27/03/2018, 13.07
RUSIA
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¿Una nueva Guerra fría entre Rusia y Occidente?

de Vladimir Rozanskij

Moscú anuncia represalias por la expulsión de los diplomáticos rusos por parte del Occidente. Ministerio de Relaciones Exteriores: detrás de la Unión europea está la OTAN que tiene como tarea demonizar a Rusia. ¡Qué tema el del boicot de los campeonatos mundiales de fútbol! La situación parece haberse salido de control, tanto para Putin como para May.

Moscú (AsiaNews)- Rusia prometió responder con análogas medidas a la decisión de numerosos países occidentales de expulsar a un centenar de diplomáticos de Moscú, siguiendo lo decidido por Gran Bretaña después del ataque con gas nervino a un ex agente, Sergei Skripal y a su hija.

Dmitry Peskov, vocero del Kremlin, definió la movida como “equivocada” y afirmó que la respuesta de Rusia “estará guiada por el principio de reciprocidad”. Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores acusa a los aliados del Reino Unido de “seguir ciegamente el principio de la unidad euro-atlántica”. Sobre la misma línea se posiciona la vocero del ministerio de Relaciones Exteriores ruso, Maria Zakharova, quien, refiere la agencia Tass, declaró: Sabemos perfectamente bien quién está detrás de la Unión europea: La OTAN, cuya tarea es demonizar a Rusia”. “Lo que estamos  presenciando ahora -afirmó- es parte de un programa de una desenfrenada ruso-fobia, a largo plazo : no es sólo contra Rusia como país, es una cuestión que tiene que ver con los rusos y con el pueblo ruso".

 La escalada de la tensión entre los países occidentales y Rusia de estos ultimos días, con la expulsiones masivas de diplomáticos y las amenazas recíprocas de nuevas sanciones y contra-sanciones, parece llevar a un ajuste de cuentas de esta nueva fase de la política internacional, inaugurada por el conflicto ruso-ucraniano iniciado a fines de 2013 que aún está lejos de concluirse. En este quinquenio de “guerra híbrida”, Rusia se ha aislado cada vez más de aquellos que, al menos en teoría, son sus aliados en la lucha internacional contra el terrorismo.

El “caso Skrypal” funcionó como detonador de un desarrollo realmente explosivo de las relaciones entre las partes en conflicto. El ex -espía ruso y su hija yacen en coma desde hace más de 2 semanas, envenenados por el mortífero “Novichok”, la susstancia preparada por los servicios secretos rusos para este tipo de ajuste de cuentas, que se ha venido utilizando desde hace ya varios años, tanto que lo desmiente su propio nombre (que significa “el nuevecito”) y difundir un olor viejo, de “guerra fría” del  siglo XX. El motivo del envenenamiento y del todo incomprensible, siendo que Skripal ya desde hace tiempo está “jubilado”, tanto que da para hacer o pensar en fantasías ya sea de una parte como de la otra, o que el envenenamiento haya sido una provocación organizada por los mismos occidentales para desacreditar y atacar a Rusia.  

Ciertamente al mismo Vladimir Putin, acusado por la Premier británica, Theresa May de haber ordenado la venganza sobre Skrypal y que ahora le cuesta justificarse, estando  por otro lado comprometido en responder a la rabia popular por la situación que parece se le escapó de la mano el dramático incendio de Kemerovo y las responsabilidades de los administradores locales, muy ligados a él. La primera reacción rusa fue más bien displicente. Rechazando las acusaciones en los días mismos de las elecciones que han confirmado al presidente el plebiscitario consentimiento de la población, pareció que Putin desease disfrutar también esta circunstancia para demostrar a sus lectores y “súbditos” la superioridad de los rusos en confrontación de los blandos gobiernos occidentales.

Ahora el ministerio de Exteriores ruso relanza la polémica, acusando a la May de un uso instrumental de la cuestión para reforzar la propia débil posición de poder y en general Occidente de usar a Rusia para re-compactarse políticamente y militarmente, en una fase de incertidumbres ligadas a los populismos insurgentes en varios países y a la incapacidad de dar respuestas creíbles en la guerra contra el terrorismo. En concreto, la tesis sugerida por las declaraciones rusas sería esta: terminada la guerra en Siria con la victoria rusa y el control del territorio medio-oriental, Occidente quiere hacer pagar a los rusos la ventaja obtenida, impidiendo a ellos exterior ulteriormente la propia influencia.

Como contra prueba a esta tesis estaría la excesiva rapidez de los ingleses y de sus aliados en las medidas punitivas por el envenenamiento de Skrypal, sin ni siquiera esperar las fatídicas conclusiones del juez de instrucción sobre la “clausura de las investigaciones”. La confrontación con el caso Litvinenko, otro ex –espía ruso envenenado en 2006, de hecho suscita muchas perplejidades; entonces todo viene prácticamente ocultado sin consecuencias, no obstante las bien mayores evidencias sobre la responsabilidad de los rusos y del mismo Putin, que había sido acusado por Litvinenko de ser el mandante del asesinato de la periodista Anna Politkovskaja.

Algunos observadores rusos consideran que la finalidad de la “provocación” británica no fuese otro que el de sabotear las elecciones de marzo, sino más bien de crear problemas a los campeonatos del mundo de fútbol, que se realizarán en junio en Rusia y que Putin trataría de aprovechar para relazar su imagen como líder mundial. Una consecuencia de la guerra diplomática de estos días, de hecho, podría ser el boicot de los campeonatos por parte de algunos países, a partir de la misma Inglaterra y de Irlanda (es seguro que los líderes políticos no estarán presentes), reportando las agujas de la historia al famoso boicot de las Olimpíadas de Moscú de 1980. Las recientes polémicas sobre las Olimpíadas invernales de Corea del Sur, donde Rusia fue expulsada por los escándalos ligados al doping, sugieren realmente que se ve un renovarse de la “guerra fría deportiva”. La victoria del equipo ruso de hockey sobre hielo, sin bandera pero con el canto “prohibido” del himno nacional, fue celebrada por Putin al regreso a la patria de los “héroes”, con una manifestación en el estadio olímpico “Luzhniki” de Moscú en un clima de entusiasmo patriótico llevado casi al paroxismo.

Por lo tanto, están en juego los equilibrios políticos mundiales para los próximos decenios, donde Rusia se convenció que tenía que obrar sola, al máximo apoyándose parcialmente en los socios asiáticos  de los cuales, en realidad, no se fía mucho. América se alinea con  Inglaterra, obligando a la Unión europea a alinearse, lo que podría llevar en un próximo futuro a fuertes divisiones entre los mismos países europeos, cosa que la Rusia de Putin apuesta claramente.

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