El Papa denuncia una 'agresión inhumana y sacrílega en Ucrania'
Nuevo y sentido llamamiento durante el Ángelus para que detengan los "estragos y atrocidades" que se cometen con los bombardeos, que "no tienen justificación". El relato sobre las heridas de los niños víctimas de esta guerra, a los que visitó ayer en el Hospital Pediátrico Bambino Gesù. Volvió a invitar a las diócesis y a los fieles de todo el mundo para que lo acompañen el viernes 25 en el Acto de consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- La violencia que afecta a las personas más frágiles de Ucrania “es un acto inhumano, más aún, sacrílego”. Cuando terminó de rezar el Ángelus junto con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco volvió a denunciar con durísimas palabras el conflicto que se prolonga desde hace casi un mes. Afirmó que era una "agresión violenta contra Ucrania, una masacre sin sentido en la que cada día se repiten estragos y atrocidades" para los que "no hay justificación". “Suplico a todos los actores de la comunidad internacional -añadió- para que hagan un verdadero esfuerzo para poner fin a esta guerra repugnante”.
El Papa mencionó específicamente los misiles y bombas que esta semana “atacaron a civiles, ancianos, niños y madres embarazadas”. Se refirió a los niños ucranianos heridos que visitó ayer por la tarde en el Hospital Pediátrico Bambino Gesù de Roma, donde se encuentran hospitalizados: “A uno le falta un brazo, el otro está herido en la cabeza… Niños inocentes. Pienso en los millones de refugiados ucranianos que tienen que huir dejando todo atrás y siento un gran dolor por aquellos que ni siquiera tienen la posibilidad de escapar. Tantos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familias, tantos niños y personas frágiles que quedan para morir bajo las bombas, sin poder recibir ayuda y sin encontrar seguridad ni siquiera en los refugios antiaéreos. Todo esto es inhumano. Más aún, es un sacrilegio, porque va contra la sacralidad de la vida humana, sobre todo contra la vida humana indefensa, que debe ser respetada y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia”.
Francisco elogió luego la cercanía de los obispos locales y del nuncio apostólico que “en estos trágicos días están viviendo el Evangelio de la caridad y la fraternidad. En los últimos días hablé por teléfono con algunos de ellos, he visto que se mantienen muy cerca del pueblo de Dios. Gracias, queridos hermanos, queridas hermanas, por este testimonio y por el apoyo concreto que con valentía están ofreciendo a tantas personas desesperadas”. “Permanezcamos cerca de este pueblo, abracémoslo con afecto, con el compromiso concreto y con la oración. Y por favor no nos acostumbremos a la guerra y la violencia. No nos cansemos de acogerlos con generosidad, como lo estamos haciendo, pero no sólo ahora, en la emergencia, sino también en las semanas y meses que vendrán después. Pensemos en estas mujeres, en estos niños que con el tiempo, sin trabajo, separados de sus maridos y sus padres, quedarán expuestos a los 'buitres' de la sociedad. Protejámoslos, por favor”.
Por último, el pontífice renovó la invitación "a cada comunidad y a cada fiel" a unirse el viernes 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, en el "Acto de consagración de la humanidad, especialmente de Rusia y Ucrania, al Inmaculado Corazón de María", para que ella, la Reina de la Paz, obtenga la paz para el mundo”.
Ya en la reflexión sobre el pasaje del Evangelio que propone la liturgia de hoy, el Papa Francisco había invitado a leer con los ojos de la fe lo que está ocurriendo. Jesús comenta algunas cosas que habían pasado en aquel momento - el derrumbe de una torre y algunos galileos que Pilatos había hecho matar (Lc 13, 1) - y plantea la cuestión de los castigos que Dios inflige a los hombres. “¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué no interviene el Señor?”..
“Muchas veces -explicó- le atribuimos a Él nuestras desgracias y las desventuras del mundo, a Él, que siempre nos deja libres y por eso nunca interviene imponiéndose, sólo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia y, por el contrario, sufre por nosotros y con nosotros”. Jesús rechaza y refuta enérgicamente la idea de atribuir a Dios nuestros males: “El mal nunca puede venir de Dios porque no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia. En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar dentro de nosotros mismos: es el pecado el que produce la muerte; es nuestro egoísmo el que destruye las relaciones; son nuestras elecciones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal”.
El camino que Él señala, por lo tanto, es la conversión, “una invitación urgente, especialmente en este tiempo de Cuaresma. Abrámonos a la lógica del Evangelio, porque, donde reina el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder”. Sin embargo, Jesús también sabe que “convertirse no es fácil, que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y en los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizás, nos parece que nuestro compromiso por el bien es inútil, en un mundo donde el mal parece reinar”. Por eso nos alienta con la parábola de la higuera, que no da fruto en el tiempo establecido pero sin embargo no se corta: se le da más tiempo, otra oportunidad. “Eso es lo que el Señor hace con nosotros – concluyó Francisco – no nos aparta de su amor, no se desanima, no se cansa de volver a confiar en nosotros con ternura”.
02/05/2017 13:54
25/03/2022 23:33