El triste Año Nuevo de los pobres en Colombo
La crisis económica se deja sentir entre los vendedores ambulantes de Avurudu, la fiesta nacional que se celebra en estas horas y que marca el comienzo del año tanto para los cingaleses como para los tamiles.
Colombo (AsiaNews) - "No podemos permitirnos celebrar con alegría el Año Nuevo de los sinhalas y los tamiles. Este año es más difícil que los anteriores. No tenemos ingresos diarios suficientes, es difícil comprar ropa nueva y alimentos. No es un Año Nuevo para los pobres". Estos son los comentarios recogidos en los mercados de Sri Lanka en estas horas en las que el país celebraba la fiesta de Avurudu, que tanto para la comunidad budista como para la hindú marca el comienzo del Año Nuevo. Una fiesta nacional vivida con tristeza por los pobres, que pagan cada vez con más dureza el impacto de la crisis económica.
"Aunque es difícil ahorrar dinero, antes guardábamos parte de lo que ganábamos durante el año pensando en celebrar el Año Nuevo en abril. Pero después de Covid, los ingresos disminuyeron poco a poco y no hubo prosperidad. Este año es una pérdida para todos", declara a AsiaNews Saranapala Kasturi, un frutero budista cingalés de 58 años en la peatonal del fuerte de Colombo.
Saranapala, padre de tres niñas en edad escolar, viaja al corazón de la capital en autobús desde Homagama todas las mañanas a las 5 de la mañana. Toma dos cajas de naranjas del mayorista de fruta y las vende en la acera. Antes, vendía cuatro cajas de fruta al día y salía de Colombo a las 4 de la tarde con 3.000-4.000 rupias. "Hoy, para vender una caja y media de fruta, tengo que gritar hasta sentir sangre en la garganta, y al final del día me tengo que ir a casa con 1.000 rupias", dice. "Hay cientos de personas como yo en esta acera. Sólo nos queda la tristeza".
Según los comerciantes, la mayoría de la gente no tiene dinero para gastar este Año Nuevo. "Kavum, athirasa, kokis, aasmi: cuando la gente oye los precios de los dulces se da la vuelta. Si antes compraban de 10 a 25 por artículo, hoy sólo tienen uno para una persona", explica a AsiaNews Mabel Felicia, de 60 años, que vende dulces en el mercado público de Jaela.
Nadarasa Rasamani es un conductor de triciclos de 45 años con dos hijos pequeños. Vive en una casa alquilada en la zona de Wattala con su anciana madre, su padre, su esposa y sus dos hijos. Dice que los negocios ya no son como antes. Todos los días, a las 6 de la mañana, detiene su vehículo de tres ruedas cerca del hospital privado Hemas, en Wattala, y vende desayunos a la gente que se dirige al trabajo hasta las 8.30 de la mañana. "No podemos permitirnos comprar dulces y ropa nueva para nuestros hijos o regalos para nuestros padres", comenta Nadarasa. Ninguno de nosotros quiere pedir un préstamo para hacerlo. Por eso mi mujer y yo nos hemos olvidado tristemente de Avurudu".
17/12/2016 13:14