El card. Bo a los sacerdotes birmanos: Hagamos la revolución de la misericordia

El arzobispo de Yangon celebró el Jubileo de los sacerdotes en la catedral de Santa María. Estuvieron presentes consagrados de numerosas diócesis del país. En la sociedad birmana, herida por la pobreza, la explotación, la violencia y la enfermedad, llevemos “el mensaje de Jesucristo, que a los modernos les parece impracticable”.

Yangon (AsiaNews)- “Conviértanse en el pan de la misericordia, cortado y distribuido a todos nuestros hermanos”. Lo dijo el card. Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon a los sacerdotes reunidos el 1° de junio en la catedral de Santa María para celebrar el Jubileo dedicado a ellos. Había presentes también numerosos consagrados de la arquidiócesis y de las diócesis de Pathein, Mawlamyne, Hpane Pyay. En la homilía él los alentó a realizar la “revolución de la misericordia” traída por Cristo.

Al inicio de su intervención, el cardenal recordó la reciente visita de Obama a Hiroshima, donde el presidente estadounidense “fue reflexivo”. “La bomba dijo, llegó a través de una revolución científica”. “Lo que necesitamos realmente hoy-afirmó el prelado- es de una revolución moral, Sí, el Año de la Misericordia es un año de revolución moral y el líder de esta revolución es Jesucristo”.

Mirando a la historia de la humanidad, agregó después, parece que el “odio haya nacido con nosotros […]. Abran la Biblia: en las primeras páginas hay ya sangre. No de un musulmán, ni de un hebreo, ni de un hindú o de un budista”. Iniciando con Caín y Abel, los siglos están marcados por gestos de violencia: “Sobre cinco mil años de historia, las fuentes dicen que sólo ciento veinte años fueron sin guerras”.

Es en este panorama de crímenes atroces, continúa el card. Bo, que “Cristo aparece con su gran mensaje: sean misericordiosos como lo es vuestro Padre celeste. Recen por aquellos que os odian y que os persiguen. Perdonen setenta veces siete”. Cierto, reconoce el prelado, “para un hombre moderno esto parece impracticable”, pero el Papa Francisco “nos está demostrando con sus acciones que la misericordia es el núcleo de la identidad humana. Su identificación con los pobres, con las personas heridas, su visita a las cárceles, su acogida a los refugiados, su compañía con los pecadores y los marginados…él es realmente el profeta de la misericordia y el mundo fue atraído aún una vez más por este mensaje”.

Como sacerdotes, dijo el cardenal dirigiéndose a los presentes, “estamos llamados a perdonar […]. En este tiempo estamos llamados a usar el confesionario como hospital de campo, como dice el Papa, por la gente herida por el pecado”. “Tengo un gran respeto-agregó el arzobispo- de todos los religiosos que se ocupan de los pobres, de los enfermos, de los enfermos con Hiv. Vuestro trabajo de misericordia es fundamental como soldados en primera línea. Habéis visto que la pobreza se está difundiendo siempre más rápidamente en nuestra democracia. Habéis visto a las jóvenes víctimas del tráfico, los miles de niños obligados a un trabajo de menores de edad inhumano. Estén presentes en medio de ellos”.

Según el card. Bo, el trabajo de la misericordia no es prerrogativa sólo de los sacerdotes: “Hago un pedido a las familias para que sean epicentros de misericordia. Hacer una familia en estos tiempos es un gran desafío y ella necesita de misericordia más que nunca […]. Sean amables con vuestras esposas, aprecien su duro trabajo, no agranden sus equivocaciones”.

Concluyendo, el arzobispo de Yangon puso otra vez la atención sobre la difícil situación de la sociedad birmana, que “ofrece miles de modos en el cual se puede ser mensajeros de misericordia. Tenemos nuestros deberes, tenemos nuestras periferias, nuestros enfermos, nuestros sin techo, las víctimas de los tráficos. Tenemos nuestros jóvenes sin futuro. Visitemos a estas personas, apoyémosles, recordando que “quien dio de beber a un sediento en i nombre, merece el Reino de los cielos”.