Papa: reconocer y condenar, ‘sin prescripción’, los abusos sexuales
Carta “al pueblo de Dios” sobre las conclusiones del informe sobre los abusos en Pennsylvania. Se deben “reconocer y condenar, con dolor y vergüenza, las atrocidades cometidas por personas consagradas”. “Lo que se haga jamás alcanzará para pedir perdón y tratar de reparar el daño causado”. Se debe superar cualquier forma de clericalismo. Tanto “aquél favorecido por los mismos sacerdotes como por los laicos, genera un escisión en el cuerpo eclesial, que fomenta y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Reconocer y condenar, con dolor y vergüenza, las atrocidades cometidas por personas consagradas”, “comprometiéndonos en mayor medida, en el presente, en un camino de renovada conversión”, a practicar la penitencia y el ayuno “que nos procure el hambre y la sed de justicia y que nos empuje a caminar en la verdad, apoyando todas los oficios judiciales que sean menester”. Para “comprometernos, en la verdad y en la caridad, con todos los hombres de buena voluntad, y con la sociedad en general, a luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia”. Son los lineamientos que enmarcan el pensamiento del Papa Francisco, que en su “Carta al pueblo de Dios” se refiere a las conclusiones del reporte sobre abusos sexuales cometidos en Pennsylvania por parte del clero, informe que fue dado a conocer el 14 de agosto pasado.
El documento comienza con las palabras de la Carta a los Corintios: «Si un miembro sufre, todos los miembros sufren junto a él» (1 Cor 12,26). “Estas palabras de San Pablo resuenan con fuerza en mi corazón constatando, una vez más, el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder o de conciencia, cometidos por un número notable de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera profundas heridas de dolor y de impotencia, ante todo en las víctimas, pero también en sus familiares y en comunidad entera, sean o no creyentes. Mirando hacia el pasado, jamás se alcanzará a pedir perdón y a tratar de reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro, jamás será poco todo aquello que se haga para dar vida a una cultura capaz de evitar que tales situaciones no sólo no se repitan, sino que tampoco hallen espacio para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y de sus familias es también nuestro dolor, por lo tanto, urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situaciones de vulnerabilidad”.
Francisco observa que “por más que se pueda decir que la mayor parte de los casos se refieren al pasado, sin embargo, con el paso del tiempo hemos podido conocer el dolor de muchas víctimas y hemos constatado que las heridas jamás desparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a concentrar los esfuerzos para erradicar esta cultura de la muerte; las heridas ‘nunca habrán de prescribir’. El dolor de estas víctimas es un lamento que sube el cielo, que toca el alma y que por mucho tiempo fue ignorado, escondido o acallado. Pero su grito ha sido más fuerte que todas las medidas que han intentado acallarlo, o que incluso han pretendido resolverlo con decisiones que han incrementado su gravedad, cayendo en la complicidad. Grito que el Señor ha escuchado haciéndonos ver, una vez más, de qué parte quiere estar”.
“Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, admitamos que no hemos sabido estar donde debíamos estar, que no hemos actuado a tiempo reconociendo la dimensión y la gravedad del daño que se estaba causando a tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”.
“La dimensión y la magnitud de los acontecimientos exige hacerse cargo de este hecho de manera global y comunitaria”. Con tomar conciencia de lo sucedido, aún cuando esto sea necesario, no alcanza. También se necesita solidaridad para que “las víctimas de todo tipo de abuso puedan hallar una mano tendida que los proteja y que los rescate de su dolor”. “Tal solidaridad exige, a su vez, denunciar todo aquello que pueda poner en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama a una lucha contra todo tipo de corrupción, especialmente aquella espiritual”.
Francisco luego dice ser “consciente del esfuerzo y del trabajo que se cumple en varias partes del mundo para garantizar y realizar las diligencias necesarias, que brinden seguridad y protejan la integridad de los niños y de los adultos en estado de vulnerabilidad, así como en la difusión de la ‘tolerancia cero’ y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que cumplen u ocultan estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que éstas ayudarán a garantizar una mayor cultura de la protección en el presente y en el futuro. Unidos a estos esfuerzos, es necesario que cada bautizado se sienta involucrado en la transformación eclesial y social de la cual tenemos tantas necesidad”.
Pero dado que “es imposible imaginar una conversión en el obrar eclesial sin la participación activa de todos los que componen el pueblo de Dios”, el documento afirma que debe superarse toda forma de clericalismo. El mismo “ya sea favorecido por los mismos sacerdotes o por laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial, que fomenta y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso significa decir con fuerza no a cualquier forma de clericalismo”. Y dado que “nadie se salva solo”, “todo aquello que se haga para erradicar de nuestras comunidades la cultura del abuso, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y efectiva transformación. La dimensión penitencial del ayuno y la oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y de la conversión, y así elaborar acciones que produzcan dinamismos en sintonía con el Evangelio”. (FP)
17/08/2018 13:06
22/03/2017 13:04