El Oriente Medio, en riesgo de una crisis hídrica sin precedentes
Para el World Resources Institute, entre las naciones en riesgo se encuentran Qatar, Israel, el Líbano, Irán y Jordania. Éstas extraen más del 80 por ciento de los recursos totales de agua a disposición. Períodos de sequías prolongadas y temperaturas cada vez más elevadas se suman a la escasa inversión en la reutilización de aguas residuales. Hay que limitar el desperdicio, para evitar la catástrofe.
Doha (AsiaNews) - En el Oriente Medio (y en el Norte de África) se perfila una crisis de agua sin precedentes; desde Qatar a Israel, pasando por Irán y el Líbano, con la sola excepción de Omán, los países del área arriesgan afrontar en breve “un estrés hídrico extremadamente elevado”. Es lo que surge de la clasificación vinculada al “estrés hídrico”, presentada en los últimos días por el World Resources Institute (WRI). Según el instituto, 17 naciones se encuentran en grave peligro porque consumen anualmente más del 80% del agua a disposición”.
“El estrés hídrico es la emergencia más grave que pueda darse” en materia ambiental, “y nadie habla de ello”, afirma Andrew Steer, presidente y administrador delegado del WRI. Las “consecuencias”, agrega, ya son “visibles”, y bajo la forma de “inseguridad alimentaria, conflictos y migraciones, e inestabilidad financiera”.
La clasificación anual examina la situación de 189 naciones del mundo en lo que respecta a las dificultades a que se ve sometido el sistema hídrico del país, el riesgo de sequía e inundaciones fluviales graves. El instituto, que trabaja en colaboración con universidades e institutos de investigación de Suiza y Holanda, utiliza datos recogidos entre 1960 y 2014. Y los resultados son dramáticos: en breve, un cuarto de la población podría afrontar peligrosas carencias hídricas y se trata de un fenómeno a escala global.
Sin embargo, los mayores peligros se concentran en el Oriente Medio y en el Norte de África, donde se encuentran los primeros 12 países (sobre 17) de la clasificación especial elaborada por el WRI, dentro de cuyas fronteras vive un cuarto de la población mundial. Naciones como Qatar, Israel, el Líbano, Irán, Jordania, Libia, Kuwait, Arabia Saudita, Eritrea y los Emiratos Árabes Unidos (en los primeros diez puestos) extraen anualmente el 80% de los recursos totales de agua a disposición.
Los expertos del WRI recuerdan, además, que en la lista solo están presentes los Estados miembros de las Naciones Unidas. Si se amplía el contexto, vale destacar la situación de Palestina que, de ser incluida en la lista, “terminaría ubicándose entre el Líbano e Irán, en el cuarto puesto.
En el área medio-oriental los períodos de sequía prolongados y las temperaturas cada vez más elevadas se suman a la escasa (o nula) inversión en la reutilización de aguas residuales. Como consecuencia, la explotación de los recursos internos es todavía mayor. Las naciones del Golfo Pérsico, por ejemplo, someten casi el 84 por ciento de sus aguas residuales a un tratamiento de purificación, pero luego reutilizan apenas el 44 por ciento del agua obtenida. En este contexto dramático, hay excepciones que merecen ser destacadas, como el Sultanato de Omán: a pesar de ubicarse en el 16o puesto del ránking de países en riesgo, está surgiendo como un modelo a seguir, ya que somete el 100% de sus aguas residuales a tratamientos de purificación, y luego reutiliza el 78 por ciento. Distinto es el caso de la India (en el puesto 13), que genera gran preocupación ya que tiene una población que triplica la de los 16 países del ránking, sumados.
Uno de los factores que ha provocado un aumento considerable de la explotación de los recursos hídricos es, ante todo, el cambio climático, que ha determinado períodos de sequía más frecuentes, volviendo más dificultosa la irrigación de los cultivos agrícolas, y obligando a hacer un mayor uso de las aguas subterráneas. Al mismo tiempo, el aumento de las temperatura hace que se evapore el agua de las cuencas fluviales con mayor facilidad, agotando el volumen disponible para el consumo.
Es por eso que se llama a lograr una mayor eficiencia en el sector agrícola, con el uso de cultivos que requieran menos agua y mejorando las técnicas de riego. Además, hay que reducir el desperdicio de alimentos, cuya producción requiere un cuarto del total del agua usada en agricultura. Por otro lado, debe invertirse en nuevas infraestructuras para el tratamiento de aguas y cursos de agua, a fin de conservar el agua de lluvia: no más derroche, sino prudente y buena utilización, para evitar que esto impacte en los recursos hídricos internos.
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