El asalto de Hamás, las bombas de Israel y la libertad: el relato de un rehén tailandés
Gong Saelao formaba parte de los trabajadores inmigrantes secuestrados en el ataque terrorista del 7 de octubre. Fue liberado a finales de noviembre, tras semanas de temor "a no volver a casa con vida". Con el tiempo, los secuestradores "se hicieron más amistosos". Misterio sobre la suerte de los que siguen encarcelados en la Franja. El Presidente estadounidense Biden pide una tregua de "seis a ocho semanas".
Jerusalén (AsiaNews) - El ruido de disparos y explosiones que se acercaban, el intento de esconderse en su dormitorio y la llegada de un grupo de asaltantes con pistolas y fusiles en los puños que le vendaron los ojos, le encadenaron las muñecas y el tobillo y se lo llevaron a rastras. Lo sacaron de los campos cultivados del sur de Israel y lo arrastraron a varios escondites de la Franja de Gaza. Gong Saelao, un agricultor tailandés que emigró a Medio Oriente en busca de trabajo, aún recuerda las dramáticas etapas del secuestro por comandos terroristas de Hamás el 7 de octubre y los dos meses que pasó en cautiverio.
Hoy, de vuelta en su país, intenta no sin dificultades superar el sufrimiento psicológico y físico que padeció, aunque también habla de "gestos de amabilidad" que recibió de sus captores en el enclave palestino. "Estaba aterrorizado", cuenta a BenarNews, "porque no sabía lo que estaban pensando". La liberación se remonta al 29 de noviembre, pero aún así admite que "al principio creía que no volvería vivo a casa".
Formaba parte de los 23 rehenes tailandeses liberados por Hamás tras permanecer casi dos meses en manos de sus captores. Poco más de seis meses después del ataque que causó cerca de 1.200 muertos en Israel y de la respuesta del Estado judío con la guerra en la Franja que dejó más de 33.000 muertos, muchos de ellos civiles entre mujeres y niños, la situación de los rehenes sigue siendo incierta. No sólo de los israelíes, sino también de las decenas de extranjeros -en su mayoría asiáticos- a menudo olvidados por las crónicas internacionales.
Casi 30.000 tailandeses trabajaban en Israel antes de que empezara el conflicto, la mayoría de ellos jornaleros agrícolas de regiones pobres del noreste. Gong pertenece a la etnia hmong y relató su calvario desde la casa donde vive con su esposa Suntree (en la foto), de 28 años, en la provincia septentrional de Chiang Rai. "Cinco tailandeses", recuerda, "que estaban afuera fueron recogidos antes que yo y llevados a otro lugar". En los prolegómenos del secuestro, había retransmitido en directo por las redes sociales las fases del atentado de Hamás; después, la comunicación se rompió e incluso su mujer dejó de poder ponerse en contacto con él, temiéndose lo peor. Gong pasó varias semanas en las entrañas de Gaza, intentando escapar como los demás de los bombardeos israelíes, cada vez más intensos. Al principio, recuerda, los secuestradores se mostraron distantes, si no hostiles, pero con el tiempo se volvieron "más amistosos". Arroz, pollo, ensalada y pan -a veces con manteca o queso- eran sus comidas y recibía medicinas cuando enfermaba. "Recuperé la esperanza", dice, "de volver a casa con vida".
El tiempo que pasó en cautividad, mientras la guerra hacía estragos fuera, lo pasó encadenado, vigilado y aislado del resto de sus compatriotas, sufriendo migrañas y estrés. Me decían que no me preocupara, que volvería a casa al día siguiente", cuenta Gong, porque "Tailandia es buena, no hacen daño a los tailandeses". Al final cumplieron su palabra y, tras una "comida de despedida", lo entregaron (con los ojos vendados) a otro grupo que acabó entregándolo a los paramédicos en un vehículo de la ONU. Fue", recuerda, "como salir de un agujero negro y renacer". El 4 de diciembre, junto con otros cinco antiguos rehenes, regresó a Tailandia. Unos 15.000 trabajadores tailandeses han regresado a su país desde el comienzo de la guerra, pero el 60% de ellos afirma que volverá a Israel en cuanto se calme la situación. Él no: "La última vez", concluye Gong, "tuve suerte, pero la próxima puede que no la tenga tanto".
Entre los que regresaron a casa tras un periodo de cautiverio se encontraba una pareja tailandesa que coronó su amor contrayendo matrimonio en marzo. Nutthawaree Munkan y Boonthom Pankhong también pasaron varias semanas en manos de Hamás, siendo liberados a finales de noviembre tras 50 días de cautiverio. La pareja se enamoró e inició una relación mientras ambos trabajaban como agricultores en un "moshav" del sur de Israel, pero fueron separados cuando la milicia atacó. Tras su liberación, regresaron a Tailandia y se casaron en una ceremonia privada pero participativa. "Me resulta difícil", relató la mujer, "entender cómo sobrevivirán los rehenes que quedan. No puedo dejar de pensar en ellos". Un número indeterminado de los rehenes secuestrados en el momento del asalto siguen en manos de Hamás, entre otras cosas porque es difícil tener pruebas sustanciales de que siguen vivos en estos agitados días de conversaciones para una tregua. Algunos de ellos proceden de diversas naciones asiáticas, desde Tailandia a Nepal, y representan la "cara olvidada" de esta tragedia, entre ellos la chino-israelí Noa Argamani, cuya madre, enferma terminal de cáncer, le gustaría volver a ver antes de morir. Tampoco se tienen noticias seguras de ella y, hasta la fecha, los llamamientos de sus padres para que sea liberada han sido en vano. Por último, en el frente bélico, una nueva intervención del presidente estadounidense, Joe Biden, que pide al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que "está cometiendo un error en Gaza", que acepte un alto el fuego "de seis a ocho semanas" porque "no hay excusa" para no enviar ayuda a la Franja. Y mientras el ministro de Defensa, Yoav Gallant, contradice a su propio primer ministro al afirmar que no hay una fecha "segura" para la invasión de Rafah, para Naciones Unidas "la humanidad ha perdido su brújula moral" con este conflicto.
(Foto de BenarNews)