13/11/2018, 18.01
LIBIA-ITALIA
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Quién gana y quién pierde en la Conferencia Internacional por Libia, en Palermo

de Pierre Balanian

Con la mediación de Al Sissi, Italia ha logrado convocar al mariscal Khalifa Haftar. Roma recupera de Francia el expediente libio. La ONU ve realizado su plan económico: un solo banco central que recaude los ingresos provenientes del petróleo. Para encaminar a Libia a la paz, se precisa trabajar sobre tres frentes: la economía, el desarme de las milicias y la reconciliación nacional. El dinero libio congelado en el exterior rondaría los 500 millardos de dólares estadounidenses. 

Trípoli (AsiaNews)- Se concluyó ayer la Conferencia Internacional por Libia llevada a cabo en Palermo, con una extraordinaria victoria diplomática de Italia, que ha hecho que dos de los principales antagonistas se estrechasen la mano: el mariscal Haftar y el presidente Al Serraj. Asimismo, logró llevar a todos los participantes a la convicción del deber de apoyar los esfuerzos de la ONU, que dio su presente con el emisario especial para Libia, Ghassan Salamé y su vice, Stephanie Williams.  Las mediaciones tras las bambalinas fueron muchas y la diplomacia italiana supo tirar de los hilos de manera admirable.  Fueron de enorme importancia las tratativas llevadas adelante por el presidente egipcio Al Sissi, único jefe de Estado además del libio, presente en Palermo en medio de todos los participantes. Egipto es el cuarto país más influyente en la Cirenaica después de Francia, los Emiratos y Arabia Saudita. El mariscal Khalifa Haftar, totalmente dependiente de estos países, no podía decir no a El Cairo, y si bien vino refunfuñando, permaneció ausente, aunque se mantuvo sonriente frente a los fotógrafos, cuando llegó el momento de tomar la foto obligada por la ocasión.

La Conferencia de Palermo no podía ser “la” conferencia resolutiva de los problemas que acucian a Libia. A la cita faltaron los presidentes Donald Trump, Vladimir Putin, Emmanuel Macron, la canciller Angela Merkel, por citar sólo algunos de los actores más involucrados en la cuestión de Libia. Y también estuvieron ausentes locales e influyentes protagonistas que, como un poder que opera en las sombras, ejercen su influjo sobre el gobierno libio. Aún así, la contribución italiana tendiente a encaminar los pasos hacia una solución a largo plazo, ha sido de enorme importancia, a la vez que una innovación.

Los que ganan son, sobre todo, la ONU –Ghassan Salamé y Stephanie Williams – que ve realizado su plan económico: poner fin a la distribución bipolar de las entradas petrolíferas en dos bancos, reuniendo la totalidad de los ingresos en un único banco central bajo Al Serraj, para evitar la dispersión de fondos, algo que sólo serviría para financiar a las milicias. Dicho paso es el preludio a las elecciones, para las cuales se hace necesaria una constitución aprobada por todos.

 

Gana también Italia, que de un modo elegante ha logrado recuperar la gestión del expediente Libia y quitárselo de las manos a Francia, un actor importante en el sur de Libia y de enorme influencia sobre las milicias, otorgando nuevamente a Roma su posición única en Libia, reconocida internacionalmente.

En cuanto a los ganadores locales, por ahora debe excluirse al pueblo libio, siendo que a corto plazo no sentirá ningún beneficio de todo esto.

Pero gana Khalifa Haftar, que obtiene un reconocimiento internacional a la par del presidente Al Serraj. Y asimismo Al Serraj, que ahora ve confirmado su poder por parte de la comunidad internacional, a falta de un respaldo verdadero en el ámbito interno.   

Las palabras clave de la solución líbica siguen siendo tres: economía, desarme de las milicias, reconciliación nacional. Sin ello, la crisis llevará a una fragmentación del país. La realización de estos tres puntos no puede darse con el solo esfuerzo libio, sino que es necesaria la intervención de la ONU.

Según datos de Banco central francés, el dinero libio congelado en el exterior gira en torno a los 500 millardos de dólares estadounidenses: esto sería más que suficiente para reconstruir el país y otorgar compensaciones a las familias libias por la pérdida de vidas humanas, conditio sine qua non para una nueva pacificación interna.

Libia continúa rigiéndose por el artículo 7 de la Carta de las Naciones Unidas, que autoriza el recurso de la fuerza para restablecer la paz. Dicho artículo podría ser indispensable para desarmar a las milicias bajo la supervisión de tropas de la ONU, si bien los libios siempre han sido hostiles a cualquier tipo de ocupación extranjera, resabio de una educación de lucha contra el colonialismo inculcada durante casi cuarenta años, que ha quedado anclada en el pueblo por obra del mismo Gheddafi.

La reconciliación nacional sigue siendo la parte más delicada. Ésta no podrá ser encauzada por Estados extranjeros, sino sólo por ONG neutrales y prestigiosas, capaces de tejer vínculos con todos los elementos que componen el entramado social, étnico, lingüístico y tribal del mosaico líbico, con una atención particular al repunte económico de la parte meridional de Libia, el Fezzan, siempre marginada y, desde siempre, lugar de paso de todo tipo de tráfico, incluso de seres humanos. 

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