El concilio putiniano de la religión patriótica
El 25 de octubre el líder supremo de "todas las Rusias" convocó dos grupos sinodales para abordar y resolver los problemas del mundo entero. La primera sesión conciliar reunió a los responsables militares y técnicos del armamento nuclear. Inmediatamente después Putin se hizo presente en la sesión de líderes religiosos, que le esperaban pacientemente en los salones más solemnes del Kremlin.
La reacción de Rusia ante los trágicos acontecimientos en Oriente Medio es tan ambigua como siempre, debido a que entran en juego factores locales y globales que alimentan el choque de civilizaciones y religiones ya desencadenado por la invasión de Ucrania. Por esa razón, además de los llamamientos y las iniciativas diplomáticas con las que Moscú intenta mostrar su centralidad geopolítica, el presidente Vladimir Putin ha decidido elevarse también por encima de todos en la dimensión religiosa con un Sobor (Concilio) del Kremlin, convocando a los líderes de las "religiones tradicionales", en una actitud grotesca que tanto recuerda la asamblea del Anticristo imaginada por el gran filósofo ruso Vladimir Soloviev en vísperas del siglo XX y de las grandes guerras mundiales.
El 25 de octubre el líder supremo de "todas las Rusias" convocó dos grupos sinodales para abordar y resolver los problemas del mundo entero. La primera sesión conciliar reunió a los responsables militares y técnicos del armamento nuclear, que se ocupan específicamente de los misiles balísticos y tácticos, para evaluar las posibles respuestas a un ataque atómico del Occidente colectivo contra la Santa Rusia. Inmediatamente después Putin se hizo presente en la sesión de líderes religiosos que le esperaban pacientemente en los salones más solemnes del Kremlin, aquellos donde hace poco más de cuatro siglos fue retenido en cautiverio dorado el Patriarca de Constantinopla Ieremias II, a quien finalmente obligaron a firmar el decreto de creación del patriarcado de Moscú - la Tercera Roma - con la misión universal de defender la verdadera fe contra todos los enemigos.
El grupo conciliar estaba formado por personalidades muy cercanas al presidente ruso desde hace años, empezando obviamente por el patriarca Kirill (Gundyaev), profeta del soberanismo ortodoxo y de la "guerra metafísica", junto con otros metropolitanos y altos jerarcas del patriarcado de Moscú. A su lado se encontraba el gran rabino de Rusia, Berl Lazar, también conocido como el "Rabino de Putin", quien recibió una cálida bienvenida porque acaba de tener un grave accidente mientras participaba en la "danza de la Torá", en la festividad del Simjat - otro bailarín chocó con él y lo hizo golpear la cabeza contra el suelo -, precisamente en el mismo momento en que los terroristas de Hamás estaban atacando a Israel. Se temió por su vida, pero después de unos días en coma, en sintonía espiritual con su pueblo sometido a duras pruebas, el rabino de Rusia regresó a tiempo para abrazar una vez más al padre de las religiones y de los pueblos de Rusia, junto con el fiel Alexander Boroda, presidente de la Federación de Comunidades Judías de Rusia y miembro de la Cámara Social de Moscú.
La tercera religión representada era obviamente el Islam - que en realidad es la más rica en fieles después de la ortodoxia y la que predomina en la región Ural-Caucásica - con la histórica pareja de los muftis Ravil Gajnutdin, el tártaro que desde hace 30 años es presidente de la administración de los musulmanes de Rusia, e Ismail Berdiev de Karachaevo-Cherkessia, en el Cáucaso Norte, quien también se encuentra en la cima del Islam ruso desde 1991. En segunda fila estaban los líderes de las religiones "un poco menos" tradicionales: el lama budista siberiano Damba Ayusheev, el obispo Ezras (Nersisyan) de la Iglesia Apostólica de los Armenios de Rusia, el metropolitano Kornelije (Titov), referente de los Viejos Creyentes Ortodoxos tan estimados por Putin, y en representación de los cristianos "occidentales" (protestantes y católicos) estaba el obispo Sergei Riajovsky, líder imperecedero de los pentecostales rusos desde la época soviética, que también sufrió las persecuciones de los últimos años brezhnevianos. Completaban la cumbre otros "padres sinodales" de menor rango.
El presidente-pontífice se dirigió a los miembros de la sobornost rusa y les agradeció en primer lugar "por el apoyo que prestan a las Fuerzas Armadas de Rusia y por acompañar a nuestros combatientes, por estar junto a los soldados en campaña y a sus familias, a todos aquellos que se sacrifican por nuestra patria en el ámbito de la operación militar especial…". "Todos, y especialmente los que están aquí presentes, deben comprender que estamos en el mismo barco, que nadie puede separarse del Estado, y si alguien quiere hacerlo, que Dios no lo permita”, dijo en alusión a las posibles fuerzas centrífugas de las etnias y comunidades regionales. Inmediatamente después Putin explicó el verdadero motivo del "concilio": "tenemos que hablar sobre los acontecimientos en Oriente Próximo y en otras partes del mundo, porque nos conciernen a todos y los vivimos con sufrimiento en el corazón" (todos suspiraron, pensando en las recientes noticias sobre una crisis cardíaca del líder, que naturalmente fue desmentida de inmediato).
