Papa: pedido por el cese del fuego mundial y por la paz entre Armenia y Azerbaiyán
La intención del diablo “es el de obstaculizar la obra de la salvación, hacer de modo que el Reino de Dios sea impedido por operadores inicuos, sembradores de escándalos”. “Esto lo hace siempre el diablo o nuestra tentación cuando caemos en la tentación de hablar mal para destruir a los otros”
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Nuevo pedido del Papa Francisco que en el Ángelus auspició “cesen- el fuego- global e inmediato, que permita la paz y la seguridad indispensables para dar la asistencia humanitaria necesaria” a las poblaciones que sufren las consecuencias económicas y sociales de la pandemia “cuyos sufrimientos son agravados por situaciones de conflicto”. A propósito dijo además que sigue “con preocupación el empeoramiento en los días pasados de las tensiones armadas en la región del Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán. Mientras -prosiguió- aseguro mi oración por las familias de aquellos que perdieron la vida en los enfrentamientos, auspicio que con el compromiso de la comunidad internacional y a través del diálogo y la buena voluntad de las partes, se pueda llegar a una solución pacífica duradera, que tenga el bien de aquellas amadas poblaciones”.
Antes de recitar la oración mariana, a algunas miles de personas presentes en la plaza de san Pedro, Francisco, comentando el pasaje evangélico del trigo y la cizaña volvió a condenar “las habladurías” con las cuales destruimos a los otros.
Con la parábola, subrayó, ““Jesús cuenta que, en el campo en el que se ha sembrado la semilla buena – afirma el Pontífice – brota también la cizaña, un término que resume todas las malas hierbas, que infestan el terreno”. Entre nosotros-agregó- podemos decir que también hoy el terreno está infectado de herbicidas que hacen mal a la tierra y también a nosotros” En esta parábola se puede leer una visión de la historia.
Junto a Dios – el amo del campo – que esparce siempre y solo semilla buena, hay un adversario, que esparce la cizaña para obstaculizar el crecimiento del trigo. “El amo actúa abiertamente, a la luz del sol, y su propósito es una buena cosecha; el otro, sin embargo, aprovecha la oscuridad de la noche y obra por envidia, por hostilidad, para arruinar todo”. El adversario, afirma el Papa, tiene un nombre: es el diablo, el opositor de Dios por antonomasia. Su intención es obstaculizar la obra de salvación, para que el Reino de Dios sea obstaculizado por trabajadores injustos, sembradores de escándalos.
Si Jesús ha venido a buscar a los pecadores más que a los justos, a curar a los enfermos antes que a los sanos, también nuestra acción como sus discípulos debe estar dirigida no para suprimir a los malvados, sino para salvarlos.
“De hecho, la buena semilla y la cizaña no representan el bien y el mal de forma abstracta, sino a nosotros los seres humanos, que podemos seguir a Dios o al diablo”.
“Tantas veces-agregó- hemos escuchado que una familia que estaba en paz, luego comenzaron las guerras, las envidias… un barrio que estaba en paz, luego comenzaron cosas feas… Y nosotros estamos acostumbrados a decir: ‘Eh, alguien vino allí para sembrar la cizaña’ o ‘esta persona de la familia, con sus habladurías, siembre cizaña’... Siempre está sembrando el mal que destruye. Y esto siempre lo hace el diablo o tenemos la tentación: cuando caemos en la tentación de criticar para destruir a otros”.
“La intención de los siervos es la de eliminar enseguida el mal, es decir a las personas malvadas, pero el amo es más sabio, ve más lejos: estos deben saber esperar, porque soportar las persecuciones y las hostilidades forma parte de la vocación cristiana.
“El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los malvados son personas con las que hay que tener paciencia. No se trata de esa tolerancia hipócrita que esconde ambigüedad, sino de la justicia mitigada por la misericordia”.
Finalmente, el Santo Padre dijo que el Evangelio nos presenta dos modos de vivir la historia; por un lado, la mirada del amo; por otro, la mirada de los siervos. “Los criados se preocupan por un campo sin malezas, el amo por el buen trigo. El Señor nos invita a asumir su misma mirada, la que mira al buen grano, que sabe custodiarlo también en las malas hierbas”. No colabora bien con Dios quien se pone a la caza de los límites y de los defectos de los otros, sino más bien quien sabe reconocer el bien que crece silenciosamente en el campo de la Iglesia y de la historia, cultivándolo hasta la maduración. Y entonces será Dios, y solo Él, quien premie a los buenos y castigue a los malvados”.
“La Virgen María nos ayude a comprender e imitar la paciencia de Dios, que no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, que Él ama con amor de Padre”.
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