22/01/2020, 13.25
VATICANO
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Papa: los cristianos deben mostrar que no todo es hostilidad hacia los migrantes

A veces, ellos “son explotados por traficantes criminales; son tratados como números y por algunos gobernantes, como una amenaza”, a tal punto que “muchas veces no los dejan desembarcar en los puertos”. Saludos y buenos deseos a todos los que festejarán el Año Nuevo Lunar el 25 de enero, en el “Extremo Oriente”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –  Como cristianos, podemos y debemos testimoniar que “no todo es hostilidad e indiferencia” hacia tantas personas que ponen en riesgo su vida para huir de las guerras y de la pobreza, y que a veces “son explotados por traficantes criminales; son tratados como números y por algunos gobernantes, como una amenaza”, a tal punto que “muchas veces no los dejan desembarcar en los puertos”. El tema de la hospitalidad, elegido para la actual Semana de oración por la unidad de los cristianos, sirvió para que Papa Francisco volviera a pedir, en la audiencia general de hoy, una actitud de “acogida” hacia los migrantes.

Al termino del encuentro, Francisco también expresó un pensamiento por la celebración del Año Nuevo chino. “El próximo 25 de enero – dijo -, en el Extremo Oriente y en otras partes del mundo, millones de hombres y mujeres celebrarán el Año Nuevo lunar. Les envío a todos ellos un saludo cordial, deseando que las familias en particular, sean lugares de educación en la virtud de la acogida, la sabiduría, el respeto de todas las personas y de la armonía de la creación. También invito a todos a rezar por la paz, por el diálogo y la solidadridad entre las naciones: dones más necesarios que nunca en el mundo de hoy”.  

Previo a ello, en el discurso pronunciado frente a las setenta mil personas presentes en el Aula Pablo VI para la audiencia general, Francisco se refirió a la “acogida ecuménica” y en ese contexto, abordó el tema de los migrantes. 

“El tema de este año – dijo -, que es la hospitalidad, fue desarrollado por las comunidades de Malta y Gozo, a partir del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que narra la hospitalidad con que trataban los habitantes de Malta a San Pablo y a sus compañeros de viaje, que habían naufragado junto a él”. 

El Papa recordó que después de una tempestad que duró 14 días, el barco en el que viaja el apóstol llega a la isla, a salvo, tal como había dicho San Pablo. En Malta “sentían algo nuevo. En contraste con la brutal violencia del mar tempestuoso, recibieron el testimonio de la ‘rara humanidad’ de los habitantes de la isla. Esta gente, que para ellos era extranjera, se mostraba atenta a sus necesidades. Encienden el fuego para que puedan darse calor, les ofrecen comida y un lugar para refugiarse de la lluvia”.

“La hospitalidad – prosiguió Francisco - es una importante virtud ecuménica. Ante todo significa reconocer que los demás cristianos son realmente nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Somos hermanos, pero quizás hay quien diga: pero ese es protestante, y aquél, ortodoxo. No es un acto de generosidad unilateral, porque cuando hospedamos a otros cristianos los acogemos como un don que se nos entrega. Al igual que los malteses, nosotros recibimos algo a cambio, porque recibimos lo que el Espíritu Santo ha sembrado en nuestros hermanos y hermanas, y esto también se convierte en un don para nosotros”. 

“Acoger a cristianos de otra tradición significa, en primer lugar, mostrar el amor que Dios siente por ellos, porque son hijos de Dios, hermanos nuestros; y además significa acoger lo que Dios ha realizado en sus vidas. La hospitalidad ecuménica reclama la disponibilidad a escuchar a los otros cristianos, prestando atención a sus historias personales de fe y a su historia como comunidad de fe, con otra tradición. La hospitalidad ecuménica conlleva el deseo de conocer la experiencia que tienen otros cristianos en su relación con Dios y la espera de recibir los dones espirituales que derivan de ello. Y esto es una gracia. En mi tierra, por ejemplo, cuando venían algunos misioneros evangélicos, algunos católicos iban y quemaban las tiendas. Somos hermanos”. 

“Hoy – continuó - el mar en el cual naufragaron Pablo y sus compañeros ha devenido, una vez más, un lugar peligroso para la vida de otros navegantes. En todo el mundo, hay hombres y mujeres que migran y afrontan viajes riesgosos para huir de la violencia, de la guerra y de la pobreza. Al igual que San Pablo y sus compañeros, sienten la indiferencia y la hostilidad del desierto, de los ríos, de los mares.... Muchas veces no los dejan desembarcar en los puertos. Hoy. Y lamentablemente a veces también se topan con una hostilidad de los hombres, que es mucho peor. Son explotados por traficantes criminales; tratados como números y por parte de algunos gobernantes, como una amenaza; a veces, la falta de hospitalidad los rechaza como una ola que los empuja hacia la pobreza o a los peligros de los cuales huyeron”. 

“Como cristianos, debemos trabajar juntos para mostrar a los migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo. Podemos y debemos testimoniar que no todo es hostilidad e indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y es amada por Él. Las divisiones que todavía persisten entre nosotros nos impiden ser plenamente signo del amor de Dios. Trabajar juntos, para vivir la hospitalidad, en particular hacia aquellos cuya vida es más vulnerable, nos volverá a todos, a todos los cristianos, mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos acercará, en definitiva, a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros”. 

“Como cristianos – agregó en el saludo a los peregrinos en lengua árabe - no podemos ser indiferentes frente al drama de las antiguas y nuevas pobrezas, de las soledades más oscuras, del desprecio y de la discriminación.  No podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado, frente a la miseria de tantos inocentes. Trabajemos juntos para mostrar a todos el amor de Dios revelado por Jesucristo, y esto nos volverá mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido”.

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