19/04/2025, 14.28
INDIA
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'Así me rescató Jesús de la muerte en Dharavi'

de Suriya Tangwel

El testimonio de un catecúmeno que en esta Pascua recibirá el Bautismo en uno de los barrios más pobres de Mumbai,. "Este viaje me ha mostrado que no importa cuán bajo se haya caído: el amor de Dios puede llegar aún más profundo. Basta dar un paso hacia Él y Él correrá hacia ustedes".

Mumbai (AsiaNews) - Para muchas comunidades católicas de Asia, la Pascua es el momento de celebrar el Bautismo de los adultos que han decidido acoger el Evangelio en sus vidas. Publicamos a continuación el testimonio de uno de ellos, Suriya Tangwel, un hombre que creció en el barrio marginal de Dharavi, en Mumbai, y dentro de pocas horas completará su largo camino de encuentro con Jesús recibiendo los sacramentos de la iniciación cristiana.

Me llamo Suriya Tangwel, tengo 33 años, y quiero compartir la historia de cómo Jesús nunca se dio por vencido conmigo, incluso cuando yo me había dado por vencido. Mi madre era cristiana y mi padre hindú, tengo una hermana que se llama Chitra.

Vivíamos en una gran familia común, con mi familia materna. En la misma casa vivían también los ocho hermanos de mi madre con sus esposas y 11 hijos. Todos juntos, una gran familia común. A través de ellos conocí a Jesús. Me cuidaron, me criaron y me dieron todo lo que necesitaba. Cuando era niño iba a la iglesia de San Antonio en Dharavi, pero cuando la familia se unió a una comunidad pentecostal, comencé a asistir a la Iglesia de Belén.

Crecer en Dharavi no fue fácil. Es uno de los lugares más densamente poblados del planeta: miles de personas hacinadas en un laberinto de callejuelas estrechas y casas minúsculas. Mi zona era predominantemente tamil, rodeada por una fuerte presencia musulmana. Dharavi es conocida por su gente trabajadora, su creatividad y su resiliencia. Pero detrás de esta energía se esconde un lado muy real y peligroso.

Dharavi es como un laberinto de túneles: una vez que sales de casa, desapareces en un mundo donde nadie sabe dónde estás ni qué estás haciendo. Y nadie te lo pregunta. Así es la vida allí. Para un niño como yo, eso significaba libertad, pero que rápidamente se transformaba en peligro. No había límites, nadie controlaba. Eso me daba todo el espacio que hacía falta para empezar a deslizarme hacia el tipo de vida equivocado.

Venía de una familia numerosa, pero en medio de esa multitud me sentía invisible. Mi madre estaba lejos, mi padre también, absortos en sus propias dificultades. Empecé a alejarme de Jesús durante los años de la escuela y poco a poco entré en ambientes que parecían divertidos, emocionantes e incluso poderosos. Pero esos ambientes estaban llenos de cultura de pandillas, de adicciones, de peleas y de falsas amistades que no llevaban a ninguna parte. Dharavi me enseñó a sobrevivir, pero también me hizo conocer la destrucción.

La vida no era fácil. Mi familia comenzó a dividirse. Había continuas peleas y uno de los días más oscuros fue cuando mi hermana desapareció repentinamente. La buscamos por todas partes, pero no pudimos encontrarla. Mi padre y mi madre se separaron y todo parecía desmoronarse.

Un domingo estaba triste y no participé en la oración. Ese día, el hermano Rabi, que solía dirigir nuestras reuniones de oración, me buscó. Me miró y me dijo: “No te preocupes. Todo saldrá bien. Reza a Dios”. Él oró por mí y se fue. Ese mismo domingo fui a la iglesia y le grité a Jesús: “Ayúdame, Padre. Yo soy tu hijo. Tú me has elegido”.

En el momento en que salí de la iglesia, mi madre me llamó. Me dijo que mi hermana acababa de llamar: estaba a salvo, estaba en Chennai y estaba regresando. Me sentí abrumado por la alegría. Sabía que Jesús me había escuchado. Desde ese día empecé a rezar todos los días y tuve la oportunidad de servir a Dios durante siete años traduciendo la predicación del hermano Rabi (el líder de la comunidad, ndr) del idioma tamil al inglés o al hindi. Fueron años muy valiosos de ministerio y de crecimiento.

Pero el enemigo encontró de nuevo su camino. Lentamente me fui alejando. Interrumpí todo y volví al mundo, y empecé a vivir una vida que sabía que no era agradable a Dios. Me sentía tan lejos de Jesús que comencé a pensar que ya no podía volver atrás, que probablemente había ido demasiado lejos. Lloré y recé para obtener fuerza y sabiduría, pero estaba bloqueado.

Sin embargo, Dios me envió una persona muy especial en mi vida: mi novia Margaret. A través de ella, Jesús me tendió de nuevo la mano. Margaret ha caminado conmigo con paciencia. Durante dos años nunca se rindió. Me llevaba a la iglesia, se sentaba a mi lado durante las oraciones, me tomaba de la mano cuando estaba deprimido y me recordaba todos los días: “Jesús está aquí. Él te ayudará”. Y Jesús lo hizo.

Gracias a ella tuve la oportunidad de participar en un viaje de la comunidad en el que aprendí mucho sobre la fe cristiana, especialmente sobre la riqueza de la Iglesia Católica. Ahora voy a la iglesia todos los días, rezo para obtener fuerza, sabiduría y orientación. Y ahora mi corazón espera con alegría y emoción esta Pascua, en la que recibiré el Bautismo. Podré finalmente unirme a Cristo a través de este sacramento que marcará un nuevo comienzo para mí.

Cuando la verdad sobre mi vida comenzó a salir a la luz, mi propia familia, - parientes que en un tiempo afirmaban estar a mi lado - me abandonó. “No serás capaz de hacer nada”, me dijeron. “Simplemente vete”. En ese momento no tenía a nadie. No tenía apoyo, ni aliento, ni esperanza. Me encontraba en medio de mi vida, al borde de perderlo todo por completo. Es allí donde Jesús me encontró.

Él había estado allí desde siempre.

Incluso cuando no lo pedía, incluso cuando no lo reconocía, Él estaba allí, protegiéndome, alejándome de la destrucción total. Paso a paso, cuando estaba a punto de caer al abismo, Él me alejó de lo peor. No sé cómo, pero sé que fue Él. Su mano siempre estuvo sobre mí, guiándome para salir de situaciones que podrían haber arruinado mi futuro.

E incluso ahora, después de todas las oportunidades que he desperdiciado, después de todas las veces que he caído, Él me sigue dando más. Todavía me ama. No porque me lo merezca, no porque me lo haya ganado, sino simplemente porque Él es así. Este es mi Dios: un Dios que nunca se rinde, que me ama incondicionalmente, que me salva una y otra vez, incluso cuando nadie más lo hará.

Hoy, por gracia de Dios, toda mi familia está unida. Vivimos en paz y felicidad. Mi hermana está casada y tiene tres hermosos hijos y, lo más importante, todos estamos arraigados en la fe.

Este viaje me ha mostrado que no importa cuán bajo hayamos caído: el amor de Dios puede llegar aún más profundo. Si Él pudo sanar a mi familia destruida, traer de vuelta a mi hermana y sacarme de la oscuridad, entonces puede hacerlo por cualquiera.

A cualquiera que se sienta indigno o demasiado alejado le digo: sepan que Jesús todavía los ama. No ha terminado con ustedes. Es suficiente dar un paso hacia Él y Él correrá hacia ustedes.

(ha colaborado Nirmala Carvalho)

 

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