05/07/2024, 11.24
TAYIKISTÁN
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Poligamia "para sobrevivir" en Dusambé

de Vladimir Rozanskij

Aunque no está reconocida oficialmente, Tayikistán hace más que la vista gorda ante esta práctica. Y en un país donde el 70% de las familias sólo sobreviven con los subsidios que envían los emigrantes que trabajan en el extranjero, para las mujeres que se quedan solas y en la pobreza incluso la condición de segunda o tercera esposa de quienes han hecho fortuna puede convertirse en una aspiración.

Dusambé (AsiaNews/Agencias) - Oficialmente, Tayikistán no reconoce el derecho a la poligamia, y asigna a quienes la practican fuertes multas o la remisión a los servicios sociales, pero en realidad, a menudo se hace la vista gorda ante este fenómeno. La poligamia se está convirtiendo en un modo de vida cada vez más extendido en el país, y -según una investigación realizada hace algún tiempo por el sitio web de la Deutsche Welle- hay incluso mujeres que aspiran al estatus de segunda o tercera esposa.

En los últimos años, la poligamia está asociada a la creciente influencia de la religión en la vida de la sociedad tayika, pero también al éxodo masivo de ciudadanos, en su mayoría hombres jóvenes, en busca de trabajo y ganancias en el extranjero. La creciente pobreza de la sociedad hace muy difícil encontrar un acomodo económico adecuado. Según el último informe del Instituto de Investigación de Asia Central, alrededor del 70% de las familias de Tayikistán viven de las prestaciones que les envían sus parientes en el extranjero, y más de un millón de ciudadanos tayikos viven en la emigración laboral.

Esta es una de las razones por las que las mujeres que se quedan sin marido tras el divorcio apoyan el derecho de los hombres que se quedan a la poligamia, ya que consideran que es su única posibilidad de mantenerse a sí mismas y a sus hijos. Obviamente, son los hombres relativamente más acomodados, o al menos los que tienen sueldos medios, como empresarios y funcionarios, los que se benefician de tener muchas esposas. Al fin y al cabo, la sharia permite la multiplicidad de esposas, y las uniones son bendecidas por los mulás sin registro civil del matrimonio, con el silencio complaciente de muchas administraciones públicas.

Esta situación ha sido denunciada por la feminista tayika Firuza Mirzoyeva, colaboradora de la asociación "Salud Social y Derechos Humanos", según la cual "aquí las mujeres están dispuestas a asumir el estatus de segunda, tercera o cuarta esposa, para legalizar de alguna manera su vida privada". A esto se añade el hecho de que muchas mujeres que viven en regiones donde no pueden recibir una educación adecuada, algunas -sin siquiera terminar la enseñanza obligatoria- no tienen otra salida para su supervivencia material que pertenecer a un hombre. Mirzoyeva cita los ejemplos de las regiones de Khatlon y Sogdiana, donde "las niñas se preparan para el matrimonio desde la infancia, y la educación se considera algo superfluo.

Buscan seguridad, porque atarse a un hombre en cualquier caso las defiende de cualquier otra exigencia social. La sociedad tayika ve negativamente a las mujeres solteras o divorciadas, considerándolas "viejas e inútiles", recuerda la activista, por lo que "aunque una mujer tenga éxito y sea independiente, la sociedad no la aprueba". La investigación relata la paradójica historia de Amina, una mujer de Isfara que hacía tiempo que se había trasladado con sus padres a la capital, Dusambé, y a la que al acabar la secundaria le asignaron un marido: "Lo eligieron a él, yo ni siquiera sabía cómo era, sólo sabía que era dos años mayor que yo".

Amina y su marido vivieron en casa de sus padres durante dos meses, después de los cuales él se fue a trabajar a Rusia: "Al principio vino a casa un mes, luego dejó de venir, hasta que me enteré de que se había vuelto a casar y ahora vive con su otra mujer... así que decidí dejarle, ya que ni siquiera necesita a nuestros hijos, y yo decidí que tampoco le necesitaba a él". Los padres de su marido se quedaron con los tres niños, ya que ella no podía mantenerlos, pero al menos podía verlos con regularidad. Finalmente, Amina aceptó convertirse en la tercera esposa de un hombre de 46 años, que "cuida de mí y me ayuda a encontrar mi camino". Le compró un piso y un coche y la ayudó a abrir un salón de belleza, y luego también una tienda de ropa. Si se hubiera quedado sin nadie, no habría tenido otra oportunidad en la sociedad tayika de tener lo necesario para vivir.

 

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