12/10/2024, 17.12
JAPÓN
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El «día después» de Japón ante el Nobel a las víctimas de la bomba atómica

de Stefano Vecchia

El llanto incrédulo de los 'hibakusha' en un país que ha luchado por tomar conciencia de su sufrimiento y reconocer su igual dignidad. El papel del movimiento en la campaña para prohibir las armas atómicas. El primer ministro Ishiba habla de un reconocimiento «extremadamente significativo», pero cita la disuasión nuclear como «respuesta pragmática».

Tokio (AsiaNews) - Es difícil oponerse a la decisión del Comité Nobel que ayer concedió a la organización japonesa Nihon Hidankyo el Premio Nobel de la Paz 2024. Un acto importante, que no sólo menciona abiertamente a quienes fueron víctimas de la bomba atómica en las décadas que siguieron al lanzamiento de las dos bombas estadounidenses sobre Hiroshima y Nagasaki (6-9 de agosto de 1945), sino también el esfuerzo constante de los supervivientes por ser portadores de un mensaje inequívoco: poner fin a la pesadilla nuclear que pesa sobre la humanidad desde hace casi ochenta años.

Desde la capital laosiana, Vientiane, donde se encuentra de visita oficial, el nuevo Primer Ministro, Shigeru Ishiba, calificó el premio de «extremadamente significativo». Sin embargo, al felicitar hoy por teléfono a Terumi Tanaka, copresidente del grupo, de 92 años, citó «la necesidad de la disuasión nuclear como respuesta pragmática, al tiempo que afirmaba que la abolición de las armas atómicas es el objetivo final».

Por su parte, el copresidente de Nihon Hidankyo y jefe de la Confederación de Organizaciones de Víctimas Atómicas de la Prefectura de Hiroshima, Toshiyuki Mimaki, de 82 años, habló de «sentirse como en un sueño», subrayando su incredulidad al conocer la noticia con un llanto. «Incluso nuestros predecesores se alegrarán de esto», añadió.

Fundada en 1956, la Confederación ha logrado importantes objetivos, primero en el reconocimiento internacional de la primera realidad cubierta de los supervivientes; después, instando a la opinión pública japonesa a tomar conciencia de su sufrimiento y a reconocer su igual dignidad; por último, trabajando por una paz mundial que pase ante todo por la anulación de los arsenales nucleares. En este último aspecto, se encontraron con una actitud cautelosa y a veces ambigua por parte de la autoridad política, que en aras del consenso y de la necesidad dictada por las alianzas internacionales rara vez dio apoyo oficial a sus iniciativas, mientras que una gran parte de los hibakusha seguía viviendo en una zona gris en cuanto a protección jurídica y bajo una discriminación rastrera hacia ellos que asociaba la vergüenza por su derrota y su responsabilidad en el conflicto mundial.

A través de los medios de comunicación japoneses, que hoy han dado cierta relevancia a la entrega del premio, la reacción de los supervivientes (sólo una parte de los aproximadamente 107.000 hibakusha, hoy en su mayoría descendientes de las primeras víctimas de la radiación pero que soportan de diversas formas las consecuencias de la contaminación) fue de incredulidad, también por el uso del término (hibakusha, precisamente) que en japonés subraya su victimización y que rara vez se utiliza públicamente. Sin embargo, la alegría -más que por el reconocimiento de la situación de quienes escaparon a la muerte inmediata arrastrando secuelas físicas y heridas psicológicas- es por el reconocimiento internacional del papel del movimiento en la batalla por la prohibición de las armas atómicas.

 

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