El Papa en Irak: que todos los cristianos iraquíes trabajen juntos por un futuro de fraternidad
La misa celebrada en Erbil fue el último compromiso papal en Irak. "Necesitamos barrer de nuestros corazones y de la Iglesia las sugerencias dañinas del poder y del dinero. Para limpiar nuestros corazones, necesitamos ensuciarnos las manos: sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados, viendo cómo sufren el hermano y la la hermana".
Erbil (AsiaNews) – "Trabajar juntos, unidos, para un futuro de paz y prosperidad que no deje a nadie atrás y que no discrimine a nadie". Esta fue la despedida del Papa Francisco a los cristianos iraquíes, el saludo al final de la misa celebrada en el estadio de Erbil -capital del Kurdistán-, la única con miles de personas, la única en la que pudo utilizar el papamóvil y no el coche blindado. La vigilancia fue muy estrecha, e incluso se utilizaron helicópteros y drones: el Kurdistán destaca así cuán diferente es respecto al resto del país.
Desde las gradas, más de 10.000 personas acompañaron el paso del Papa con gritos de alegría y agitando banderas, mientras los jóvenes -o muchos de ellos- le seguían corriendo.
Francisco llegó a Erbil desde Qaraqosh. Almorzó en el Seminario Patriarcal de San Pedro, el único en Irak. Tiene 14 inscritos, algunos seminaristas provienen de familias que fueron víctimas del Isis.
En su homilía, Francisco se inspiró en la expulsión de los mercaderes del templo para decir que, tal como era su deseo con el templo de Jerusalén, Jesús "desea que nuestro corazón no sea un lugar de agitación, desorden y confusión". El corazón tiene que ser limpiado, ordenado, purificado. ¿De qué? De las falsedades que lo ensucian, de las duplicidades de la hipocresía. Todos las tenemos. Son enfermedades que hieren el corazón, que ensucian la vida, que la convierten en una doble vida. Necesitamos limpiarnos de nuestras seguridades engañosas, que negocian la fe en Dios con las cosas que pasan, con las conveniencias del momento. Necesitamos que las sugerencias dañinas del poder y del dinero sean barridas de nuestros corazones y de la Iglesia. Para limpiar nuestros corazones necesitamos ensuciarnos las manos: sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados, viendo cómo sufren el hermano y la hermana".
"Pero, ¿cómo purificar el corazón? Solos no somos capaces; necesitamos de Jesús. Él tiene el poder de vencer nuestros males, de curar nuestras enfermedades, de restaurar el templo de nuestro corazón". "Dios no nos deja morir en nuestro pecado. Incluso cuando le damos la espalda, nunca nos abandona a nuestra suerte. Nos busca, nos persigue, para llamarnos al arrepentimiento y purificarnos".
"Jesús no solo nos limpia de nuestros pecados, sino que además nos hace partícipes de su propio poder y sabiduría. Nos libera de una forma de entender - la fe, la familia, la comunidad- que divide, que se opone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abierta a todos y solícita con los hermanos más necesitados.
Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral interminable de represalias. Con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a dar testimonio de que el Evangelio tiene el poder de cambiar vidas. El Resucitado nos hace instrumentos de la paz y la misericordia de Dios, artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social". "Las comunidades cristianas compuestas por personas humildes y sencillas se convierten en un signo del Reino que viene, un Reino de amor, justicia y paz".
"La Iglesia iraquí, con la gracia de Dios, ha hecho y está haciendo mucho para proclamar esta maravillosa sabiduría de la cruz, difundiendo la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente hacia los más necesitados. Incluso en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Esta es una de las razones que me han impulsado a peregrinar entre vosotros para darles las gracias y confirmarlos en la fe y el testimonio. Hoy puedo ver y tocar con mis propias manos que la Iglesia en Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel".
En su saludo final al término de la celebración, Francisco se refirió a ese ecumenismo de la sangre del que suele hablar a menudo. "Abrazo a los cristianos de las distintas confesiones: ¡tantos aquí han derramado sangre en el mismo suelo! Pero nuestros mártires brillan juntos, estrellas en el mismo cielo. Desde allí arriba nos piden que caminemos juntos, sin vacilar, hacia la plenitud de la unidad", dijo el Santo Padre.
La misa en Erbil es la última cita del viaje de Francisco a Irak. Desde Erbil regresa a Bagdad, desde donde, mañana por la mañana, partirá hacia Roma.
"Irak", dijo en su saludo al final de la misa, "permanecerá siempre conmigo, en mi corazón. "Les aseguro mis oraciones por este querido país. De manera especial, rezo para que los miembros de las distintas comunidades religiosas, junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, cooperen para forjar lazos de fraternidad y solidaridad al servicio del bien común y de la paz. ¡Salam, salam! ¡Shukrán! [Gracias] ¡Dios los bendiga a todos! Que Dios bendiga a Irak. ¡Allah ma'akum! [Dios esté con vosotros]".