25/12/2014, 00.00
VATICANO
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Papa: Navidad, el mundo y cada uno de nosotros reciba la "ternura de Dios"

"Esta es la pregunta que el Niño nos pone con su sola presencia: ¿Le permito a Dios que me ame? Es más: ¿Tenemos el coraje de recibir con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien nos está al lado, o preferimos las soluciones impersonales, quizás eficientes pero privas del calor del Evangelio? ¡Cuánta ternura de Dios tiene el mundo! Paciencia de Dios, ternura de Dios"

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- ¿Cómo recibimos la "ternura de Dios" que con su paciencia ha esperado "frente a la corrupción de los hombres y de los pueblos" y que en la noche de Navidad ha traído la luz a un pueblo que caminaba en las tinieblas? ¿Me dejo alcanzar por Él, me dejo abrazar, o en cambio le impido que se acerque? Gira alrededor de esta pregunta la reflexión del papa Francisco en la noche de Navidad cuando, al finalizar la misa celebrada en la basílica de S. Pedro, tomó en sus brazos la estatua del Niñito puesta delante del altar de la Confesión y en procesión, lo llevó hasta el Pesebre preparado en la Capilla de la Presentación. Lo acompañaron también 10 niños en trajes tradicionales, procedentes de diversos países del mundo: Corea, Filipinas, Italia, Bélgica, Líbano y Siria.

La liturgia de la noche de Navidad, subrayó el Papa "nos presenta el nacimiento del salvador: como luz que penetra y disuelve, la más "densa obscuridad", en la cual caminamos también nosotros.

"El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Volvamos a pensar en el momento obscuro en el cual fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, enceguecido por la envidia, mató a su hermano Abel (Cfr. Gn 4,8). Así, el curso de los siglos fue marcado por violencias, guerras, odio, atropellos. Pero Dios, que había puesto todas sus esperanzas en el hombre hacho a su imagen y semejanza, esperaba. Dios esperaba. Él esperó tanto tiempo que quizás a un cierto punto habría podido renunciar. En cambio no podía renunciar, no podía renegar a sí mismo (cfr. Tm 2,13). Por lo tanto continuó esperando con paciencia frente a la corrupción de hombres y pueblos. La paciencia de Dios. Cuánto es difícil entender esto: ¡la paciencia de Dios hacia nosotros! A lo largo del camino de la historia, la luz que rompe la obscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte de las tinieblas y de la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de navidad. Dios no conoce el arrebato de la ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la palabra del hijo pródigo, en espera de poder ver a lo lejos el retorno de su hijo perdido; y todos los días, con paciencia. La paciencia de Dios".

"En esta santa noche, mientras contemplamos al Niño Jesús, apenas nacido y depuesto en un pesebre, se nos invita a reflexionar. ¿Cómo recibimos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por Él, me dejo abrazar, o en cambio le impido que se me acerque? "Pero, yo busco al Señor"- podríamos contestar. Sin embargo, la cosa más importante no es buscarlo, sino más bien dejar que sea él quien me busque, o encontrarme y acariciarme con ternura. Esta es la pregunta que el Niño nos pone con su sola presencia: ¡le permito a Dios que me ame? Entonces: ¿tenemos el coraje de recibir su ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien nos está al lado, o en vez preferimos las soluciones perdónales, quizás eficientes pero privas del calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! Paciencia de dios, cercanía de Dios, ternura de Dios".

"La respuesta del cristiano no puede ser diversa de la que Dios da a nuestra pequeñez. La vida se la enfrenta con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que Él mismo se hace pequeño para encontrarnos mejor, no podemos no abrirle nuestro corazón, y suplicarle: "Señor, ayúdame a ser como Tú, dóname la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, dóname la gracia de la proximidad frente a cada necesidad, de la mansedumbre en cualquier conflicto". Queridos hermanos y hermanas- la conclusión de Francisco- en esta noche santa contemplemos el Pesebre: allí "el pueblo que caminada en tinieblas vio una gran luz" (Is. 9,1). La vio la gente simple, la gente dispuesta a recibir el don de Dios. Por el contrario, no la vieron los arrogantes, los soberbios, aquellos que establecen las leyes según sus propios criterios personales, aquellos que asumen actitudes de cerrazón. Miremos al Pesebre y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: ¡Oh María, muéstranos a Jesús!".

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