El 'gopnik' Putin y la rusofobia de los rusos
El gran escritor ruso Viktor Erofeev ha comparado al presidente -por sus resentimientos y manías bélicas- con los "delincuentes callejeros" que quisieran reapropiarse del mundo y vengarse de todas las humillaciones sufridas. La "rusofobia" es una de las principales motivaciones de la guerra de Putin, pero el problema es que no se trata de un sentimiento propio de los adversarios, sino una parte constitutiva del "alma rusa".
Uno de los escritores rusos vivos más importantes, Viktor Erofeev, en una entrevista con Novaya Gazeta dio una definición esclarecedora del presidente ruso y sus manías bélicas: “Putin es un gopnik [delincuente callejero], y se puso a hacer la guerra porque estaba aburrido”. El término, imposible de traducir con precisión, era muy usado en la época soviética como una derivación del acrónimo GOP que significaba "Asociación Ciudadana de Niños Abandonados" (Gorodskoe Obščestvo Prizora), o de otro correspondiente a "Albergue Ciudadano del Proletariado" (Gorodskoe Obščežitie Proletariata). En ambos casos se hace referencia a esa parte de la población sin domicilio estable, compuesta en su mayoría por niños y adolescentes, que hacía estragos en las calles de muchas ciudades -especialmente en las repúblicas más alejadas del centro del imperio- y que de alguna manera había que mantener bajo control.
Los gopniki representaban también una contracultura informal, refractaria a las liturgias ideológicas, socialmente marginada y con una extrema y violenta propensión a buscar compensaciones materiales y afirmaciones de su propia identidad, que rechazaban los valores morales oficiales. Generalmente eran personas provenientes de familias desestructuradas y poco acogedoras, que también eran el resultado de una política de Estado que pretendía sustraer a las familias naturales la tarea de educar aunque después resultaba incapaz de ocuparse seriamente de todos los ciudadanos, dando lugar así al privilegio de los poderosos según las jerarquías partidarias.
Dostoievski ya había descrito en la novela El adolescente una dimensión que está muy presente en la conciencia de los rusos: el deseo reprimido de hacer realidad "grandes ideas" y arrojarle al mundo en la cara todos sus rencores. En realidad Erofeev representa la tradición opuesta a la eslavófila de Dostoievski, la línea "occidentalista" de los rusos que no creen en la especificidad de la cultura y el alma rusas, y arremeten contra sus compatriotas poniendo en evidencia su falta de fundamentos ideales y de coherencia ética. Erofeev, de 75 años, pertenece a la última generación de escritores disidentes antisoviéticos, y es uno de los principales representantes de los escritores "posmodernos" de los últimos treinta años, junto con Vladimir Sorokin y Viktor Pelevin, el trío de "enemigos" cada vez más hostigados en los años de Putin.
Amigo de Gorbachov y del político Boris Nemtsov, asesinado hace diez años por los sicarios chechenos de obediencia putiniana, Erofeev cuenta que este último había afirmado varias veces, después de haber sido el delfín político de Yeltsyn, que estaba profundamente arrepentido de haber permitido que el poder pasara a manos de un personaje como Putin, que "representa lo peor de la herencia soviética". En efecto, el ex jefe de la KGB/FSB, convocado a fines del '99 para controlar a los rebeldes chechenos (la guerra que anticipó la actual en Ucrania), había intentado en la primera década de su reinado mostrarse moderadamente liberal, incluso en la centralización del poder oligárquico, intentando estabilizar a Rusia en una situación de relativo bienestar, saldando deudas y buscando acuerdos con Occidente y con el resto del mundo.
Después de 2008, cuando el país parecía haber alcanzado el nivel de equilibrio que buscaba, empezó a ser cada vez más evidente el verdadero rostro de Putin, un gopnik, un desquiciado que pretende "reapropiarse del mundo" y vengarse de todas las humillaciones sufridas. Y lamentablemente el consenso plebiscitario que siempre le ha rodeado no es sólo fruto de la represión, la propaganda y la manipulación, aunque estas sean evidentes. "Rusia es un estado ilegal", afirma Erofeev, "con parlamentos falsos, gobiernos falsos y jueces falsos". Gran parte de la población ha heredado el resentimiento de los gopniki soviéticos, el deseo de "hacerles pagar" a los estadounidenses y a los europeos, primero con el consumo desaforado de sus bienes materiales (los "nuevos rusos", empresarios y turistas desenfrenados), y ahora con la destrucción despiadada y la reivindicación grotesca de "valores superiores", cuando todo el mundo sabe que la inmoralidad es el verdadero estilo de vida de los rusos enriquecidos y adinerados, como los opričniki [guardias imperiales] de Sorokin.
