28/11/2018, 12.39
VATICANO
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Papa: el Decálogo es la ‘radiografía’ de Jesús, que nos da un corazón nuevo

En Jesús los Mandamientos ya no son una serie de prescripciones negativas, “sino la carne misma de Cristo, que nos ama, nos busca, nos perdona, nos consuela y en su Cuerpo recompone la comunión con el Padre, perdida por la desobediencia del pecado”

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Para los cristianos el Decálogo es “contemplar a Cristo para abrirnos a recibir su corazón, sus deseos, su santo Espíritu”. “Desear según el Espíritu” es lo que indica la transformación de los Mandamientos hecha por Jesús, venido no a abolir, sino a completar la ley. El “desear según el Espíritu” es la clave para la lectura dada por el Papa como conclusión de las catequesis sobre el Decálogo en el discurso para la audiencia general de hoy.

Un encuentro alegremente “perturbada” por un niño argentino que saludó al Papa y luego se quedó por un buen rato en el palco del Aula Pablo VI, corriendo alrededor de él. “Este niño -dijo sonriendo el Papa Francisco en español- es mudo, no sabe hablar, pero sabe comunicar que es libre, indisciplinadamente libre”.

A las 8 mil personas presentes en la audiencia, el Papa precedentemente había explicado que en la catequesis de hoy, que concluye el recorrido sobre los Diez Mandamientos, podemos utilizar como tema clave el de los deseos, que nos permite recorrer el camino hecho y reasumir las etapas realizadas leyendo el texto del Decálogo, siempre a la luz de la plena revelación en Cristo”.

“Hemos partimos de la gratitud como base de la relación de confianza y obediencia: Dios, hemos visto, no pide nada antes de haber dado mucho más. Nos invita a la obediencia para redimirnos del engaño de las idolatrías que tienen tanto poder sobre nosotros. En efecto, buscar nuestra propia realización en los ídolos de este mundo nos vacía y nos esclaviza, mientras que lo que nos da estatura y sustancia es nuestra relación con Aquel que, en Cristo, nos hace hijos a partir de su paternidad. (Cfr Ef 3,14-16)”. Esto implica un proceso de bendición y liberación, que son el auténtico descanso. Como dice el Salmo: “Sólo en Dios reposa mi alma: da luz mi salvación (Sal 62,2).

“Esta vida liberada se convierte en acogida en nuestra historia personal y nos reconcilia con lo que hemos vivido desde la infancia hasta el presente, haciéndonos adultos y capaces de dar la debida importancia a las realidades y a las personas de nuestras vidas. Por este camino entramos en relación con el prójimo que, a partir del amor que Dios manifiesta en Jesucristo, es una llamada a la belleza de la fidelidad, la generosidad y la autenticidad. Pero para vivir así, necesitamos un corazón nuevo, deshabitado por el Espíritu Santo (Cfr Ez 11,19; 36,26) . ¿Cómo se realiza este ‘trasplante’ de corazón, del corazón viejo al corazón nuevo? Por el don de los deseos nuevos (Cfr Rm 8,6), que se siembran en nosotros por la gracia de Dios, sobre todo por los Diez Mandamientos llevados a cumplimiento por Jesús, como Él enseña en el “Sermón de la Montaña”. “De hecho, en la contemplación de la vida descrita por el Decálogo, es decir, una vida agradecida, libre, auténtica, bendecida, adulta, vigilante y amante de la vida, fiel, generosa y sincera, nosotros, casi sin darnos cuenta, nos encontramos ante Cristo. El Decálogo es su 'radiografía', la describe como un negativo fotográfico que deja aparecer su rostro, como en la Sábana Santa. Y así el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él,  los deseos que son su don, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu”.

Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, según sus deseos, suscita en nosotros la esperanza, la fe y el amor. Así descubrimos mejor lo que significa que el Señor Jesús no vino a abolir la ley, sino a dar cumplimiento y mientras que la ley según la carne era una serie de prescripciones y prohibiciones, según el Espíritu esta misma ley se convierte en vida (Cfr Jn 6,63; Ef 2,15), porque ya no es una norma, sino que la misma carne de Cristo, que nos ama, nos busca, nos perdona, nos conforta y en su Cuerpo recompone la comunión con el Padre, perdido por la desobediencia del pecado. Y así la negatividad en la expresión de los Mandamientos: no robar, no matar, se transforma en una actitud positiva”.

“En Cristo, y sólo en Él, el Decálogo deja de ser condenación y se convierte en la auténtica verdad de la vida humana, es decir, el deseo de amor, de alegría, de paz, de magnanimidad, de benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. De aquellos no se pasa a estos sí, actitud positiva por la fuerza del Espíritu Santo. Es para esto lo que sirve buscar a Cristo en el Decálogo, para hacer fructificar nuestros corazones para que estén llenos de amor y abiertos a la obra de Dios. Cuando el hombre sigue el deseo de vivir según Cristo, entonces está abriendo la puerta de la salvación, que sólo puede venir, porque Dios Padre es generoso y, como dice el Catecismo, “tiene sed de que nosotros tengamos sed de Él (n. 2560)”.

“Si son los malos deseos los que arruinan al hombre (Cfr Mt 15,18-20), entonces, el Espíritu pone sus santos deseos en nuestros corazones, que son la semilla de una nueva vida (Cfr 1 Jn 3,9). La vida nueva no es el esfuerzo titánico por ser coherente con una norma, sino la vida nueva es el mismo Espíritu de Dios que comienza a guiarnos hacia sus frutos, en una feliz sinergia entre nuestra alegría de ser amados y su alegría de amarnos. Se encuentran los dos gozos: la alegría de Dios de amarnos y nuestra alegría de ser amados”. “Esto es el Decálogo para nosotros cristianos: contemplar a Cristo para abrirnos y recibir su corazón, sus deseos, su Santo Espíritu”.

Al final, al saludar a los polacos, Francisco recordó a la familia polaca Ulma, “fusilada por los nazis alemanes durante la Segunda guerra mundial, por haber escondido y dado ayuda a los judios. En el contexto de las meditaciones sobre el Decálogo, esta numerosa Familis de Siervos de Dios, que espera la beatificación, es para todos nosotros un ejemplo de fidelidad a Dios y a Sus mandamientos, de amor al prójimo y de respeto a la dignidad humana”.

 

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