Cristianos e hindúes, en defensa de los ‘vulnerables’ de la sociedad
Mensaje del Consejo Pontificio para el diálogo inter-religioso dirigido a los hindúes, con ocasión de la festividad de Diwali. “La atención y la cooperación son necesarias, no sólo para defender el legítimo lugar y los derechos de las personas vulnerables en el seno de la sociedad, sino también para alimentar una cultura del cuidado y de la consideración hacia ellos”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Se titula “Cristianos e hindúes: en defensa de los vulnerables de la sociedad”, el mensaje que el Consejo Pontificio para el diálogo inter-religioso ha enviado hoy a los hindúes, con ocasión de la festividad de Diwali. Celebrada por todos los hindúes, la fiesta es más conocida como Deepavali, es decir “hilera de lámparas de aceite”. Fundada en la Antigua mitología, ésta representa simbólicamente la victoria de la verdad sobre la mentira, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte y del bien sobre el mal.
En el documento, que lleva la firma del secretario, Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, M.C.C.J., se lee que “a partir de los noticieros y por la web, estamos en conocimiento de las pruebas que todos los días deben sufrir los miembros vulnerables de nuestra sociedad: pobres, enfermos, ancianos, inválidos, indigentes, abandonados y migrantes; los marginados y excluidos desde el punto de vista social, religioso, cultural y lingüístico, y las víctimas de abuso y violencia, especialmente las mujeres y niños. En su gran mayoría, privados de ayuda e indefensos, descartados e ignorados por una sociedad cada vez más indiferente e incluso insensible a las necesidades y a los sufrimientos humanos, hoy, en todas partes, las personas vulnerables sufren muchísimo. En este contexto inquietante, queremos compartir con ustedes una reflexión sobre cómo nosotros, hinduistas y cristianos, juntos, podemos abocarnos a la tarea de defender, proteger y asistir a estas personas”.
“El deber moral de ocuparse de las personas vulnerables brota de nuestra creencia en común de que todos somos criaturas de Dios y, en consecuencia, hermanos y hermanas, iguales en dignidad, y mutuamente responsables, pero dicho deber nace también de la experiencia de nuestra misma vulnerabilidad, cuando a veces buscamos quien nos ayude. Una sana conciencia de nuestra condición humana, común a todos, y de nuestro deber moral para con los demás, nos impulsa a defender su causa, haciendo todo lo posible para aliviar sus sufrimientos, defender sus derechos y restituirles su dignidad”.
“Bajo esta mirada, no cabe duda de que individuos, grupos y comunidades de diversas partes del mundo están llevando adelante muchos esfuerzos laudables. Y sin embargo, dado el gran número de personas vulnerables y de las complejidades que conlleva la satisfacción de sus necesidades, esos esfuerzos parecen como gotas de agua en medio de un océano. Pero estamos rodeados de ocasiones donde poder servir, porque hay personas vulnerables en todas las sociedades. Se precisan esfuerzos mayores, inspirados por un sentido de solidaridad, a fin de que ellos perciban “la presencia de hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo las puertas del corazón y de la vida, los hagan sentir amigos y familiares suyos’ (Papa Francisco, Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres, 18 de noviembre de 2018). Por último, el verdadero nivel de civilización de cualquier sociedad se mide por cómo son tratados sus miembros más vulnerables. La atención y la cooperación son necesarias, no sólo para defender el legítimo lugar y los derechos de las personas vulnerables en el seno de la sociedad, sino también para alimentar una cultura del cuidado y de la consideración hacia ellos. Por ende, en nuestras familias debieran hacerse todos los esfuerzos posibles para asegurar que nadie se sienta indeseado, no amado, ignorado o excluido. En todos los niveles de la sociedad –especialmente, los responsables a nivel político y gubernamental, y aquellos preparados para brindar asistencia en la práctica- debe mostrarse un rostro y un corazón humano hacia los vulnerables de nuestra sociedad y llegar a todos aquellos que están marginados u oprimidos. Esta generosidad no debe ser vista como un gesto simbólico, sino surgir como fruto de una inspiración divina, apuntando a una auténtica emancipación y bienestar de los vulnerables y a la defensa de su causa”.
“Como creyentes arraigados en nuestras respectivas tradiciones espirituales, y como individuos a los cuales preocupa el bienestar de todos, podemos unirnos a los adherentes de otras tradiciones religiosas y a todas las personas de buena voluntad, para realizar esfuerzos colectivos y organizados, ¡a fin de asegurar un presentes alegre y un futuro de esperanza a nuestros hermanos y hermanas vulnerables!”.
26/04/2018 14:37
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