29/03/2019, 20.08
VATICANO
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Papa: el ‘corazón’ de la confesión no son los pecados que decimos, sino el amor que recibimos

En el curso de la celebración penitencial, Francisco se confesó y confesó a algunas personas. “El mal es fuerte, tiene un poder seductor: atrae, hechiza. Para separarlo no basta nuestra voluntad, se necesita de un amor más grande. Sin Dios no se puede vencer el mal”. “Repartamos entonces de la confesión, ¡restituyamos a este sacramento el lugar que merece en la vida y en la pastoral!”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Corazón de la confesión no son los pecados que decimos, “sino el amor que recibimos y del cual siempre necesitamos”. Lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la celebración penitencial celebrada hoy por la tarde en la basílica de S. Pedro que marcó la apertura de la iniciativa “24 horas para el Señor”, llegada a la sexto edición y que se celebra en todo el mundo.

El mismo Francisco, en el curso del rito, comentando el episodio evangélico de la adúltera subrayó que “es Jesús que, con la fuerza del espíritu Santo, nos libra del mal que tenemos adentro, del pecado que la ley podía obstaculizar, pero no remover.“ Sin embargo, el mal es fuerte, tiene un poder seductor: atrae, hechiza. Para separarlo no basta nuestra voluntad, se necesita de un amor más grande. Sin Dios no se puede vencer el mal: sólo su amor eleva desde adentro, sólo su ternura volcada en el corazón nos hace libres. Si queremos la liberación del mal hay que dejar espacio al Señor, que perdona y cura. Y lo hace sobre todo a través de la confesión, que es “la escritura de Dios en el corazón. Allí leemos cada vez que somos preciosos a los ojos de Dios, que Él es Padre y nos ama más de cuánto nos amamos a nosotros mismos”.

“Cuántas veces-agregó aún-  nos sentimos solos y perdemos el hilo de la vida. Cuántas veces no sabemos ya cómo recomenzar, oprimidos por el cansancio de aceptarnos. Necesitamos comenzar de nuevo, pero no sabemos desde dónde. El cristiano nace con el perdón que recibe en el Bautismo. Y renace siempre de allí: del perdón sorprendente de Dios, de su misericordia que nos restablece. Solo sintiéndonos perdonados podemos salir renovados, después de haber experimentado la alegría de ser amados plenamente por el Padre”.

“Solo a través del perdón de Dios suceden cosas realmente nuevas en nosotros. Volvamos a escuchar una frase que el Señor nos ha dicho por medio del profeta Isaías: «Realizo algo nuevo» (Is 43,18). El perdón nos da un nuevo comienzo, nos hace criaturas nuevas, nos hace ser testigos de la vida nueva.

El perdón no es una fotocopia que se reproduce idéntica cada vez que se pasa por el confesionario”.

“Recibir el perdón de los pecados a través del sacerdote es una experiencia siempre nueva, original e inimitable. Nos hace pasar de estar solos con nuestras miserias y nuestros acusadores, como la mujer del Evangelio, a sentirnos liberados y animados por el Señor, que nos hace empezar de nuevo”.

“ ¿Qué hacer para dejarse cautivar por la misericordia, para superar el miedo a la confesión? Escuchemos de nuevo la invitación de Isaías: «¿No lo reconocéis?» (Is 43,18). Reconocer el perdón de Dios es importante. Sería hermoso, después de la confesión, quedarse como aquella mujer, con la mirada fija en Jesús que nos acaba de liberar: Ya no en nuestras miserias, sino en su misericordia. Mirar al Crucificado y decir con asombro: “Allí es donde han ido mis pecados. Tú los has cargado sobre ti. No me has apuntado con el dedo, me has abierto los brazos y me has perdonado otra vez’. Es importante recordar el perdón de Dios,recordar la ternura, volver a gustar la paz y la libertad que hemos experimentado. Porque este es el corazón de la confesión: no los pecados que decimos, sino el amor divino que recibimos y que siempre necesitamos. Sin embargo, nos puede asaltar una duda: “no sirve confesarse, siempre cometo los mismos pecados”. Pero el Señor nos conoce, sabe que la lucha interior es dura, que somos débiles y propensos a caer, a menudo reincidiendo en el mal. Y nos propone comenzar a reincidir en el bien, en pedir misericordia. Él será quien nos levantará y convertirá en criaturas nuevas. Entonces reemprendamos el camino desde la confesión, devolvamos a este sacramento el lugar que merece en nuestra vida y en la pastoral”.

 

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