27/12/2017, 13.05
VATICANO
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Papa: si quitamos a Jesús, no hay Navidad, es otra fiesta, pero no la Navidad

“En nuestra época, especialmente en Europa, asistimos a una especie de ‘desnaturalización’ de la Navidad: en nombre de un falso respeto por quien no es cristiano, que a menudo esconde la voluntad de marginar la fe”. Jesús es “el regalo”. “Es por eso que en la Navidad intercambiamos regalos. El verdadero regalo para nosotros es Jesús, y como Él, queremos ser un regalo para los demás”. 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Sin Jesús, no hay Navidad, “es otra fiesta, pero no la Navidad”. Ha vuelto a repetirlo hoy el Papa Francisco, que ha dedicado su meditación de la audiencia general, al significado del nacimiento de Jesús.

A las ocho mil personas presentes en el Aula Pablo VI, él dijo: “En nuestra época, especialmente en Europa, asistimos a una especie de ‘desnaturalización’ de la Navidad, en nombre de un falso respeto por quien no es cristiano, que a menudo esconde la voluntad de marginar la fe, se elimina de la fiesta cualquier referencia al nacimiento de Jesús. ¡Pero en realidad, este acontecimiento es la única Navidad verdadera! Sin Jesús, no hay Navidad, hay otra fiesta, pero no la Navidad.  Y si en el centro está Él, entonces, todo el contorno, es decir, las luces, los sonidos, las distintas tradiciones locales, incluyendo las comidas características, todo confluye para crear la atmósfera de la fiesta. Pero con Jesús en el centro. Pero si lo quitamos a Él, la luz se apaga y todo se torna fingido, apariencia”.

Cuando nace Jesús, en Belén, “el mundo no se da cuenta de nada, ¡pero en el cielo los ángeles saben qué ocurre, exultan! Y es de esta manera que el Hijo de Dios se nos presenta, también hoy, a nosotros: como el regalo de Dios para la humanidad que está inmersa en la noche y en el letargo del sueño (cfr Is 9,1). Y todavía hoy, asistimos al hecho de que a menudo sucede que la humanidad prefiere la oscuridad, porque sabe que la luz desvelaría todas aquellas acciones y aquellos pensamientos que harían sonrojar o remorder la conciencia. Así, se prefiere permanecer en la oscuridad y no perturbar las costumbres equivocadas de uno”. “Podemos preguntarnos, entonces, qué significa recibir el regalo de Dios, que es Jesús. Como Él mismo nos ha enseñado con su vida, significa volverse, cotidianamente, un don gratuito para aquellos que se encuentran en el camino de uno. Es por eso que en Navidad se intercambian regalos. El verdadero regalo, para nosotros, es Jesús, y como Él, queremos ser un regalo para los demás”. “Él, enviado por el Padre, ha sido un regalo para nosotros, nosotros intercambiamos regalos”.  

“Y finalmente, un último aspecto que es importante: en Navidad, podemos ver cómo la historia humana, la que es movida por los poderosos de este mundo, es visitada por la historia de Dios. Y Dios involucra a aquellos que, confinados a los márgenes de la sociedad, son los primeros destinatarios de su don, es decir, la salvación que ha traído Jesús. Con los pequeños y despreciados, Jesús entabla una amistad que continúa en el tiempo y que alimenta la esperanza de un futuro mejor. A estas personas, representadas por los pastores de Belén, se les «apareció una gran luz» (Lc 2,9-12), que los condujo directamente hasta Jesús. Con ellos, en cada época, Dios quiere construir un mundo nuevo, un mundo en el cual no hay más personas rechazadas, maltratadas, ni indigentes”.

“En estos días –concluyó el Papa- abramos la mente y el corazón para acoger esta gracia. Jesús es el regalo de Dios para nosotros, y, si lo recibimos, también nosotros podemos convertirnos en un regalo para los demás, ante todo, para aquellos que jamás han conocido lo que es recibir atención y ternura. Tanta ternura. Tanta gente que en su vida jamás ha tenido la experiencia de una caricia, de un gesto de amor. Así, Jesús viene para seguir naciendo en la vida de cada uno de nosotros y, a través de nosotros, continúa siendo don de salvación para los pequeños y excluidos”.

“El nacimiento de Jesús –reafirmó, saludando a los fieles en idioma árabe- es el cumplimiento de las promesas divinas. Dios no ama las palabras, Su amor no se limita al envío de profetas, mensajeros o textos, sino que Lo lleva a abrazar nuestra debilidad y nuestra condición humana para elevarnos a la dignidad filial perdida. La encarnación de Dios es la prueba cierta de la autenticidad de Su amor, Quien ama verdaderamente se ensimisma con el ser amado”. 

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