El 'sinulog' del renacimiento en Cebú

de Santosh Digal

Tres millones de personas en la fiesta del Santo Niño tras las graves pruebas que se vivieron en la segunda ciudad de Filipinas a causa del Covid-19 y el desastre del tifón Odette. Monseñor Palma: “Hemos visto que en los momentos de dificultad Jesús es la esperanza a la que podemos aferrarnos”. La historia de María Leriza que, gracias a esta devoción, cambió su vida y abandonó los juegos de azar.

Cebú (AsiaNews) - Después de tres años de suspensión forzosa debido al Covid-19, más de tres millones de devotos participaron el domingo 15 de enero en la celebración del Santo Niño de Cebú, la fiesta popular que cada año rinde homenaje a la venerada imagen local del Niño Jesús. En 1565 los invasores españoles la encontraron bajo unos escombros en la provincia de Cebú y cuenta la tradición que había sido un regalo a la reina cebuana, en el día de su bautismo, de Fernando de Magallanes, el marino portugués que dirigió la primera expedición española a las islas en 1521.

En la homilía de la solemne Misa pontificia que celebró en la basílica menor, Mons. José Serofia Palma, arzobispo de Cebú, dijo que el “Santo Niño es nuestro compañero, la fuente de la fe en nuestro camino de paz”. Mons. Palma también elogió la fe y la resiliencia del pueblo de Cebú que, además del Covid-19, en los últimos años ha enfrentado con valentía otros desafíos, como la destrucción que produjo en Filipinas el tifón Rai, en diciembre de 2021. También conocido como "supertifón Odette", fue el segundo más grave después del desastre del tifón Haiyan en octubre de 2013, que dejó casas e iglesias arrasadas por la tormenta.

“En los momentos de grandes dificultades – comentó el arzobispo de Cebú – Jesús es la esperanza a la que podemos aferrarnos, la luz que brilla siempre en la oscuridad y la fuente de felicidad y de paz que nada ni nadie en el mundo puede dar”. "Cebú se recuperó, nos ayudamos unos a otros y ahora los turistas no ven los daños que causó Odette". Pero esto - concluyó - debe ser una invitación dirigida a todos, para construir relaciones fraternas por el bien de la paz y trabajar concretamente para proteger el medio ambiente.

Después de la misa los fieles se unieron a la larga procesión jalonada por el "sinulog" -la tradicional danza-oración en honor al Santo Niño- que recorrió más de 5 kilómetros desde la basílica menor hasta las principales calles de la ciudad de Cebú.

Durante la procesión, muchos compartieron su historia prsonal de inquebrantable devoción a este gran signo de la fe filipina. Por ejemplo María Neriza Lawas, una madre de 65 años que en su juventud era una fanática de los juegos de azar. En 1983, cuando supo que esperaba su tercer hijo, usó sus ganancias de las apuestas para comprar una imagen del Santo Niño, y su vida cambió.

Por su parte Daniella Liz N. Maurecio, una estudiante de Minglanilla que asiste regularmente a la iglesia, pide el don de la sabiduría: “Quiero inspirar a mis compañeros de clase para que, con la ayuda del Santo Niño, hablen claro y se apoyen mutuamente mientras luchamos por nuestras aspiraciones”.

Según el padre Daniel Franklin Pilario, profesor de la Universidad Vicentina Adamson de Manila, la fiesta del Santo Niño en Filipinas es algo único: "Cuando los jóvenes levantan sus estatuas y bailan con ellas en las manos, uno solo puede imaginar lo que están pidiendo en el fondo de su corazón”, comenta. La fiesta del Santo Niño une a ricos y pobres, jóvenes y viejos. Pero, como recuerda el sacerdote verbita Bel R. San Luis, después hay que trasladar ese testimonio de fe a la vida cotidiana, que muchas veces es imperfecta o irregular: "El verdadero desafío es tender puentes entre la devoción y nuestro comportamiento".

Imágenes facilitadas por la Basílica Menor del Santo Niño de Cebú