17/09/2019, 13.54
VATICANO
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Papa: la compasión es un ‘lenguaje de Dios’; no es lástima, sino ‘involucrarse’

“Muchas veces el lenguaje humano es la indiferencia. Hacerse cargo hasta ahí, y no pensar más allá”. “La compasión nos lleva por el camino de la verdadera justicia. Siempre es necesario restituirla a aquellos que tienen cierto derecho; y esto siempre nos salva del egoísmo, de la indiferencia, de nuestra propia cerrazón”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La compasión “es un lenguaje de Dios”, pero “no es un sentimiento de pena, de lástima”, sino que es “involucrarse en el problema de los demás, es jugarse la vida allí”, como hace el Señor. Es lo que dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, al comentar el pasaje del Evangelio de Lucas, de la liturgia de hoy (Lc 7,11-17) en el cual se narra el encuentro de Jesús con la viuda de Naín, que llora por la muerte de su único hijo, mientras éste es llevado a la tumba. 

El evangelista no dice que Jesús tuvo compasión, sino que “el Señor fue embargado por una gran compasión”, y el Papa destacó que es como si se dijese que “fue víctima de la compasión”. 

Había mucha gente acompañando a aquella viuda, pero Jesús mira su realidad: se ha quedado sola hoy y hasta el fin de la vida, porque es viuda y ha perdido a su único hijo. En efecto, es precisamente la compasión lo que permite entender profundamente la realidad. “La compasión te hace entender realmente las dimensiones. Y en los Evangelios, Jesús muchas veces es tomado por la compasión. La compasión también es el lenguaje de Dios. Y este no comienza a aparecer en la Biblia con Jesús: fue Dios quien le dijo a Moisés ‘he visto el dolor de mi pueblo’ (Ex 3,7); es la compasión de Dios, que envía a Moisés para salvar al pueblo. Nuestro Dios es un Dios de compasión, y la compasión es -podemos decir- la debilidad de Dios, pero también su fuerza. Es lo mejor que puede darnos: porque fue la compasión lo que lo movió a enviarnos a Su Hijo. La compasión es un lenguaje de Dios”. 

La compasión “no es un sentimiento de pena, de lástima”, que se siente, por ejemplo, cuando se ve morir un perro en la calle: “pobrecito, sintamos un poco de pena”, remarca Francisco. Sino que es “involucrarse en el problema de los demás, es jugarse la vida allí”. El Señor, en efecto, se juega la vida y va allí. 

Francisco brindó otro ejemplo tomado del Evangelio de la multiplicación de los panes: Jesús dice a sus discípulos que den de comer a la multitud que lo ha seguido, cuando en realidad ellos querían despedirla. “Eran prudentes, los discípulos”, comentó Francisco. “Yo creo -prosiguió- que en aquél momento Jesús se habrá enfadado, en el corazón”, si tenemos en mente la respuesta que dio: ‘¡Denles de comer!’ Su invitación era a hacerse cargo de la gente, sin pensar que luego de una jornada así podían ir hasta la aldea a comprar el pan. “El Señor, dice el Evangelio, tuvo compasión porque veía a aquella gente como ovejas sin pastor” . Entonces, por una parte, el gesto de Jesús, la compasión; y por otra, la actitud egoísta de los discípulos que “buscan una solución, pero sin compromiso”, que no se ensucian las manos, como queriendo decir, ‘que esta gente se las arregle’. “ Y así como la compasión es el lenguaje de Dios, muchas veces el lenguaje humano es la indiferencia. Hacerse cargo hasta aquí, y no pensar más allá. La indiferencia. Uno de nuestros fotógrafos, de L’Osservatore Romano, tomó una foto que ahora se encuentra en la Limosnería, y que se titula ‘Indiferencia’. He hablado de esto muchas veces. Una noche de invierno, frente a un restaurante de lujo, una señora que vive en la calle tiende la mano a otra señora que sale, bien abrigada, del restaurante, y esta última señora mira hacia otro lado… Es así que cerramos la puerta a la compasión. ¡Cuántas veces miramos para otro lado! Podemos hacer un examen de conciencia: yo, ¿suelo mirar para otro lado? ¿O dejo que el Espíritu Santo me lleve por el camino de la compasión? Que es una virtud de Dios…”. 

El Papa luego dijo sentirse conmovido por una palabra del Evangelio de hoy, cuando Jesús dice a esta mamá: “No llores”. “Una caricia de compasión”. Jesús toca el ataúd, y le dice al muchacho que se levante. Entonces, el joven se sienta y comienza a hablar. Y el Papa ha subrayado justamente el final: “Y él lo restituyó a la madre”. “Lo restituyó: un acto de justicia. Esta palabra se usa en la justicia: restituir. La compasión nos lleva por el camino de la verdadera justicia. Siempre es necesario restituirla a aquellos que tienen cierto derecho, y esto siempre nos salva del egoísmo, de la indiferencia, de la cerrazón nuestra. Continuamos con la Eucaristía de hoy, con esta palabra: ‘El Señor fue tomado por una gran compasión’. Que Él -concluyó- también tenga compasión de cada uno de nosotros: lo necesitamos”.

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