El pastor supremo del Kremlin recordó que "Tierra Santa tiene un significado sagrado para los cristianos, para los musulmanes y para los judíos, para los fieles de las principales religiones tradicionales del mundo", y por lo tanto existe un vínculo ideal entre Jerusalén y Moscú. Cuando expresó "nuestras condolencias a las familias de los israelíes y a los ciudadanos de otros países que han perdido a sus seres queridos o sufrieron heridas graves", Putin evitó nombrar a los palestinos, pero de todos modos advirtió que "por los crímenes cometidos por los culpables no deben responder las personas inocentes", evidentemente sin hacer la más mínima alusión a la situación en Ucrania, porque "la lucha contra el terrorismo no se debe llevar a cabo sobre la base del infame principio de la responsabilidad colectiva". Recordó la posición oficial de Rusia en el conflicto palestino-israelí, que es la de "dos Estados y dos pueblos", aprobada por la ONU y que "la Unión Soviética apoya desde 1948", declarándose en este sentido heredero de Stalin y concluyendo que "nuestro principal objetivo es detener la violencia y el derramamiento de sangre”.
Naturalmente no faltaron acusaciones no muy veladas a "los intentos de algunas fuerzas de provocar una nueva escalada del conflicto involucrando a otros Estados y pueblos, para utilizarlos en beneficio de sus propios intereses egoístas levantando una ola de caos y odio recíproco y de esa manera consolidar su propia hegemonía en el nuevo orden mundial”. Y por encima de todo, afirmaron unánimemente los miembros del Sobor, Rusia debe impedir una "guerra de religiones", "musulmanes contra judíos, chiítas contra sunitas, ortodoxos contra católicos", especialmente porque, por lo que respecta a la guerra, "Europa hace la vista gorda", permitiendo acciones "vandálicas y sacrílegas" contra los símbolos de la religión islámica y "glorificando a los nazis y antisemitas de Ucrania, cuyas manos están manchadas con la sangre del Holocausto", y que han llegado incluso a la supresión de la "Iglesia ortodoxa canónica”.
El patriarca Kirill elogió la iniciativa conciliar, "muy oportuna y necesaria" en el contexto del nuevo conflicto en el "Mediterráneo oriental", como él llama a Oriente Medio, utilizando la terminología de la época del imperio romano. En esta región se ha concentrado "a lo largo de los siglos la atención de todas las religiones abrahámicas", recordó Kirill, es el lugar de "la comunicación entre Dios y el hombre", para virar después hacia "estos tiempos difíciles, en los que para algunos las cosas fáciles se vuelven difíciles, y para otros las difíciles se vuelven fáciles”, tratando de no exponerse demasiado sobre temas explosivos. En cambio el otro gran mufti, Talgat Tadzhuddin, no tuvo ningún problema en denunciar explícitamente que "los fundamentos de este conflicto se remontan a las injusticias contra el pueblo palestino desde hace más de 70 años, que nunca han sido resueltas por nadie... no es un problema de hoy, pero los sufrimientos ya han superado los límites", y esto provocó la crisis que comenzó con los atentados del 7 de octubre.
Si era previsible la posición decididamente favorable a los palestinos de los musulmanes rusos, mucho más ambigua fue la del rabino Lazar, quien intervino apasionadamente no tanto para defender la causa israelí como para elogiar la “sabiduría” del líder. Berl Lazar llegó a Rusia antes de la caída de la URSS, después de pasar su infancia en Milán y su juventud en Estados Unidos, y se consagró totalmente a la causa de la "nueva Rusia" con la llegada de Putin al poder. Comenzó afirmando que "suscribía cada una de las palabras, que deberían repetirse en todas partes", de lo que había expuesto el presidente. El rabino fue el único que recordó que "no es casualidad que nos hayamos reunido en vísperas del 4 de noviembre, Día de la Unidad Nacional" (ni siquiera Putin lo había mencionado), y afirmó que "¡este es un momento simbólico, que pone en evidencia la singularidad de Rusia!”. Como si no fuera suficiente, Lazar también elogió el estilo de gobierno de Putin porque "es muy bueno que nadie salga a hacer manifestaciones en las calles, todos sabemos que se acaba fomentando el extremismo".
Putin sonrió y le agradeció afectuosamente: "¡Gracias, Rebe!", llamándolo con complicidad "semítica", y demostrando de esa manera que la verdadera religión rusa no conoce fronteras étnicas, confesionales ni teológicas, sino que es la verdadera "unión sobórnica" que los pueblos siempre han estado esperando y hoy encuentra su cumplimiento en el apocalipsis de Rusia, que se extiende al mundo entero.
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