El mundo necesita urgentemente de la misión de la Iglesia
Octubre es un mes consagrado al despertarse de la misión entre los cristianos. En el mundo hay indiferencia o enemistad hacia Dios y la Iglesia. Las religiones son consideradas como la fuente de todas las guerras. El cristianismo es el encuentro con una Persona, que cambia la vida del fiel y lo pone al servicio de las heridas del mundo, lacerado por las frustraciones y guerras fratricidas. El ejemplo del patriarca de Bagdad y del presidente de Corea del Sur.
Roma (AsiaNews)- En un momento que parece tan indiferente a la fe cristiana y en el cual parece que las religiones sean la causa de todos los conflictos, la urgencia de la misión de la Iglesia se hace más aguda. El mes de octubre, por tradición está dedicado al despertar misionero y comenzó ayer con la fiesta de S. Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones. El culmen de este despertar está en la Jornada misionera mundial, llegada a su 91° edición, que se celebra el 22 de octubre.
Como cada año, el Papa Francisco dedica esta Jornada en su mensaje sobre el tema: “La misión en el corazón de la fe cristiana”. En otra parte ya hemos publicado el texto completo.
Aquí nos interesa subrayar algunos puntos. Ante todo el hecho que la “Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuese, no sería más la Iglesia de Cristo; sino una asociación entre otras tantas, que pronto terminaría con el agotar la primera finalidad y desaparecer”. Lo que la hace misionera es la alegría del haber encontrado el poder transformador de la persona de Jesucristo. Francisco cita al Papa Benedicto XVI: “Recordemos siempre que “al inicio del ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da la vida a un nuevo horizonte y con esto la dirección decisiva” (Benedicto XVI, Encíclica “Deus caritas est, 1”. El Evangelio es una Persona, la cual continuamente se ofrece y continuamente invita a quien la acoge con fe humilde y operante a compartir una participación efectiva a su misterio pascual de muerte y resurrección” (n. 4).
Tal subrayar es fundamental: demasiadas veces, frente a un mundo para el cual Dios es una basura llena de polvo o es enemigo de la vida cristiana, los fieles se cierran en una ciudadela hacha de afirmaciones, tradiciones, estilos de vida, líneas morales con las cuales hacer guerra al mundo. Otras veces hay grupos que se cierran en su pequeña cáscara hacho de bellas liturgias, de fraternidades sentimentales, de pequeños compromisos, suspirando y mirando al mundo que se va a la ruina. Muy a menudo, también entre la gente cristiana, se percibe un amargo cansancio, como si el cristianismo fuese ya al final, a la terminal y el mundo es ya incapaz de cosas tan grandes que es mejor seguirlo, en vez de combatirlo.
Para el Papa Francisco y para nosotros, el mundo de hoy, tan auto-suficiente, necesita misioneros, o sea de una vida cambiada por el Evangelio y que transforma a la sociedad que le está alrededor. El pontífice describe “un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y lacerado por numerosas guerras fratricidas que injustamente afectan especialmente a los inocentes”. Mirando solamente Asia, basta recordar el martirio de tantos hermanos nuestros y hermanas en Oriente Medio, en Asia del Sur, y en el Sudeste asiático, en China. Sus sufrimientos son un signo de desequilibrio y violencia en sus países, que envuelven de sangre también a otros grupos étnicos y religiosos. Y demasiado a menudo, los conflictos de poder y económicos son disfrazados como guerra de religión, decretando un rechazo aún mayor de Dios.
Este mundo-dice Francisco- necesita de la persona y del poder de Jesucristo, que “a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, que cura las heridas sangrantes de la humanidad y de Buen Pastor, tratando de buscar sin descansar a quien está perdido por senderos escabrosos y sin meta” (n.5). “El Evangelio-agrega- ayuda a superar las clausuras, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo por todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el compartir”. Ib.).
En todos estos años de “guerra santa” del Isis, cuando la tentación de escapar o de despreciar al Islam era fuerte, el patriarca de Bagdad, Louis Sako siempre pidió a los cristianos trabajar para la reconciliación del país, para la convivencia, también ahora en el cual se arriesgan nuevos conflictos con las presiones por la independencia de Kurdistán.
También en la península coreana, sacudida por los experimentos nucleares de Kim Jong-un y por las amenazas de “destrucción total” por parte de Donald Trump, se eleva la voz del presidente surcoreano Moon Jae-in, católico, que aunque apoya las decisiones de las sanciones Onu contra el despreciativo régimen del Norte, continúa exigiendo que se deje siempre un espacio para el diálogo. En la Asambleas general de la Onu, el 21 de setiembre pasado, él dijo: “Nosotros no deseamos el derrumbe de Corea del Norte… Si Corea del Norte toma una decisión ahora para ponerse de la parte justa de historia, estamos listos para asistir a Corea del Norte junto a la comunidad internacional”. Y como un sueño de benevolencia y amistad decretó en el mismo día el envío de 8 millones de dólares en ayudas alimenticias y remedios para la población del Norte desnutrida y atacada por epidemias de tuberculosis.
22/10/2017 13:45