27/08/2014, 00.00
VATICANO
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Papa: La división entre cristianos no está hecha sólo de cismas, sino también de habladurías y esto es obra del diablo

En la audiencia general Francisco recuerda la oración de Jesús para la unidad de los cristianos, que aún están divididos. "¡Cuánto se murmura en las parroquias!". "Pero, esto no es la Iglesia, ¿eh? "¡Esto no se debe hacer! ¡No lo tenemos que hacer, no tenemos que hacerlo! No les digo que se corten la lengua, no, no tanto no... Pero, ¡pidan al Señor la gracia de no hacerlo!".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- "La división en una comunidad cristiana, ya sea en una escuela, sea en una parroquia, sea en una asociación, donde sea, es un pecado gravísimo, porque es obra del diablo". Lo dijo hoy el Papa Francisco en la catequesis de la audiencia general, subrayando que quien crea divisiones no son sólo los cismas, sino los "pecados parroquiales", hechos de "envidias, celos, antipatías" y "habladurías".

El Papa, volviendo a los encuentros semanales a la plaza de S. Pedro, en el discurso dirigido a las casi 15 mil personas presentes partió de la frase del Credo que define a la Iglesia "Una y Santa". "Es una- explicó- porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. La Iglesia luego es santa, en cuánto fundada sobre Jesucristo, animada por el Espíritu Santo, colmada de su amor y de su salvación. Pero, al mismo tiempo, es santa compuesta por pecadores, todos nosotros, que hacemos experiencia cada día de las propias fragilidades y de las propias miserias. Entonces esta fe que profesamos nos empuja a la conversión, a tener el coraje de vivir cotidianamente la unidad y la santidad y si nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús. Pero Él, Jesús, no nos deja solos, ¡no abandona a su Iglesia! Él camina con nosotros, Él nos entiende. Entiende nuestras debilidades, nuestros pecados, nos perdona, siempre que nos dejemos perdonar, ¿no? Pero él está siempre con nosotros, ayudándonos a ser menos pecadores, más santos y más unidos".

"La primera confortación nos viene del hecho que Jesús ha rezado tanto para la unidad de los discípulos. Es la oración de la Última Cena, Jesús pidió tanto: "Padre, que sean uno". Rezó por la unidad. Y justamente en la inminencia de la Pasión, cuando estaba por ofrecer toda su vida por nosotros".

"Todos somos una cosa sola, como Tú, Padre estás en mí y Yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado (Jn. 17,21). La Iglesia buscó desde el principio tratar de realizar este propósito que tanto ama Jesús. Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que los primeros cristianos se distinguían por el hecho de que "tenían un solo corazón y una sola alma" (Hch. 4,32): el apóstol Pablo, luego exhortaba a sus comunidades a no olvidarse que somos "un solo cuerpo" (Cor. 1, 12-13)". "Pero, la experiencia, nos dice que existen tantos pecados contra la unidad. Y no pesemos sólo en los cismas, pensemos en las faltas muy comunes en nuestras comunidades, en los pecados "parroquiales", en esos pecados en las parroquias. A veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de coparticipación y de comunión, están tristemente marcadas por envidias, celos, antipatías"

"Y las habladurías están a la mano de todos. ¡Cuánto chismes en las parroquias! ¿Este es bueno o no lo es? ¿Es bueno? Y si uno es elegido presidente de aquella asociación, se habla mal de él. Pero, esta no es la Iglesia, ¿eh? ¡Esto no se debe hacer!" "esto sucede cuando queremos estar en el primer lugar, cuando ponemos en el centro a nosotros mismos, con nuestras ambiciones personales y nuestro modo de ver las cosas, y juzgamos a los otros; cuando miramos los defectos de nuestros hermanos, en vez de mirar sus dotes, cuando damos más peso a aquello que nos divide, en vez de aquellos que nos une...".

"Una vez, en la diócesis que estaba antes, escuché un cometario interesante y bello. Se hablaba de una anciana que toda la vida había trabajado en la parroquia, y una persona que la conocía bien, dijo: "Esta persona jamás ha hecho habladurías, jamás chismes, siempre tenía una sonrisa en sus labios". Pero, una mujer así tiene que ser canonizada mañana, ¡Eh! Y si miramos a la historia de la Iglesia, notamos cuántas divisiones entre nosotros cristianos. También ahora estamos divididos. También nosotros, los cristianos nos hemos hecho la guerra entre nosotros por divisiones teológicas. Pensemos a aquella de hace 30 años. Pero, esto no es cristiano. ¿Somos cristianos, o no? Estamos divididos ahora. Tenemos que pedir por la unidad de todos los cristianos, caminar sobre el camino de la unidad, que es aquel que Jesús quiere y por la cual ha rezado".

"Frente a todo esto, debemos hacernos seriamente un examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual por definición es el que separa, que arruina las relaciones, que insinúa los prejuicios... La división en una comunidad cristiana, o en una escuela, en una parroquia, en una asociación, donde sea, es un pecado gravísimo, porque es obra del Diablo. Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de acogida del otro, de perdonarnos y de amarnos, para asemejarnos siempre más a Él, que es comunión y amor. En esto consiste la santidad de la Iglesia: en el reconocerse como imagen de Dios, llena de su misericordia y de su gracia".

"Queridos amigos- concluyó el Papa- hagamos resonar en nuestros corazones estas palabras de Jesús: "Beatos los operadores de paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5,9). Pidamos sinceramente perdón de todas las veces en las cuales fuimos ocasión de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión sino a través de la continua conversión. Y, ¿qué es la conversión? Pero, señor dame la gracia de no hacer habladurías, que yo no critique, que no chismee, que dese hacer el bien a todos. Es una gracia que el señor nos da. Esto es convertir el corazón, ¿no? Y pidamos  que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y alegre de la relación entre Jesús y el Padre".

 

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