlis –órgano que representa a los tártaros de Crimea, que este año ha sido prohibido por la procuraduría local, bajo la acusación de llevar a cabo “actividades extremistas”. Al igual que otros activistas del movimiento que defiende los derechos de los tártaros, el hombre terminó en la mira de los servicios secretos rusos (FSB) debido a su abierta oposición a la anexión de Crimea a Rusia, ocurrida tras un referéndum realizado en marzo de 2014, que jamás fue reconocido por la comunidad internacional. Umerov fue acusado de hacer “llamamientos al separatismo, de carácter público” a raíz de una entrevista transmitida por el canal ATR, en la cual pidió la salida de Crimea de Rusia.  Luego de realizar varios allanamientos en su domicilio y de abrírsele una investigación, le fue impuesta una pericia psiquiátrica; en palabras de sus abogados, la medida fue actuada “sin ninguna base legal” que la sustente. Actualmente se encuentra internado en  Simferópol, bajo un régimen sumamente restringido, y su salud se está deteriorando. Como explica a AsiaNews su hija Ayshe, quien es su principal contacto con el mundo, el padre sufre de Parkinson, de diabetes e hipertensión, y cada día que pasa se encuentra más débil, no obstante “moralmente es fuerte y no quiere darse por vencido”. La familia va y viene desde Bajchisarái  a Simferópol (más de 30 km) dos veces al día, para asegurar que el hombre coma regular y adecuadamente. “Está en una habitación solo, pero allí no hay puertas, y los enfermos que están internados en el lugar son muy particulares, se levantan a cualquier hora durante la noche, gritan, cantan, mi papá no logra dormir siquiera”, refiere la muchacha.  Ayshe vivía y trabajaba en Kiev, pero tuvo que regresar a Crimea para estar atenta y seguir de cerca el caso de su padre. En las redes sociales ella ha emprendido una campaña de apoyo con el hashtag #StopKillingIlmiUmerov, y varias organizaciones en defensa de los derechos humanos han pedido la liberación del activista, denunciando la violación de la libertad de expresión y asociación que está dándose en Crimea.  Durante los últimos dos años y medio posteriores al referéndum, las autoridades rusas han prohibido el ingreso a la península a miembros prominentes de esta minoría de fe musulmana, y han clausurado sus medios y prohibido las asambleas públicas aduciendo para ello diversos motivos.

 

Un caso político

Ayshe está convencida que el caso de su padre es de índole política: “El objetivo de los investigadores es aislar a uno de los líderes de los tártaros, obligarlo a callar y asustar a quienes lo apoyan. Tal como ocurría en otro tiempo con los disidentes soviéticos, en Crimea ahora se usa la medicina represiva”. La misma opinión tiene Human Rights Watch, que ha hablado de una “persecución de aquellos que critican las acciones de Rusia en Crimea”. También se ha alineado a favor de Umerov el arzobispo de Simferópol y Crimea de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev, Kliment. El caso se basa en la presunta violación del art.  280.1 del  Código Penal, que prevé justamente “la incitación pública a acciones orientadas a violar la integridad territorial de Rusia con el uso de los medios de comunicación”. Según la ONG que defiende los derechos humanos, el artículo fue introducido en marzo de 2015, con el propósito de perseguir a aquellos que se expresan contra el hecho de que Crimea forme parte del territorio ruso.

 

Campaña de presión

“Rusia había prometido respetar nuestros derechos, pero en dos años y medio nos hemos encontrado con fenómenos totalmente nuevos: problemas con la enseñanza de la lengua tártara, asesinatos, secuestros, procesos políticos, persecuciones masivas” explica a AsiaNews Nariman Dzhelalov, vicepresidente del Mejlis de los tártaros de Crimea, que ha participado en la oración colectiva. “Varios activistas nuestros han desaparecido, y hasta ahora, ninguno de ellos ha sido hallado vivo” agrega Dzhelalov, que pide a la comunidad internacional “no considerar a Crimea como un caso cerrado”.

El presidente Vladimir Putin siempre prometió el respeto de esta minoría –autóctona de estas tierras, deportada a Asia central por Stalin,  y de regreso en el territorio en los años Ochenta –pero las autoridades locales acusan a los tártaros de ser agentes de Kiev.

El FSB hizo saber que Umerov será dado de alta el 7 de septiembre, pero no hay datos fehacientes sobre los otros detenidos, que desde hace meses aguardan un juicio.  Es el caso de Akhtem Chiygoz, quien fue arrestado hace un año y medio, con la acusación de haber organizado una manifestación en Simferópol el 26 de febrero de 2014 para protestar por la anexión a Rusia, fecha en la cual Crimea aún era ucraniana. Zeitulla, el padre de Chiygoz, vivió las deportaciones de la era soviética, pero según dice “ni siquiera entonces vi tanta injusticia (como la que veo ahora)”. Tanto él como los otros tártaros juran que no se darán por vencidos, y que continuarán rezando. 

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