Diyabakir, el homicidio del abogado activista Tahir Elci alimenta el enfrentamientos entre turcos y kurdos
Diyabakir (AsiaNews/Agencias) – El homicidio del abogado kurdo Tahir Elci ensombrece aún más el futuro democrático en Turquía, al mismo tiempo que se enardece el enfrentamiento entre las fuerzas del gobierno y el movimiento independentista en el sudeste del país. Decenas de miles de personas participaron ayer en Diyabakir en las exequias del letrado y activista, asesinado con disparos de arma de fuego el 28 de noviembre pasado, al término de una conferencia que se había llevado a cabo en la histórica mezquita en la zona antigua de la ciudad. Durante su intervención, él había solicitado que se retomara el diálogo entre Ankara y los rebeldes separatistas del Partido de los trabajadores del Kurdistán (PKK). Fue matado de un disparo en la nuca, y sus familiares hablaron inmediatamente de "asesinato"; en el tiroteo fueron también heridos y asesinados dos policías.
Entre los participanes en el funeral reinaba un clima de escepticismo acerca de las verdaderas intenciones de las autoridades de Ankara, de los altos funcionarios locales de la seguridad y la justicia, y/ó los responsables del homicidio. Para muchos, este asesinato está destinado a agudizar la violencia y a fomentar ulteriores enfrentamientos; las autoridades han dictado el toque de queda en la zona que fue escenario de la muerte del abogado y presidente de la Asociación forense de Diyabakir. En las últimas horas, numerosos colegas del abogado han salido a manifestarse públicamente para pedir justicia.
El Primer Ministro turco Ahmet Davutoglu declaró que el arma con la cual fue asesinado Tahir Elci es la misma que fue usada para disparar contra los policías. Sin embargo, el líder del movimiento político filo-kurdo del Partido Democrático del Pueblo (HDP), Selahttin Demirtas, dice ser escéptico sobre las verdaderas intenciones del gobierno: “Nuestro escepticismo -afirmó- es justificado, porque en el pasado han ocurrido muchas circunstancias similares en nuestra tierra” y los culpables continúan impunes.
Cientos de personas han muerto desde que, en julio pasado, se levantó el cese del fuego entre las fuerzas de seguridad turcas y los rebeldes kurdos del PKK, lo cual ha dado nueva linfa a un conflicto que ya lleva decenios (comenzó en 1984) y que ha causado la muerte de por lo menos 40.000 personas. La muerte de Elcié está destinada a agudizar esta lucha, con el sudeste de Turquía sumergido en un creciente desorden y Ankara decidida a reforzar los ataques contra los militantes kurdos a lo largo de la frontera con Siria e Irak. .
Analistas y expertos en política medioriental refieren que la reciente ola de vioelncia en Turquía debe ser vista en relación con la guerra que está combatiendo en la vecina Siria. Los últimos éxitos militares de los milicianos kurdos -apoyados por los ataques aéreos de los Estados Unidos- contra el Estado Islámico han llegado a galvanizar el movimiento político kurdo en Turquía. Simultáneamente, ese enclave kurdo es visto con temor por el gobierno de Ankara y por el presidente Recep Tayyip Erdogan, quien en el pasado tuvo diálogos de paz con los kurdos, pero que desde hace tiempo ha adoptado un puño de hierro y la represión armada contra el PKK y sus simpatizantes.
Los episodios de violencia llegaron a su culmen en julio pasado, cuando un atacante suicida se hizo estallar por los aires en la ciudad de Suruc, cerca de la frontera ; en esa zona algunos grupos de activistas estaban haciendo una colecta de elementos destinados a ayudar a la población más alla del límite con Kobane, localidad de mayoría kurda en Siria, y desde hace tiempo, centro de una áspera disputa, Dos días más tarde, los milicianos kurdos, como represalia, asesinaron a dos policías turcos, acusando al gobierno de favorecer las acciones terroristas de los yihadistas y de permitir el paso de armas y provisiones a través de la frontera.
En este epiral de violencia y terror, Elci había reclamado, en muchas oportunidades, a la calma y a retomar el proceso de paz entre el gobierno y el PKK. Recientemente había pedido permiso para encontrarse con el líder kurdo, que está prisionero en una cárcel turca, pero Anakara rechazó la solicitud. Comentando la decisión, él había subrayado que de este modo se comprendía que “el gobierno [turco] desea que continuen los enfrentamientos armados. Ambos frentes quieren esto”. Por lo demás, él era un ferviente y puntillosos crítico no solamente del gobierno turco, sino del mismo movimientos kurdo, el cual él no definía como "organización terrorista”, como han establecido Ankara y Washington, pero del cual no dejó de denunciar sus hechos de violencia. Activo en el campo de la justicia y de los derechos humanos desde 1990, desempeñó un rol primario en la denucnia de los abusos del Estado cometidos por Turquía. En una realidad de violencia y terror, predicaba -sin ser escuchado- el lenguaje de la ley y del derecho, además de la importancia del proceso y del diálogo político. En una de las últimas entrevistas, que fue concedida el 9 de noviembre pasado para Time en su sede de Diyabakir, él afirmó: “La situación es pésima, pero temo que está destinada a empeorar en el futuro”.
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