03/01/2018, 11.01
VATICANO
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Papa: el acto penitencial, el coraje de quitarse la máscara y abrirse a la gracia que renueva el corazón

En la primera catequesis del nuevo año, el Papa Francisco explica los gestos y las palabras del rito de introducción de la misa. “Saldar las cuentas con nuestra debilidad, nos abre el corazón para invocar la misericordia divina, que transforma y convierte”. Golpearse el pecho significa reconocer que “he pecado precisamente por mi culpa, y no por la de los demás”. Se peca de “omisión”: no basta con no hacer mal al prójimo, se necesita optar por hacer el bien”.  

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El acto penitencial, el rito de introducción de la misa, ha sido el centro de la meditación que hoy ha llevado adelante el Papa Francisco en el aula Pablo VI. En su primera cita del 2018 con la catequesis de los miércoles, para explicar el sentido del gesto penitencial, el pontífice ha presentado algunas figuras de “penitentes” presentes en la Biblia, que, “volviendo a entrar en sí tras haber cometido el pecado, hallan el coraje de quitarse la máscara y abrirse a la gracia que renueva el corazón”. El Papa citó al rey David, al hijo pródigo, al publicano, a Pedro, a Zaqueo y a la samaritana. “Medirse con la fragilidad de la arcilla con la cual somos amasados –dijo- es una experiencia que nos fortalece: además de hacernos tomar cuenta de nuestra debilidad, nos abre el corazón para invocar la misericordia divina que transforma y convierte”.

El acto penitencial, explicó, “favorece la actitud con la cual disponerse a celebrar dignamente los santos misterios, es decir, reconociendo, delante de Dios y de los hermanos, nuestros pecados”.

“¿Qué puede dar el Señor a quien ya tiene el corazón colmado de sí, del propio éxito? Nada, porque el presuntuoso es incapaz de recibir el perdón, saciado, como ésta, de su presunta justicia. Pensemos en la parábola del fariseo y del publicano, donde sólo el segundo vuelve a su casa justificado, es decir, perdonado (cfr Lc 18, 9-14). Quien es consciente de sus propias miserias y baja la mirada con humildad, siente posarse sobre él la mirada misericordiosa de Dios. Sabemos, por experiencia, que sólo quien sabe reconocer los errores y pedir disculpas recibe la comprensión y el perdón de los demás”.

El Papa luego ha subrayado la confesión general. Pero “pronunciada en primer persona singular” por parte de la comunidad, en la cual se “confiesa a Dios y a los hermanos ‘haber pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión’. Sí, también de omisión, es decir de no haber hecho el bien que se podría haber hecho. A menudo nos sentimos buenos porque –decimos- ‘no hice el mal a nadie’. En realidad, no basta con no hacer el mal al prójimo, es necesario elegir hacer el bien, aprovechando las ocasiones para dar un buen testimonio de que somos discípulos de Jesús”.  

“Las palabras que decimos con la boca van acompañadas por el gesto de golpearse el pecho, reconociendo que he pecado por mi culpa y no por la de otros. A menudo sucede que en efecto, por miedo o vergüenza, señalamos con el dedo acusando a los demás. Cuesta admitir que se es culpables, pero nos hace bien confesarlo con sinceridad”.

“Después de la confesión del pecado, suplicamos a la Santísima Virgen María, a los ángeles, a los Santos, que rueguen al Señor por nosotros. También en esto es preciosa la comunión de los Santos: la intercesión de estos «amigos y modelos de vida» (Prefacio del 1° noviembre) nos sostiene en el camino hacia la plena comunión con Dios, cuando el pecado será definitivamente anulado”.

“El acto penitencial se concluye con la absolución del sacerdote, que invoca a Dios Todopoderoso para que «tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna». Dicha absolución «sin embargo, no tiene el mismo valor que el sacramento de la Penitencia» (Ordenamiento General del Misal Romano, 51). De hecho, hay pecados graves, los que llamamos mortales, porque hacen morir la vida divina en nosotros, los cuales, para ser perdonados, necesitan de la Confesión y absolución sacramental”.

Entre las variadas fórmulas que se pueden usar en el acto penitencia, el Papa ha citado también el Kyrie eleison: “con la antigua expresión griega, aclamamos al Señor –Kyrios- e imploramos su misericordia”. 

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