El Papa reza por Afganistán: que la comunidad internacional proporcione ayuda

Nuevo llamamiento en la audiencia: 'Que haya una paz definitiva: la guerra es siempre una derrota'. Recordó a la "martirizada Ucrania", así como a Palestina, Israel y Myanmar. Un pensamiento especial para "los pueblos que sufren". Catequesis sobre la caridad: "Es amor por lo que nadie amaría; incluso por el enemigo".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Todos juntos, con un corazón grande, recemos para que haya una paz definitiva”. El Papa Francisco no se cansa de convocar a la paz en el mundo, azotado por numerosos conflictos. La última vez fue esta mañana desde la plaza de San Pedro, durante el saludo a los peregrinos de habla italiana cuando terminó la audiencia general del miércoles. “Recemos por la paz. No olvidemos a la martirizada Ucrania; no olvidemos a Palestina, Israel y Myanmar".

Inmediatamente invocó por segunda vez a rezar por la paz "para todos los pueblos que sufren la guerra". Tras estas palabras, un fuerte aplauso se elevó de los numerosos fieles reunidos para la ocasión. “Nada de guerras, nada. Porque la guerra es siempre una derrota. Siempre”, añadió, reiterando conceptos compartidos y repetidos muchas veces en estas oportunidades. El Pontífice también dedicó un pensamiento a las poblaciones de Afganistán afectadas por las trágicas inundaciones que en los últimos días se produjeron principalmente en las zonas central y oriental del país, y que "siguen destruyendo numerosos hogares". Estas calamidades han causado más de 300 víctimas, según los últimos informes, entre ellos 51 niños. "Rezo por las víctimas, en particular por los niños y sus familias, y hago un llamamiento a la comunidad internacional para que proporcione de inmediato la ayuda y el apoyo necesarios para proteger a los más vulnerables", dijo Bergoglio.

La reflexión en profundidad sobre el tema "Vicios y virtudes" que ha desarrollado en las últimas semanas durante las audiencias de los miércoles, alcanzó hoy su "culminación" con la virtud teologal de la caridad, a la que se ha referido después de la fe y la esperanza. Al comienzo de la audiencia, tomando como punto de partida el "himno a la caridad" de san Pablo de la Primera Carta a los Corintios (1 Cor 13, 4-7), el Papa Francisco explicó que las palabras del Apóstol se dirigen “a una comunidad que distaba mucho de ser perfecta en el amor fraterno: los cristianos de Corinto eran más bien pendencieros, había divisiones internas”. San Pablo utiliza con ellos palabras duras, criticando la forma en que viven la "celebración eucarística". “Allí hay divisiones, y hay quien aprovecha para comer y beber excluyendo a los que no tienen nada”, añadió el Santo Padre. Estos hechos llevan a reflexionar sobre el significado del amor, muchas veces ponderado, pero que casi nunca se corresponde con las acciones. “Incluso hoy en día, el amor está en boca de muchos; en la boca de muchos "influencers" y en los estribillos de muchas canciones. Se habla mucho del amor, pero ¿qué es el amor?”, preguntó Bergoglio.

El amor del que habla San Pablo no es el "que sube, sino el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que está oculto". Es el amor que viene de Dios, el más difícil de conocer y poner en práctica. Lo que los antiguos cristianos llamaban ágape. Como todas las personas, también los cristianos "son capaces de todos los amores del mundo", pero el amor que viene de Dios es el más grande de todos. “Nos empuja a donde humanamente no iríamos: es amor por los pobres, por el que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es amor por el que nadie amaría; incluso por el enemigo", explicó el Papa Francisco, y añadió que precisamente en el "Sermón de la Montaña" (Mt 5,1-7, 29) este amor "toma el nombre de caridad"; un amor que va más allá de los criterios de la naturaleza humana. “Un amor tan audaz que parece casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros”, continuó el Pontífice. El amor "teologal", porque viene de Dios, es la "puerta estrecha" por la que hay que pasar para entrar en el Reino de los cielos. En efecto, "al atardecer de la vida no seremos juzgados por el amor genérico, sino precisamente por la caridad, por el amor que hemos dado concretamente".