Ángelus: no olvidemos al pueblo ucraniano, afligido por la guerra
La vida de la hermana Luisa asesinada en Haití, fue "una entrega hasta el martirio". En el Ángelus, el episodio de la aldea de samaritanos y la invitación a evitar la venganza, favoreciendo el "amor misericordioso". Ayer por la tarde, en la homilía de la Misa de clausura del X Encuentro Mundial de las Familias, elogió el "valor de casarse" y "salir para acoger al otro".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- En Ucrania “continúan los bombardeos” que producen “muerte y destrucción y sufrimiento a la población: por favor, no olvidemos a este pueblo afligido por la guerra, no lo olvidemos en nuestros corazones y con nuestras oraciones”. Tomando el ejemplo de las banderas que había en la abarrotada plaza de San Pedro, el Papa Francisco volvió a pedir hoy en el Ángelus que se ponga fin al conflicto a las puertas de Europa que ha desencadenado la invasión rusa de Ucrania. Al concluir la oración mariana, el pontífice dijo que sigue "con preocupación" lo que está ocurriendo en Ecuador y exhortó a las partes a "abandonar la violencia y las posiciones extremas" para recuperar el "diálogo" y la "paz social", prestando atención a las "poblaciones marginadas y pobres" y respetando los "derechos de todos y las instituciones del país".
El Papa expresó luego una profunda "cercanía" a la familia de la hermana Luisa Dell'Orto, de la fraternidad de las Hermanitas del Evangelio, asesinada ayer en Port-au-Price -la capital de Haití, donde vivía desde hace más de 20 años- con el propósito de robarle. La religiosa de 65 años, recordó el Papa, se ocupaba "sobre todo de los niños de la calle. Encomiendo su alma a Dios -prosiguió- y rezo por el pueblo haitiano, sobre todo por los niños" para que puedan gozar de "un futuro más pacífico". Con respecto a la hermana Lucía, añadió que “hizo de su vida un don para los demás, hasta el martirio”.
En la introducción de la oración mariana, el pontífice recordó el "gran viaje" de Jesús hacia la ciudad santa del que se habla en el evangelio de Lucas de hoy, que "requiere una decisión especial porque es el último". “Los discípulos - explicó - llenos de un entusiasmo todavía demasiado mundano, sueñan que el Maestro se dirige hacia el triunfo, pero Jesús sabe que en Jerusalén le esperan el rechazo y la muerte”, es consciente de que “tendrá que sufrir mucho” y eso requiere una “decisión firme”.
Reflexionó luego sobre el episodio que narra el evangelista en relación con una aldea de samaritanos que "no acoge" a Jesús porque saben que se dirige a Jerusalén, una ciudad "adversaria". “Los apóstoles Santiago y Juan, indignados, sugieren a Jesús que castigue a esa gente” con fuego, pero “el 'fuego' que Él vino a traer a la tierra es el Amor misericordioso del Padre” y para hacerlo crecer hay que tener “paciencia y constancia”.
“Santiago y Juan, en cambio, se dejan llevar por la ira. Esto también nos sucede a nosotros, cuando hacemos el bien, incluso con sacrificio, y en vez de sentirnos acogidos encontramos una puerta cerrada. Entonces viene la ira: incluso tratamos de involucrar en ella al mismo Dios [...]. Jesús -afirmó el Papa- sigue otro camino, el de la decisión firme que, lejos de traducirse en dureza, implica calma, paciencia, longanimidad, sin aflojar por ello en lo más mínimo el compromiso de hacer el bien.
Porque esta forma de ser y de actuar “no denota debilidad sino, por el contrario, una gran fuerza interior”. La misma fuerza que debemos pedir a Jesús para ser como él y “seguirlo con firme decisión. Para no ser vengativos e intolerantes -explicó al final de la reflexión- cuando surgen las dificultades, cuando nos entregamos por el bien y los demás no lo entienden”.
Ayer por la tarde el Papa Francisco concelebró la Misa de clausura del X Encuentro Mundial de las Familias en la Plaza de San Pedro. Presidió la ceremonia el card. Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, y el pontífice pronunció la homilía, en la que recordó la necesidad de defender la "belleza" de la familia, preservándola "de los venenos del egoísmo, el individualismo, la cultura de la indiferencia y el descarte". Hoy es más que nunca necesario el “valor de casarse” y pidió a las parejas que “no usen su libertad para ustedes mismos, sino para amar a las personas que Dios ha puesto a su lado”.
Se dirigió luego a los jóvenes y señaló que Dios los "ama" pero "no por eso les evita todos los riesgos, desafíos y sufrimientos". Dios no es ansioso ni sobreprotector; al contrario, confía en ellos y llama a cada uno al nivel más alto de la vida y de la misión”. La familia, concluyó, es “lugar de encuentro, de compartir, de salir de uno mismo para acoger al otro y estar cerca de él” y es también “el primer lugar donde se aprende a amar”.
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