Erofeev también llama a Putin el "zar-patsan", utilizando otro término que indica adolescentes inmaduros y fuera de control, que por extensión se aplica a todos los rusos a los que la "madre soviética" no les ha enseñado a aceptar la realidad. Paradójicamente, se ha perdido lo mejor de la utopía comunista: la ideología, la gran ilusión de guiar al mundo hacia la revolución socialista, el sistema del Estado social, incluso la potencia militar que desafiaba e imponía los equilibrios de la guerra fría. Como niños que han crecido sin ideales ni puntos de referencia, los rusos hoy apoyan masivamente la guerra de Putin, más allá de la indiferencia, la resignación o la disidencia, porque los mueve el instinto destructivo de "cuanto peor, mejor" propio de los súbditos impacientes y aburridos, una "psicología de esclavos degradados", según el escritor.
"Para Putin no es importante a quién le hace la guerra, él no lucha contra Ucrania, sino que lo hace sólo porque está mortalmente aburrido, y eso define su autoconciencia: miren la expresión sombría de su rostro, solo se anima cuando toma un arma, tal vez un poquito cuando se sube a un caballo… busca adrenalina, no le alcanzan ni la Union Sovietica ni el Imperio, se desahoga con sus vecinos porque es la unica oportunidad que tiene”- explica Erofeev -. “En enero había enviado tropas a Kazajistán, pero el camarada Xi lo obligó a dar marcha atrás de inmediato, y entonces se desquitó con los que tenía su izquierda”.
Las descripciones de Erofeev son sarcásticas y paradójicas, como toda su literatura, lo que le causó muchos problemas tanto antes como después de la caída del Muro. En 1979 fue uno de los fundadores del almanaque alternativo "Metropol", prohibido por el régimen, y veinte años después, en 1999, escribió una "Enciclopedia del alma rusa", que provocó reacciones indignadas y acusaciones de "rusofobia", con secuelas judiciales y quemas públicas del libro. En este libro arremetió, por boca de uno de los protagonistas de la novela, contra sus propios compatriotas: "a los rusos hay que apalearlos y fusilarlos, hay que aplastarlos contra la pared, porque si no, dejan de ser rusos: los rusos son una nación vergonzosa".
Precisamente la "rusofobia" es una de las principales motivaciones de la guerra de Putin, pero el problema es que no se trata de un sentimiento propio de los adversarios, sino una parte del "alma rusa"; el no estar conformes con ellos mismos, el no poder soportar ser "normal" como todos los demás, el deseo de autodestruirse. De lo contrario no se puede explicar el bombardeo absurdo de los últimos días contra el centro de Kiev, “madre de todas las ciudades rusas”, salvo por la necesidad de acallar la ira interior contra las propias contradicciones. Cuando le preguntan si cree que Putin usará las armas atómicas, Erofeev responde que "lo hará sin duda, sobre todo si Ucrania sigue atacando los territorios recién anexados, pero en realidad ha estado apuntando a este resultado desde el comienzo de la guerra, con mis amigos lo venimos hablando desde marzo”.
Los amigos del escritor son intelectuales y periodistas rusos, polacos y franceses, que comentan su última obra, Viaje de Moscú a Berlín. El libro hace eco al famoso Viaje de Petersburgo a Moscú de uno de los pocos grandes escritores liberales de la historia rusa, Aleksandr Radiščev, quien a finales del siglo XVIII describió la miserable condición de los siervos en el campo ruso. Erofeev dice que le hubiera gustado llamar al libro "Fuga de la morgue", porque a estas alturas "Rusia es un cadáver del que se escapan las cucarachas, solo sorprende que haya sobrevivido tanto tiempo". En su opinión, no hay un futuro para la era post-Putin, "haría falta un milagro para resucitar al muerto, quizás un nuevo Pedro el Grande que funde un estado completamente nuevo".
Afortunadamente las sombrías predicciones de Erofeev no se basan en análisis político-militares sino en su "occidentalismo rusofóbico", que no le impide afirmar que "quiere volver pronto a Rusia, porque todavía tengo muchos amigos allí y no querría perderme el milagro, si alguna vez se produce”. Sin embargo muchos intelectuales comparten su punto de vista sobre la miseria moral de la clase putiniana, con todos los desastres que ha causado, como los miembros de la disuelta asociación humanitaria Memorial, que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz. Por boca de uno de sus representantes, Oleg Orlov, hablan de la "mutación de Rusia" que comenzó con la guerra de Chechenia y ahora se ha completado con la guerra de Ucrania. "No se trata sólo de guerras coloniales internas de la Rusia postsoviética, es es una mutación que ha llevado al régimen actual, que ya no tiene nada que ver con la verdadera Rusia”.
Esa Rusia que forma parte del alma universal, de la literatura, la música, el arte e incluso de la religión ortodoxa, representada a su vez por patriarcas y metropolitanos "mutantes", hoy ya no existe. Sólo queda la esperanza en el milagro de la resurrección, rezando para no morir sepultados en la morgue de Putin.
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