El Papa al Sínodo: hacer que broten sueños, despertar profecías y visiones
Francisco dio apertura al Sínodo sobre los jóvenes. Reconocer, interpretar y elegir, configuran el camino a seguir en el trabajo que hay por delante, para llegar a un discernimiento y escuchar lo que el Espíritu nos sugiere. Cada 5 intervenciones, habrá unos tres minutos de silencio para reflexionar.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La tarea del Sínodo es “hacer brotar sueños, despertar profecías y visiones, hacer que florezcan esperanzas, confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar un alba de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, infunda calor en los corazones, restaure fuerzas en las manos e inspire en los jóvenes – en todos los jóvenes, sin excluir a nadie – la visión de un futuro que esté rebosante de la alegría del Evangelio”. Quien lo dijo fue el Papa Francisco, en el largo discurso pronunciado esta tarde, dirigido a los participantes de la 1º Congregación General de la XV Asamblea General del Sínodo de obispos, sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
En el discurso inaugural, el Papa, como ya es habitual, no tocó el tema del cual se ocuparán los padres sinodales, para no condicionarlos, pero sí habló de objetivos y métodos. A tal fin, hay una nueva disposición, por la cual “durante el trabajo, tanto en la asamblea plenaria como en los grupos, cada 5 minutos se observará un momento de silencio – de aproximadamente tres minutos de duración – para permitir que cada uno preste atención a cómo repercuten las cosas escuchadas en su corazón, a fin de ahondar en ello y darse cuenta de lo que más toca a uno. Esta atención a la interioridad es clave para cumplir con el camino de reconocer, interpretar y elegir”.
Reconocer, interpretar y elegir que son, dijo él, el camino a seguir durante la labor, para llegar al discernimiento a fin de escuchar aquello que el Espíritu nos sugiere, con la convicción de que “Dios está obrando en la historia del mundo, en los eventos de la vida, en las personas con las que me encuentro y que me hablan”.
A tal fin, el primer paso es la escucha.”La actitud de escucha no puede limitarse a las palabras que intercambiaremos en el trabajo sinodal. El camino de preparación para este momento ha hecho patente una Iglesia que está ‘en deuda con la escucha’, también en relación a los jóvenes, puesto que ellos a menudo no se sienten comprendidos en toda su singularidad y por lo tanto, no son acogidos por lo que son realmente, e incluso tal vez son rechazados. Este Sínodo brinda la oportunidad, la tarea y el deber de ser signo de la Iglesia que se dispone a la escucha de verdad, que se deja interpelar por las demandas de aquellos que vienen a su encuentro, y que no siempre tiene a mano una respuesta prefabricada para dar. Una Iglesia que no escucha muestra que está cerrada a la novedad, cerrada a las sorpresas de Dios, y no podrá resultar creíble, particularmente para los jóvenes, que inevitablemente se alejarán de ella, en lugar de acercarse”.
Para ello, también necesitamos, como requisito, “liberar nuestras mentes y nuestros corazones de prejuicios y estereotipos”. “Los vínculos entre las generaciones son un terreno en el cual prejuicios y estereotipos echan raíces con una facilidad proverbial, a tal punto que a menudo ni siquiera nos damos cuenta de ellos. Esto hace que los jóvenes sientan la tentación de considerar a los adultos como anticuados; y que los adultos sientan la tentación de considerar a los jóvenes como inexpertos, y de saber cómo son y, sobre todo, cómo debieran ser y comportarse. Todo esto puede constituir un fuerte obstáculo para el diálogo y para el encuentro entre las generaciones”. Para realizarlo, “los adultos debieran superar las tentaciones de menospreciar las capacidades de los jóvenes y de juzgarlos negativamente”, y los jóvenes, por su parte, “debieran superar la tentación de no prestar oídos a los adultos y de considerar a los ancianos como ‘cosa antigua, del pasado y aburrida’, olvidando que es insensato querer recomenzar siempre desde cero, como si la vida se iniciase exclusivamente con cada uno de ellos”.
Francisco volvió a advertir sobre el peligro de la “plaga de clericalismo”. “El mismo nace de una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder a ejercer, en lugar de un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y ello conduce a considerarse como perteneciente a un grupo que posee todas las respuestas y que ya no necesita escuchar ni aprender nada. El clericalismo es una perversión y es la raíz de muchos males en la Iglesia: debemos pedir humildemente perdón por ellos y, sobre todo, crear las condiciones para que no se repitan”.
Se trata de tener una actitud positiva hacia el futuro, aún cuando el presente, “incluso el de la Iglesia, parezca cargado de fatigas, problemas y cargas. Pero la fe nos dice que esto es también el kairós en el cual el Señor viene a nuestro encuentro para amarnos y llamarnos a la plenitud de la vida. El futuro no es una amenaza que se ha de temer, sino que es el tiempo que el Señor nos promete para que podamos hacer la experiencia de la comunión con Él, con los hermanos y con toda la creación”.
“Por lo tanto, comprometámonos a tratar de “ir al encuentro del futuro” y a hacer que de este Sínodo, no surja sólo un documento – que generalmente es leído por pocos y criticado por muchos - sino sobre todo, propósitos pastorales concretos, capaces de realizar la tarea del Sínodo mismo, es decir, hacer brotar sueños, despertar profecías y visiones, hacer que florezcan esperanzas, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, infunda calor en los corazones, restaure las fuerzas en las manos, e inspire en los jóvenes – en todos los jóvenes, sin excluir a nadie – la visión de un futuro que esté rebosante de la alegría del Evangelio”.