En Tokio con el obispo de los desplazados en el Día de Myanmar
Mons. Celso Ba Shwe -obispo de Loikaw- participó en la celebración que cada año, el tercer domingo de noviembre, recuerda el vínculo de solidaridad entre los católicos japoneses y la Iglesia de la antigua Birmania, ahora herida por la guerra. Apoyo a las escuelas de la selva a través de la iniciativa Semillas de Esperanza. Arzobispo Kikuchi: «La esperanza brota de los corazones de quienes caminan juntos».
Tokio (AsiaNews) - El 17 de noviembre, la archidiócesis de Tokio vivió el Día de Myanmar, un acontecimiento de solidaridad entre las Iglesias que se celebra en Japón desde hace mucho tiempo, el tercer domingo de noviembre, pero que ha adquirido un significado especial en los últimos años, con la guerra en la que se ha sumido este país tras el golpe de Estado de los generales el 1 de febrero de 2021. Lo que ha hecho especialmente significativa la celebración del Día de Myanmar este año en Tokio ha sido la presencia del obispo de Loikaw, Mons. Celso Ba Shwe, el prelado que -como contó a AsiaNews en un testimonio hace unas semanas- en el estado de Kayah él mismo había tenido que abandonar su catedral a causa de los combates entre el ejército y las Fuerzas Populares de Defensa locales y vive visitando las comunidades de fieles de su diócesis que se han refugiado en la selva para huir de la guerra.
La presencia del obispo Ba Shwe en Tokio fue también una ocasión para agradecer a la Iglesia local el apoyo ofrecido a la red de escuelas abiertas por cinco diócesis de Myanmar entre más de 100.000 desplazados en la selva a través de la iniciativa Semillas de Esperanza. También fue un momento de encuentro con la comunidad migrante birmana que vive en la capital japonesa entre mil dificultades en un país muy reacio a conceder el derecho de asilo incluso a quienes huyen de la guerra.
«La situación política en Myanmar sigue siendo inestable», recordó el arzobispo de Tokio, monseñor Tarcisio Isao Kikuchi, en la homilía de la misa que presidió con monseñor Ba Shwe en la catedral de Santa María, “monseñor Celso se vio obligado a abandonar su catedral y vive con desplazados internos”. La realidad es que la Iglesia, que llama a la paz, está expuesta a la violencia».
Refiriéndose a los retos que plantean éste y los demás conflictos que tiñen de sangre el mundo, Mons. Kikuchi -que se convertirá en cardenal en el consistorio del 7 de diciembre- afirmó: «No podemos traer esperanza tomándola de otro lugar. La esperanza viene del corazón. La Iglesia quiere ser una comunidad que crea esperanza. Queremos ser una Iglesia que se apoya, se escucha y camina unida».
Y éste es el significado más profundo del Día de Myanmar, que nació precisamente como fruto de la solidaridad que la comunidad católica japonesa había recibido en el país puesto de rodillas por la locura de la Segunda Guerra Mundial. En 1954 se había establecido un hermanamiento entre la archidiócesis de Colonia y la de Tokio, gracias al cual se había reconstruido incluso la propia catedral de Santa María, reducida a escombros por los bombardeos. Veinticinco años después, el entonces arzobispo Peter Seiichi Shirayanagi -junto con el entonces cardenal de Colonia Josef Hoffner- tuvo la intuición de continuar este vínculo de amistad llevando a cabo juntos una iniciativa solidaria. La elección recayó en la Iglesia de Myanmar, con la que monseñor Shirayanagi estaba en contacto a través de un compañero de estudios en la Universidad Urbaniana que entretanto también se había convertido en obispo. Las graves necesidades de aquel momento eran las relacionadas con la expulsión de los misioneros extranjeros y la necesidad de apoyar la formación de un clero local. Así nació el Día de Myanmar, que la archidiócesis de Tokio celebra cada tercer domingo de noviembre desde 1979.
01/09/2021 15:28
23/04/2021 16:56