08/08/2018, 14.50
VATICANO
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Papa: la salvación de Dios entra por la puerta de la debilidad

En la audiencia general, el Papa Francisco prosigue con la catequesis sobre la idolatría: “La naturaleza humana, para huir de la precariedad, busca una religión del tipo ‘hágalo-usted-mismo’. El becerro de oro “es un símbolo de riqueza… éxito, poder y dinero… ¡las tentaciones de siempre!”. “Nuestra sanación viene de Aquél que se hizo pobre, que abrazó el fracaso”. “En Cristo, nuestra fragilidad ya no es una maldición, sino el lugar del encuentro con el Padre”. El recuerdo de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, patrona de Europa”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Por la puerta de la debilidad, entra la salvación de Dios”; “es en virtud de la propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios”. El Papa Francisco sintetizó de esta manera la enseñanza que brindó hoy en la audiencia general, continuando con su nueva serie de catequesis sobre los mandamientos, y al profundizar en el significado de la idolatría, tema que ya había sido abordado la semana pasada.  Hoy, él dijo que el ídolo “es un pretexto para colocarse a sí mismo como centro de la realidad, en una adoración de la obra de las propias manos”; “el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de libertad, pero que, por el contrario, esclavizan”. Al final del encuentro, el pontífice recordó a Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, patrona de Europa, cuya fiesta, según el calendario litúrgico, se celebra mañana (si bien Francisco dijo que se festeja “hoy”).

Para la catequesis, el Papa tomó como punto de partida el relato del becerro de oro, narrado en el Libro del Éxodo (Éxodo 32, 1-8). “Este episodio –explicó- tiene un contexto preciso: el desierto, donde el pueblo espera a Moisés, que ha subido a la montaña para recibir instrucciones de Dios. ¿Qué es el desierto? Es un lugar donde reinan la precariedad y la incertidumbre, allí no hay nada,  faltan el agua, la comida y un refugio donde resguardarse.  El desierto es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables. Esta inseguridad genera en el hombre una ansiedad fundamental, a la cual Jesús alude en el Evangelio: «¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ¿Con qué vamos a vestirnos?» (Mateo 6,31)”.

“Y, en ese desierto sucede algo que desata la idolatría. ¿Por qué? Porque «Moisés tardaba en bajar del monte» (Éxodo 32,1). Él permaneció allí 40 días, y la gente perdió la paciencia. Falta el punto de referencia, la guía que da tranquilidad, y la situación se torna insostenible. Entonces el pueblo pide un dios visible para poder identificarse y orientar su rumbo. Y dicen a Aarón: «Anda, ¡haznos un Dios que camine delante de nosotros!»”.

“La naturaleza humana, para huir de la precariedad, busca una religión del tipo “hágalo usted mismo”: si Dios no se deja ver, nos hacemos un dios a medida. «Ante el ídolo, no hay riesgo de una llamada que haga salir de las propias seguridades, porque los ídolos «tienen boca y no hablan» (Salmo 115,5). Vemos entonces que el ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de las propias manos» (Encíclica Lumen fidei, 13)”.

 

“El becerro tenía un doble significado en el antiguo Oriente próximo: por una parte, representaba la fecundidad y la abundancia, y por otra, la energía y la fuerza. Pero ante todo, es de oro, por lo tanto, es símbolo de riqueza. Éxito, poder y dinero. ¡Son las tentaciones de siempre! El becerro de oro es precisamente esto: el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de libertad pero que, por el contrario, esclavizan. Porque el ídolo siempre esclaviza. Tiene ese encanto y tú vas tras él. Ese encanto de la serpiente, que mira al pajarito, y el pajarito se queda allí, sin poder moverse, y la serpiente lo atrapa”.  

Pero todo surge de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de depositar en Él todas nuestras incertidumbres, de dejar que sea Él quien brinde verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón. Esto permite asimismo sostener la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. Sin el primado de Dios, se cae fácilmente en la idolatría y uno termina contentándose con míseras garantías. Piensen bien en esto: a Dios no le llevó tanto trabajo liberar al pueblo de Egipto; lo hizo con signos [que dan muestra] de poderío, de amor. Pero el gran trabajo de Dios ha sido quitar a Egipto del corazón del pueblo, es decir, quitar la idolatría del corazón del pueblo. Y Dios todavía continúa trabajando para quitarla de nuestros corazones. Éste es la gran tarea de Dios: quitar “ese Egipto” que llevamos adentro, que es el encantamiento de la idolatría”.  

“Cuando uno recibe al Dios de Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por nosotros (cfr. II Corintios 8,9), entonces se descubre que reconocer las propias flaquezas no es la desgracia de la vida humana, sino que es la condición para abrirse a aquél que es realmente fuerte. Entonces, por la puerta de la debilidad, entra la salvación de Dios (cfr. II Corintios 12,10); es en virtud de la propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios. La libertad del hombre nace de dejar que el Dios verdadero sea el único Señor. Esto permite aceptar la propia fragilidad y rechazar a los ídolos de nuestro corazón.

“Los cristianos dirigimos la mirada a Cristo crucificado (cfr. Juan 19,37), que es débil, despreciado y despojado de todo. Pero en Él se revela el rostro del Dios verdadero, la gloria del amor, y no la del engaño reluciente. Isaías dice: «Por sus llagas, hemos sido curados» (53,5)”.

“Nuestra sanación viene de Aquél que se hizo pobre, que abrazó el fracaso, que tomó sobre sí nuestra precariedad, yendo hasta el fondo, para colmarla de amor y de fuerza. Él viene a revelarnos la paternidad de Dios; en Cristo, nuestra fragilidad ya no es más una maldición, sino un lugar de encuentro con el Padre y fuente de una nueva fuerza, que viene de lo alto”.  

Luego de los saludos en varios idiomas, el Papa recordó que mañana “se celebra en Europa la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). Mártir, mujer coherente, mujer que busca a Dios con honestidad, con amor, y mujer mártir de su pueblo judío, y cristiano. Que ella, Patrona de Europa, ruegue por Europa y la proteja de la helada”.

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