En Asia, el Rosario es rezado incluso por quienes no son cristianos

de Piero Gheddo

En Fátima, lugar donde el Papa Francisco se dirigió en peregrinación, María ha exhortado a rezar el Rosario. La devoción a María del Card. Martini. En Corea del Sur, los edificios católicos son definidos como “la iglesia de la Madre”. La estatua de María en la iglesia de Brunéi. El santuario de Gunadala (India), que ha forjado la amistad entre hindúes y musulmanes incluso en el período de división.

Milán (AsiaNews) - “¡Queridísimos peregrinos! – gritó el Papa Francisco al millón de fieles que acudió a Fátima, el 13 de mayo pasado,– ¡nosotros tenemos una Madre en el Cielo!¡Tenemos una Madre! Aferrados a Ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús,… de un día, estar con Él y con María a la derecha del Padre en el Reino de Dios… ¡que esta esperanza sea el impulso de nuestra vida! Una esperanza que nos sostenga siempre, hasta el último suspiro….Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica en amor”.

A los tres pastorcillos de Fátima, Lucía, y a los santos Jacinta y Francisco, la Madre de Jesús y nuestra, presentándose como la “Virgen del Rosario” recomendó con insistencia “rezar el Rosario todos los días, para obtener el fin de la guerra y la paz”.

Hace cien años, cuando María se aparecía a los tres niños portugueses, corría el año 1917. Ardía “la masacre inútil” de la Segunda Guerra Mundial (tal como había predicho el Papa Benedicto XV); y en Rusia el revolucionario comunista Vladimir Ilych Lenin había tomando el poder con un golpe de Estado y fundaba la República Socialista Rusa, de cuya raíz brotaron en el “siglo breve” del 1900 una treintena de otras Repúblicas socialistas, todas nefastas. Ninguna de las cuales condujo al pueblo a la “liberación” prometida.

El 13 de octubre de 1917,el día del gran milagro del sol que giraba y se aproximaba a la tierra, algo que fue visto por más de 70.000 personas, incluso a 20 km de distancia, María volvió a decir: «Continúen siempre rezando el Rosario todos los días, la guerra está terminando…». María, Reina de la Paz, nos pide el rezo cotidiano del Rosario, para tener el don de la Paz, que viene de Dios.

También en el caso de Lourdes, de Pompeya y de otras apariciones, María, Virgen y Madre nuestra, ha recomendado rezar el Rosario.

Recuerdo que a principios de los años '90, en el Consejo Pastoral diocesano de Milán (del cual yo era miembro) el Card. Carlo María Martini se lamentaba de la disminución de la devoción a María y del rezo del Rosario. Decía: “Se ha despreciado la devoción popular a María, que en tantos siglos ha conservado la fe en Cristo de nuestras poblaciones cristianas. Se critica el Rosario como forma supersticiosa de “mariolatría” (es decir de adoración a María). Pero se olvida que la Madre de Dios conduce las almas a su Hijo, Cristo Jesús. Volvamos a rezar juntos el Rosario en las familias, para que estén más unidas y para que los jóvenes sean educados, a través de María, en la fe y el amor de Cristo”.

El poder de las estatuas de María

Rezar el Rosario tiene también otra eficacia: María conduce a las almas a Cristo, incluso a las personas que están lejos de Jesús y de la Iglesia.

Al ir a visitar las jóvenes Iglesias y las misiones en todo el mundo no cristiano, he visto muchas veces que la Virgen María es venerada y honrada por todos, y que a través de ella, el Espíritu conduce al amor y a la paz de Cristo. En Corea del Sur, he visto numerosas iglesias católicas que, en la entrada de la iglesia, colocan una gran estatua de la Virgen, que sonríe y con el brazo tendido invita a entrar a la casa de Dios; la Iglesia católica es llamada por el pueblo “la Iglesia de la Madre”.

En Borneo (donde entre 1856-1862 el PIME fundó la Iglesia), en 2004 estuve en el sultanato de Brunéi, Estado independiente totalmente islámico, extenso como la Liguria, con medio millón de habitantes y 20.000 católicos filipinos, bengalíes, indonesios, inmigrantes que se desempeñan en los trabajos más duros. El Vicario apostólico y Obispo, Mons. Cornelio Sim, me decía: “El Sultanato se asienta sobre el petróleo, y las familias del Sultán son riquísimas… En la capital Bandar Seri Begawan, la Iglesia católica está en un enorme terreno cercado por un muro, donde se encuentran las escuelas, el hospital y otras obras educativas y caritativas. Nuestra iglesia está cerca de la entrada principal y de la calle. Habíamos colocado delante de la puerta de la Iglesia una gran estatua de María, venerada también por los musulmanes, que invita a venir a la iglesia. También venían no pocos musulmanes. Nos obligaron a dar vuelta la gran estatua para que ésta mirara al muro de la iglesia. De ese modo, hoy, desde la calle, sólo se ve la gran estatua ¡pero girada en sentido contrario!

La “Hermosa Señora” de Gunadala

En febrero de 1964 estuve en Vijayawada, una de las 12 diócesis fundadas por el PIME en la India, que hoy cuenta con aproximadamente 3,5 millones de habitantes y 270.000 católicos. El misionero y padre Paolo Arlati, en 1924 trajo de Italia una gran estatua de la Virgen de Lourdes. Y los Hermanos del PIME (misioneros laicos consagrados) la colocaron sobre el punto más alto de la colina de Gunadala, que domina la ciudad de Vijayawada, y construyeron los caminos y las escalinatas que conducen hasta los pies de María, colocada en una gruta al aire libre, por lo cual puede ser vista incluso desde lejos (v. foto 3). Poco a poco, primero los cristianos y luego los hindúes y los musulmanes, la gente comenzó a dirigirse a la colina de Gunadala para rezarle a María, que es venerada como protectora de la ciudad. Esto se debe a que en el año 1947, poco antes de la independencia de la India (15 de agosto) cuando las luchas sangrientas entre hindúes y musulmanes ensangrentaban la India (hubo cerca de 4-5 millones de muertos acribillados) llevando a la división de la India y Pakistán, Vijayawada, una ciudad con muchos musulmanes, es salvada de aquellas masacres fratricidas por la Virgen de Gunadala, a quien todos acudían en oración. Las peregrinaciones habían creado un clima de fraternidad.

El 11 de febrero de 1964 se celebraba, como todos los años, la fiesta de la Virgen de Lourdes. Durante toda la jornada anterior y en el día de la fiesta, en las calles que conducen a la colina se ve un continuo ascenso y descenso de los devotos que quieren llegar a tocar los pies de la Virgen, rezan, ofrecen incienso, hay quien ese día se hace cortar el cabello, cumpliendo así la promesa hecha. Un mar de gente invade Gunadala, con leprosos, minusválidos, enfermos que son llevados en camillas o en carretas hasta los pies de María. En dos días, allí se reúnen cerca de 150.000 devotos de María, no pocos de ellos con el Rosario al cuello, incluso quienes no son cristianos, porque el Rosario es el signo sacro de la “Hermosa Señora de Gunadala”, que protege la ciudad y las familias. Todavía hoy, más de medio siglo después, la estatua de María está sobre la colina, e incluso durante el año se repiten las peregrinaciones, algunas de ellas desde lugares lejanos, hacia la Virgen de Lourdes. La voz del pueblo refiere curaciones milagrosas. Un jefe de sector del hospital de Viajayawada me decía, en 1964, que podía dar testimonio de la curación de al menos dos leprosos y de otros enfermos. Pero el milagro más grande es haber llevado a hindúes y musulmanes a vivir juntos, en paz.