18/11/2020, 12.16
VATICANO
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Papa: rezar como María: ‘Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras’

“Si en la oración comprendemos que cada día que Dios nos regala es una llamada, entonces ensanchamos el corazón y acogemos todo. Uno aprende a decir: ‘Lo que Tú quieras, Señor. Solo prométeme que estarás presente en cada paso de mi camino’. Esto es importante: pedir al Señor su presencia, que no nos abandone”. 

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Rezar como María: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Una oración simple, “para poner nuestra vida en manos de Dios”, fue el tema al que el Papa Francisco dedicó la audiencia general de hoy, que se desarrolló en la biblioteca privada. 

Continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración, Francisco centró su meditación en “La Virgen María, mujer orante”.

“La Virgen – dijo - reza.  Cuando el mundo todavía la ignora, cuando es una simple joven prometida a un hombre de la casa de David, María reza. Podemos imaginar a la joven de Nazaret recogida en silencio, en continuo diálogo con Dios, que pronto le encomendaría su misión. Ella ya está llena de gracia y es inmaculada desde la concepción, pero todavía no sabe nada de su sorprendente y extraordinaria vocación y del mar tempestuoso que tendrá que navegar”.  

“Algo es seguro: María pertenece al gran grupo de los humildes de corazón a quienes los historiadores oficiales no incluyen en sus libros, pero con quienes Dios ha preparado la venida de su Hijo. María no conduce su vida de manera autónoma: espera que Dios tome las riendas de su camino y la guíe donde Él quiere. Es dócil, y con su disponibilidad predispone los grandes eventos que involucran a Dios en el mundo”.

“María está en oración, cuando el arcángel Gabriel viene a traerle el anuncio a Nazaret. Su “he aquí” - pequeño e inmenso, que en ese momento hace saltar de alegría a toda la creación - en la historia de la salvación, estuvo precedido por muchos otros “he aquí”, de muchas obediencias confiadas, de muchas disponibilidades a la voluntad de Dios. No hay mejor forma de rezar que ponerse en una actitud de apertura, como María: ‘Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras’. Es el corazón abierto a la voluntad de Dios”. 

“¡Cuántos creyentes viven así su oración! No enfadándose porque los días están llenos de problemas, sino yendo al encuentro de la realidad y sabiendo que en el amor humilde, ofrecido en cada situación, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios: ‘Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras’. Una oración simple, para poner nuestra vida en las manos del Señor, para que sea Él quien nos guíe. Todos podemos rezar así, casi sin palabras. Simplemente: ‘Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”.  

“Si en la oración comprendemos que cada día que Dios nos regala es una llamada, entonces ensanchamos el corazón y acogemos todo. Uno aprende a decir: “Lo que Tú quieras, Señor. Solo prométeme que estarás presente en cada paso de mi camino’. Esto es importante: pedir al Señor su presencia, que no nos abandone”

“María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr Hch 1,14). Reza con los discípulos que han atravesado el escándalo de la cruz. Reza con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado arrepentido. María está ahí, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado para formar su Comunidad. Reza con ellos y por ellos. Y, nuevamente, su oración precede el futuro que está por cumplirse: por obra del Espíritu Santo, se ha convertido en Madre de Dios, y por obra del Espíritu Santo, se convierte en Madre de la Iglesia. Rezando con la Iglesia, se vuelve Madre de la Iglesia”. 

“En la Virgen María, la intuición femenina natural es exaltada por su singular unión con Dios en la oración. Por eso, cuando leemos el Evangelio, notamos que a veces pareciera que ella desaparece, para luego aflorar en los momentos cruciales: ella está abierta a la voz de Dios, que guía su corazón, y sus pasos se dirigen allí donde se necesita su presencia de madre y discípula. María jamás dice ‘hagan como yo les digo’; siempre señala a Jesús”.

“Algunos – concluyó - han comparado el corazón de María con una perla de un brillo incomparable, modelada y suavizada por su paciente aceptación de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. ¡Qué bonito sería si pudiéramos parecernos un poco a nuestra Madre! Con un corazón dispuesto y abierto, que sepa acoger  la palabra de Dios”.

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