15/11/2015, 00.00
VATICANO
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Papa: “tanta barbarie nos deja consternados” y “utilizar el nombre de Dios” para justificar la violencia “¡es una blasfemia!”

Jesús es “la única potencia victoriosa y el único punto firme en medio de los acontecimientos y las tragedias del mundo”. “Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Nosotros no esperamos un día o un lugar, “nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el que nos encuentre preparados. Y no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino de “cómo” debemos comportarnos, hoy, en su espera”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El Papa volvió a condenar los atentados de París, que definió como una “afrenta a la dignidad de la persona humana” que “no se puede no condenar” y como una “barbarie” que “nos deja consternados”, al tiempo que volvió a afirmar que “¡utilizar el nombre de Dios para justificar este camino es una blasfemia!”.

Previamente, dirigiéndose a las 60.000 personas presentes en la Plaza San Pedro para la oración del Angelus, y comentando el Evangelio de hoy, en el cual Jesús habla de los “últimos acontecimientos de la historia humana”, había subrayado que “nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado”, “la única potencia victoriosa y el único punto firme en medio de los acontecimientos y las tragedias del mundo”.

“El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico -dijo - propone una parte del sermón de Jesús sobre los acontecimientos últimos de la historia humana, orientada hacia el pleno cumplimiento del reino de Dios (cfr Mc 13,24-32). Es un sermón que Jesús hace en Jerusalén, antes de su última Pascua. El mismo contiene algunos elementos apocalípticos, como son las guerras, carestías, catástrofes cósmicas: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo y las potencias que estan en el cielo serán sacudidas» (vv. 24-25). Sin embargo, estos elementos no son la parte esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual gira el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, además de su retorno al final de los tiempos”.

“Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Nosotros no esperamos un día o un lugar, “nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el que nos encuentre preparados. Y no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino de “cómo” debemos comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola del higo que reverdece y brota, como signo de que el verano se aproxima (cfr vv. 28-29), dice que la perspectiva del fin no se separa de la vida presente, sino que nos hace vivir nuestros días desde una óptica de esperanza.  Y tan difícil de vivir, la esperanza: la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene «con gran poder y gloria» (v. 26), que por lo tanto manifiesta su amor crucificado transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos será el triunfo de la Cruz, la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor al prójimo, a imitación de Cristo, es la única potencia victoriosa y el único punto firme en medio de los acontecimientos y las tragedias del mundo”.

“El Señor Jesús no es sólo en punto de llegada de la peregrinación terrenal, sino que es una presencia constante en nuestra vida, siempre está a nuestro lado, siempre nos acompaña; por esto, cuando habla del futuro, y nos proyecta hacia él, es siempre para reconducirnos al presente. Él se manifiesta contra los falsos profetas, contra los videntes que prevén cercano el fin del mundo, y contra el fatalismo. Él camina con nosotros, nos quiere. Quiere sustraer a sus discípulos, de todas las épocas, de la curiosidad por los datos, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy en la historia. Tendría ganas de preguntarles, cada uno responda por dentro, ¿cuántos de ustedes leen el horóscopo del día?  Y cuando te vienen las ganas de leer el horóscopo, mira a Jesús. Te hará mejor. Nos reclama -esto sí- a la espera y a la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como el adormecimiento, las huídas hacia adelante como el permanecer prisioneros del tiempo actual y de la mundanidad. En nuestros días no faltan las calamidades naturales y morales, y tampoco las adversidades y dificultades de toda índole. Todo pasa – nos recuerda el Señor –; solamente Él, su Palabra, permanece como luz que guía y alienta nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está a nuestro lado. Solamente es necesario mirarlo y nos cambia el corazón... Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el firme fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor”.

Y fue después de la oración mariana que Francisco volvió a hablar de los atentados, a propósito de los cuales ayer había dicho estar “conmovido y adolorido”. “Deseo expresar -dijo hoy- mi dolor por los ataques terroristas que en la noche del viernes han ensangrentado a Francia, causando numerosas víctimas. Expreso mis más profundas condolencias al Presidente de la República Francesa y a todos los ciudadanos. De manera particular a los familiares de todos aquellos que han perdido la vida y a los heridos.”.

“Tanta barbarie -prosiguió- nos deja consternados y nos hace preguntarnos cómo el corazón del hombre pueda idear y realizar actos tan horribles, que han asolado no solamente a Francia sino también al mundo entero. Ante tales hechos, no se puede no condenar la incualificable afrenta a la dignidad de la persona humana. Deseo volver a afirmar con vigor que ¡el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad! Y que utilizar el nombre de Dios para justificar este camino ¡es una blasfemia!”.

“Los invito a unirse a mi oración: confiemos a la misericordia de Dios las víctimas inermes de esta tragedia. Que la Virgen Maria, Madre de misericordia, suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y propósitos de paz. Pidámosle a ella proteger y velar sobre la querida Nación francesa, sobre Europa y sobre el mundo entero.”.

 

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