Boom de familias que abandonan Seúl para volver al campo

de Guido Alberto Casanova

Según datos oficiales del Gobierno, en 2021 crecieron un 5,6%, la cifra más alta de los últimos diez años, y se trata sobre todo de parejas jóvenes. Entre los factores que favorecen este fenómeno -que los coreanos llaman kwichon- se encuentran los precios prohibitivos de las viviendas en la ciudad y la experiencia del smart-working durante la pandemia, pero también la creciente frustración por la competencia despiadada en el mercado laboral que ha llevado a algunas personas a optar por la agricultura.

Seúl (AsiaNews) - Corea del Sur es uno de los países con la tasa de fecundidad más baja del mundo: con sólo 0,8 hijos por mujer, se sitúa muy por detrás de otros con conocidos problemas demográficos, como Japón, donde la tasa de fecundidad es de 1,3. Si a este datos le sumamos el hecho de que cerca de la mitad de la población surcoreana vive en Seúl o en las inmediaciones de la capital, no es difícil imaginar la condición de desoladora decadencia a la que parecen destinadas las zonas rurales de Corea. Sin embargo, un nuevo fenómeno parece haber comenzado a dar esperanza a estas regiones aparentemente resignadas a su destino: muchos jóvenes surcoreanos están abandonando las ciudades para instalarse en el campo.

Según los datos publicados este verano por el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, 378 mil unidades familiares (unas 515 mil personas) residentes en zonas urbanas se trasladaron en 2021 a zonas rurales, lo que supone un +5,6% respecto del año anterior. Es el mayor aumento desde que el gobierno comenzó a registrar esta estadística hace una década.

Los datos muestran que no sólo los ancianos regresan al campo después de pasar su vida trabajando en la ciudad. Cada vez hay más jóvenes que deciden abandonar la frenética vida urbana de Corea del Sur y a estas alturas el fenómeno ha adquirido ya importantes dimensiones. Como señala The Economist, poco menos de la mitad de esas familias están formadas por parejas menores de 40 años.

Este regreso a los pueblos -que en coreano se denomina kwichon- se ve favorecido por varias circunstancias. Sin duda los precios prohibitivos de las propiedades en las ciudades son un factor importante que empeja a la gente a volver al campo. Por ejemplo, el precio promedio de un apartamento en Seúl se ha duplicado con creces desde 2017. Por otra parte, los nuevos estilos de trabajo que comenzaron durante la pandemia y el fuerte impulso a la digitalización que se produjo al mismo tiempo, probablemente también hayan contribuido a convencer a cientos de miles de jóvenes para que encuentren un nuevo hogar lejos del caos de la ciudad. Otros, frustrados por la feroz competencia por un trabajo que caracteriza a Corea del Sur, han perdido la esperanza de encontrar un empleo de oficina bien remunerado y se han orientado en cambio hacia la agricultura. En este esfuerzo han podido contar con el apoyo del gobierno, que considera el kwichon una herramienta útil para combatir la despoblación rural.

No faltan iniciativas en este sentido y muchas veces han resultado ser especialmente inteligentes. En vez de gastar dinero en incentivos (a menudo infructuosos) para que la gente se traslade a zonas rurales despobladas, recientemente se han puesto en marcha nuevos programas que apuntan más bien a establecer nuevas relaciones entre la población urbana y el campo. Un proyecto en la provincia de Gyeongsang-nam, por ejemplo, se propone enseñar a preparar alimentos saludables y típicos de la tradición culinaria coreana, para lo cual lleva durante unas semanas a jóvenes que viven en grandes ciudades al condado rural de Hamyang, donde las mujeres ancianas de la aldea les transmiten sus conocimientos. Con la esperanza de que esta sinergia traiga pronto nueva vida a las zonas rurales.