Dentro de pocos días se llevará a cabo la visita del arzobispo de Beijing que corresponde a la realizada por Chow a la capital china en abril. A su regreso de Roma, tras participar en el Consistorio y el Sínodo, el nuevo cardenal dijo a los fieles de su diócesis: "En Hong Kong también estamos divididos: demos algún paso para llegar a los que están lejos de nosotros, tanto en el mundo físico como en el digital".

 

Hong Kong (AsiaNews)- El puente con China continental no es una estrategia política, sino que hunde sus raíces en la comunión trinitaria en la que se funda la Iglesia. Una manera de "hacerse todo en todos", que es también el camino para ayudar a Hong Kong a superar sus heridas, dijo ayer el nuevo cardenal Stephen Chow Sau-yan a la comunidad católica de Hong Kong durante la solemne celebración de bienvenida oficial de la diócesis a su regreso de Roma, tras el Consistorio en el que fue creado cardenal y su participación en el Sínodo.

Y dentro de pocos días tendrá lugar un nuevo momento importante en el camino de la Iglesia en China: el 14 de noviembre llegará a Hong Kong el arzobispo de Beijing, mons. Joseph Li Shan (que es también el presidente de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos), respondiendo a la invitación que el propio Chow le había hecho en abril durante su primera visita como obispo de Hong Kong a la capital china. Respondiendo a las preguntas de los periodistas de Hong Kong sobre su función en las relaciones entre China y el Vaticano, el cardenal explicó que no hay hostilidad entre ambas partes pero sí puede haber malentendidos y prejuicios. “Por eso - dijo - mi tarea es escuchar más y hablar con claridad”.

En la homilía de la celebración eucarística el obispo habló sobre el pasaje evangélico del encuentro de Jesús con la mujer pecadora (Juan 8,1-11). “Como pueblo del Señor - se planteó el card. Chow: ¿seremos capaces también nosotros de no rechazar a algunas personas en la puerta como pecadores malditos? ¿Seremos capaces de respetarlos? Todos somos igualmente amados por Dios, porque todos fuimos creados en su amor. Independientemente de la raza, la cultura, el sexo, la edad, el nivel económico o educativo, las creencias religiosas o no religiosas, las orientaciones políticas o de otro tipo, las minorías sexuales, los buenos o los pecadores, de nuestras preferencias o antipatías”.

A la comunidad católica de Hong Kong, el Card. Chow repitió la imagen que tanto le gusta al Papa Francisco de la Iglesia como "hospital de campaña", para ser "ese puente de amor por el Señor y de trabajo por la reconciliación y la comunión". “Algunos - dijo - me preguntaron qué me susurró el Papa Francisco al oído después de colocarme la birreta y darme el anillo cardenalicio. No me contó ningún chisme sabroso, sino que me habló de la misión con China. Hong Kong ha desempeñado durante mucho tiempo un papel importante como puente entre Oriente y Occidente. El Papa Juan Pablo II también le confió a la Iglesia católica de Hong Kong el papel de Iglesia puente, sobre todo para conectar la Iglesia de China continental con la Iglesia universal. Y para nosotros cristianos, esta conexión se entiende a la luz de la comunión, basada en la Santísima Trinidad y la Eucaristía. Compartimos un mismo Amor, una misma Vida y un mismo Cuerpo".

Pero ser un puente - siguió diciendo el card. Chow - es una misión que no sólo vale para las relaciones con la Iglesia de China continental. Comentando las palabras de san Pablo "Me hice todo para todos" (1 Cor. 9, 21-23), el obispo recordó que también en Hong Kong "hay muchas personas y grupos que están dolorosamente separados de los demás y de su sociedad. Me atrevo a decir que a nosotros también nos gustaría estar mejor conectados y ser plenamente una sola cosa". Por eso invitó a todos "a dar algún paso para llegar a los que están lejos de nosotros, tanto en el mundo físico como en el digital".

Y para superar las tensiones internas de la Iglesia y de la sociedad de Hong Kong, señaló como modelo la experiencia que acaba de vivir en Roma durante la primera sesión del Sínodo: "Hemos aprendido a entrar en contacto con participantes cuyo punto de vista, sobre algunas cuestiones críticas, era claramente diferente a la nuestra. Hubo divergencias que hemos respetado. Pero las divergencias no nos han impedido reconocer las convergencias en las que podemos encontrarnos. En general – concluyó el Card. Chow - hemos aprendido a caminar unos con otros por un futuro mejor, no sólo para la Iglesia, sino sobre todo para nuestra humanidad y nuestra casa común".

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