04/08/2019, 15.35
VATICANO
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Papa: Carta a los sacerdotes, a 160 años de la muerte del Santo Cura de Ars

Papa Francisco quiere agradecer a los sacerdotes que trabajan “en la trinchera”, animarlos en la alegría y alabar al Señor junto a María. La carta, nacida del “dolor” por las víctimas de abusos obrados por miembros del clero y sufridos por numerosas personas consagradas, por la “sospecha” que ahora también cae sobre ellos y que puede generar “duda, miedo y desconfianza”. “Hermanos, reconozcamos nuestra fragilidad, sí; pero dejemos que Jesús la transforme y nos lance una y otra vez a la misión”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Una Carta para “dar las gracias” a todos los sacerdotes del mundo por haber dicho Sí a la vocación; para “animar” su compromiso y alegría, incluso en los momentos de fatiga; para “alabar” con María, la “promesa de plenitud” surgida en su vida. Son los motivos explícitos -con párrafos puntuales, que aluden a ellos- detrás de la Carta que el Papa Francisco ha difundido hoy, coincidiendo con la conmemoración de San Juan María Vianney, con ocasión del 160 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, “propuesto por Pío XI como patrono de todos los párrocos del mundo”.  

El Papa ha querido brindar consuelo a todos los sacerdotes que trabajan “en la trinchera”, y que llevan “sobre sus espaldas el peso del día y del calor”, que se ven “expuestos a un sinfín de situaciones”, sobre todo, luego de las numerosas denuncias de abusos sexuales por parte de miembros del clero, “se sienten ridiculizados y ‘culpabilizados’ a causa de crímenes que no han cometido”. Es por ello que en la Carta, los párrafos que aluden a la “Gratitud”, el “Ánimo” y la “Alabanza” están precedidos por uno sobre el “Dolor”: el dolor de las “víctimas de abusos de poder, de conciencia y sexuales por parte de ministros ordenados”, pero también por parte sacerdotes, un hecho que provoca “indignación” e “impotencia”, frente a la sospecha que cae sobre ellos, y que puede dar lugar a “dudas, miedo y desconfianza”.

 

Dolor

Francisco subraya que “sería injusto no reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo lo que son y tienen por el bien de los demás”, que “hacen de su vida una obra de misericordia en regiones o situaciones tantas veces inhóspitas”. A la vez que les agradece por el “valiente y constante ejemplo”, los consuela: este período de “purificación eclesial”, “nos está salvando de la hipocresía y de la espiritualidad de las apariencias”, con la certeza de que “nuestro humilde arrepentimiento” es “es el comienzo renovado de nuestra santidad”.

 

Gratitud

La gratitud es, ante todo, hacia el Señor, que “elige y llama”. En los momentos de prueba -sugiere, citando a un sacerdote latinoamericano – “debemos volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio …  y con esa chispa, volver a encender el fuego para el hoy”.

A continuación, Francisco da una serie de agradecimientos a los sacerdotes: “ por vuestra fidelidad a los compromisos contraídos”; “por la alegría con la que han sabido entregar sus vidas”; “por buscar fortalecer los vínculos de fraternidad y amistad en el presbiterio y con vuestro obispo”; “por el testimonio de perseverancia y “aguante” (hypomoné) en la entrega pastoral”; “por celebrar diariamente la Eucaristía”; “ por ungir y anunciar a todos, con ardor, “a tiempo y a destiempo” el Evangelio de Jesucristo”;  “por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas”… cada uno de estos agradecimientos se concluye con el estribillo “porque «es eterna tu misericordia», para subrayar que todo ello es don de Dios. 

 

Ánimo

Luego sigue una exhortación: “Hermanos, reconozcamos nuestra fragilidad, sí; pero dejemos que Jesús la transforme y nos lance una y otra vez a la misión. No nos perdamos la alegría de sentirnos “ovejas”, de saber que él es nuestro Señor y Pastor”. Por eso, es necesario “no descuidar” los dos vínculos constitutivos del sacerdote: el vínculo con Jesús y con “algún hermano con quien charlar, confrontar, discutir y discernir en plena confianza y transparencia el propio camino”, y aquél con el pueblo de Dios: “No se aíslen de su gente y de los presbiterios o comunidades”.

 

Alabanza

El tercer párrafo está dedicado a la alabanza a Dios, a través de las palabras de María, y, sobre todo, hallando consuelo en la ternura y el afecto de la Madre de Dios. El Papa recuerda las palabras con que María se dirigió al indio Juan Diego: «¿Qué hay hijo mío, el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?». Entonces, en los momentos de desconsuelo, se debe “contemplar a María” a ella que, siendo la “madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolor de parto hasta que brote la justicia”. (B.C.)

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