El enfrentamiento político en torno al velo islámico en Kazajistán
El temor a la radicalización islámica ha puesto el tema cada vez más candente en Astana. El ministro de Cultura propone prohibir el hiyab y el niqāb, y el propio presidente Tokaev los ha calificado de "forma arcaica de vestir", desatando protestas y flash-mobs en las redes sociales. Se invoca la Constitución, que no prevé tales prohibiciones.
Astana (AsiaNews) - Desde hace algún tiempo, en Kazajistán, así como en Rusia y en otros países de Asia Central, se debate sobre la conveniencia de llevar prendas religiosas en los lugares públicos. El debate se centra en la vestimenta femenina, el hiyab, el himar, el niqāb y otras variantes más locales, y en el último año, tras varios atentados terroristas y el temor a la radicalización islámica, la cuestión se está volviendo cada vez más candente, política y socialmente, además de religiosamente.
Uno de los diputados más carismáticos del Mažilis (parlamento de Astaná), el histórico opositor Ermurat Bapi, también se ha pronunciado sobre la necesidad de controlar y limitar la vestimenta femenina, en busca de soluciones para preservar la paz y la seguridad, y ayudar a Kazajistán a salir de las arenas de los regímenes autoritarios. En su opinión, el proyecto de ley que se está debatiendo debe buscar un "compromiso entre la sociedad y la religión".
Fue la ministra de Cultura e Información, Aida Balaeva, quien propuso la prohibición del hiyab y el niqāb en octubre de 2023, desatando una oleada de protestas sociales, principalmente a través de TikTok, de mujeres jóvenes mostrándose en continuos flashmobs con las denostadas prendas. Esto llevó al Presidente Kasym-Žomart Tokaev a proponer la prohibición de TikTok, y en marzo de este año calificó el niqāb de "forma arcaica de vestir", impuesta a las mujeres kazajas por neófitos musulmanes radicales.
Bapi intervino para confirmar que "el problema no es el hiyab, sino el hecho de que las tendencias destructivas dañan gravemente las tradiciones nacionales de Kazajistán... Si queremos desarrollarnos como Estado laico, no debemos dejarnos influir por ideologías políticas y religiosas extranjeras, nuestro futuro debe permanecer en nuestras propias manos". El debate en el Parlamento se confunde entre los diversos modelos de prendas religiosas, que dejan más o menos visibles centímetros del rostro de las mujeres, así como la cadra y la paranja, comparando imágenes y diseños de diversas fuentes y situaciones.
El problema es que la Constitución kazaja no contiene prohibiciones ni restricciones sobre lo que pueden vestir los ciudadanos, y el jurista Maksim Mostovič recordó los diversos artículos que establecen que "toda persona tiene derecho a la intangibilidad de su vida privada, personal y familiar, y a la defensa de su honor y dignidad" (art. 18), o el derecho a "utilizar su lengua y cultura maternas, eligiendo libremente las formas de comunicación, educación, instrucción y creatividad" (art. 19), así como el derecho a la "libertad de conciencia" (art. 22). Durante la pandemia, recuerda Mostovič, "todo el mundo iba con la cara cubierta por máscaras", y no se ve la razón para una prohibición actual, que sería en sí misma "radical e ilógica".
Habría que justificar tal medida con "la violación de los derechos de terceras personas", insiste el jurista, o demostrar que cubrirse parcial o casi totalmente la cara constituye "un atentado contra el orden constitucional o la moral social". Muchas mujeres llevan esas prendas bajo la coacción de sus maridos, e incluso en este caso las prohibiciones oficiales no resuelven el problema: lo que hace falta es una verdadera "profilaxis de la violencia doméstica", creando centros de escucha y acogida para las víctimas de esas situaciones.
Algunas mujeres justifican su hiyab no sólo por un estudio más profundo de los dictados religiosos, sino también por el deseo de sentirse más protegidas y más íntimamente serenas, mientras que los diputados "creen que todas las mujeres en paranja o cadra esconden una bomba", afirma Ajžan Auelbekova, activista musulmana que interviene a menudo en la prensa local. En su opinión, Ermurat Bapi "habla sin venir a cuento de la vestimenta religiosa, de la que no sabe nada". Ella también está de acuerdo en que el niqāb, que sólo deja la hendidura de los ojos, "puede asustar a la gente alrededor", y en general, las reglas del Corán sólo sugieren cubrir las formas externas del cuerpo. La conclusión es que "las personas que siguen mandamientos religiosos deben observar primero las leyes de quienes nos gobiernan, y las autoridades deben ser capaces de hacer cumplir estas leyes sin ofender los sentimientos religiosos y la libertad de las personas".
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