05/07/2017, 15.00
KAZAJISTAN - SIRIA
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Vicario de Alepo: Hay más optimismo que incertidumbre en Astaná, lo cual favorece el regreso de los evacuados

En la capital kazaja, nuevos encuentros entre el gobierno y la oposición. El objetivo es reforzar las áreas de mediación entre los dos frentes. Mons. Abou Khazen subraya que cada ocasión de encuentro es siempre un elemento “positivo, incluso cuando la situación sea “incierta”. Medio millón de evacuados ha regresado a sus tierras de origen, y 1300 localidades han sido pacificadas. 

Alepo (AsiaNews) – Cada ocasión de “encuentro, confrontación, diálogo” siempre es un factor “positivo”, y debe inducir “a un optimismo”, aunque la situación en el campo “no sea fácil” y siga habiendo una sensación generalizada “de incertidumbre” con respecto al porvenir. Es lo que cuenta a AsiaNews el vicario apostólico de Alepo para los Latinos, Mons.  Georges Abou Khazen, al comentar el segundo día de coloquios de paz bilaterales, que se están desarrollando en Astaná (Kazajistán) para tratar la situación de Siria, y que están siendo patrocinados por Rusia, Turquía e Irán.   “La esperanza – agrega- sigue siendo siempre poder llegar a un cese del fuego permanente, que favorecería el regreso de los evacuados, y el restablecimiento de las actividades económicas y comerciales”, factores que son clave para que el país pueda repuntar.

En el día de ayer, en Astaná se inauguró el quinto encuentro internacional sobre Siria, con el objetivo de reforzar la “frágil” tregua nacional que rige desde el pasado mes de diciembre; se trata de un encuentro de dos días de tratativas, que registra la presencia de delegados del gobierno sirio y de representantes de los grupos de oposición armados. La mediación implementada por Teherán, Moscú y Ankara (que se hallan en frentes opuestos en el conflicto) es acompañada por los esfuerzos diplomáticos promovidos por las Naciones Unidas en Ginebra (Suiza), los cuales, sin embargo, hasta el momento no han surtido efectos duraderos.

En el pasado, los encuentros celebrados en Astaná, durante los cuales por vez primera se sentaron a una misma mesa los líderes de Damasco y los frentes rebeldes, han revelado ser más efectivos que los coloquios patrocinados por la ONU. En la última cita, en el pasado mes de mayo, se logró la creación de zonas “de freno a la escalada” del conflicto, que preveían el cese del fuego, la prohibición de sobrevolar el área, la provisión inmediata de ayuda humanitaria y el retorno de refugiados.  

El objetivo de esta cita de dos días, en la cual los Estados Unidos participan desempeñando un rol de observadores, que se concluye hoy, es definir los límites precisos de las cuatro áreas de amortiguación y los procedimientos para verificar el respeto de la tregua. A dos meses de haberse firmado el acuerdo para su establecimiento, sigue siendo prioritario definir las zonas de freno a la escalada, que abarcan algunos territorios rebeldes situados en la provincia de Idlib, un sector de la gobernación central de Homs, un enclave rebelde en Ghouta y el sector meridional del país, en el cual viven hasta 2,5 millones de personas.  

 

En el seno de la delegación anti-Assad, en la cual se destaca la ausencia del negociador en jefe Mohammad Allouche, se registra un clima de escepticismo generalizado. La idea imperante es que Rusia quiere promover estas discusiones, para así “despegar” la atención general de los “bombardeos, del desplazamiento de civiles y de las reiteradas agresiones” que se están llevando a cabo en el país. Por su lado, el gobierno sirio ha declarado que no permitirá que sus enemigos salgan “beneficiados” de la formación de zonas de amortiguación en el oeste, para así obtener progresos en el plano militar.

Un panorama complejo, en el cual la diplomacia regional e internacional se mueve con extremada lentitud y fatiga. “Desde el punto de vista de la seguridad –cuenta Mons.  Abou Khazen - la situación en varias zonas, entre ellas Alepo, ha mejorado. Se sigue careciendo de la electricidad, pero ha vuelto el agua y la vida vuelve a correr. Es cierto que la falta de jóvenes y de hombres - sea porque han emigrado, o porque han sido llamados a reclutarse como reservistas del ejército- es algo que se hace sentir, en particular en la obra de reconstrucción. Pero nosotros los pastores alentamos a las personas para que se queden, y tratamos de ayudarlas contribuyendo para cubrir las necesidades de las familias, de sus hijos”.  

Al preguntársele por los coloquios de Astaná, el vicario apostólico quiere ser “optimista”, aunque “no podamos estar seguros de que realmente haya una solución en el horizonte, veremos qué sucede”. “Cada encuentro, cada ocasión de diálogo –prosigue- es importante, y la esperanza es que pueda conducir a un cese del fuego permanente. Estos coloquios, en muchas zonas,  han favorecido una reconciliación interna, basta con pensar que de 500 se pasó a 1300 localidades en las cuales los frentes en lucha depusieron las armas y rechazaron la guerra como medio para resolver la controversia. Espero que esto pueda servir como estímulo para llegar a una reconciliación a escala nacional”.

En estos pueblos y pequeñas ciudades, cuenta el prelado, las personas “han comenzado a cultivar la tierra, a reabrir las escuelas, a retomar las actividades. Se dice que más de medio millón de evacuados que habían huido en el pasado, hoy han regresado a sus tierras de origen, situadas en el área cercana a la frontera con el Líbano y en las zonas centrales de Homs y Hama, además de a lo largo de algunos tramos del río Éufrates. Son un número significativo, que impulsa y podría incentivar a otros a regresar”. “Este –concluye- es el primer resultado tangible de los coloquios, y espero que la actuación de las zonas de freno pueda imprimir una ulterior aceleración a este proceso”.

El conflicto sirio se inició en marzo de 2011, como una revuelta callejera contra el presidente Bashar al Assad; con el correr del tiempo se transformó en una guerra civil, con infiltraciones yihadistas y crecientes injerencias de las potencias extranjeras, tanto regionales como internacionales. En más de seis años han muerto más de 300.000 personas;  suman casi 11 millones los ciudadanos que han tenido que abandonar sus viviendas, para convertirse en emigrantes o desplazados internos. 

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