26/11/2016, 13.56
VATICANO
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Papa sobre la economía de los institutos religiosos: fidelidad al carisma y discernimiento

En un mensaje a 1000 ecónomos y ecónomas de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, el Papa Francisco pide repensar en sus economías no teniendo la ganancia como primer criterio, sino la fidelidad al carisma y a la donación de sí. Rever las obras, colaborar con otros institutos y con la Iglesia local, actuar con “austeridad responsable”. La hipocresía de los consagrados que viven como ricos-dijo- hiere las conciencias de los fieles y daña a la Iglesia”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Delante de las dificultades ligadas al envejecimiento de los miembros y a la complejidad de la situación social, los miembros de los institutos religiosos deben actuar un “discernimiento” evaluando si sus obras “manifiestan o no el carisma… profesado”. Es necesario también recordar que en las elecciones económicas un instituto “se sirve del dinero y no sirve al dinero”, sometiendo las elecciones a criterios éticos y de don.

Es en síntesis el mensaje que el Papa Francisco envió a los participantes al simposio internacional sobre la economía, organizado por la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica sobre el tema: “En la fidelidad al carisma repensar a la economía”. El simposio, al cual participan cerca de 1000 ecónomos y ecónomas generales, se realiza en el Antonianum del 25 al 27 de noviembre.

La edad avanzada de los miembros y la carencia de vocaciones imponen a menudo a los institutos de rever el mapa de su presencia y de sus estructuras, que se convirtieron en muy grandes o imposibles de mantener. Como consecuencia, diversos institutos tienden a reducir o unir comunidades, vender casas u obras, retirándose de la misión en la sociedad porque están imposibilitados para responder como en un tiempo.

El Papa, en su mensaje pone ante todo el acento sobre el hecho que el carisma dado al instituto es siempre una realidad viva y justo por esto está llamado a fructificar”. A través de una “apertura a la realidad y de escucha de Dios que en esa se habla”, es necesario descubrir nuevos ámbitos de compromiso: “Debemos preguntarnos-dice él-si estamos dispuestos a “ensuciarnos las manos” trabajando en la historia de hoy; si nuestros ojos saben descubrir los signos del reino de Dios entre las pliegas de eventos ciertamente complejas y contrastantes, pero que Dios quiere bendecir y salvar; si somos realmente compañeros de camino de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo, particularmente de tantos que yacen heridos a los largo de nuestras calles, porque con ellos compartimos las esperas, los miedos, las esperanzas y también aquello que hemos recibido y que pertenecen a todos”.

Otro hecho que no hay que olvidar es que el carisma está ligado a la palabra “charis”, don, gracia: “Una sociedad sin “charis” no puede funcionar bien y termina deshumanizándose… Como consagrados estamos llamados a ser profecía a partir de nuestra vida animada por la “charis”, de la lógica del don, de la gratuidad; estamos llamados a crear fraternidad, comunión, solidaridad con los más pobres y necesitados”.

En una revisión de la economía de las comunidades: “El criterio principal de evaluación de las obras no es su rentabilidad, sino si corresponden al carisma y a la misión que el instituto está llamado a realizar”. Esto significa que algunas veces “el discernimiento lleva a sugerir mantener en vida una obra que produce pérdidas- estando bien atentos en que estas cosas no sean generadas por incapacidad o impericia- sino que dé dignidad a personas víctimas del descarte, débiles y frágiles: los por nacer, los más pobres, los ancianos enfermos, los discapacitados graves”.

Otras veces, una obra podrá ser guiada o gestionada junto a otros institutos o junto a la Iglesia local, “de modo que esta continúe, si bien con otras modalidades, como obra de la iglesia”.

El discernimiento es necesario también para ir “contracorriente”: el religioso “se sirve del dinero y no sirve al dinero por ningún motivo, ni siquiera el más justo y santo”.

¿Cuántos consagrados-continúa- continúan todavía hoy en pensar que las leyes de la economía son independientes de toda consideración ética? ¿Cuántas veces la evaluación sobre la transformación de una obra o la venta de un inmueble es vista sólo en base de un análisis de los costos-beneficios y valor del mercado?”.

El pontífice sugiere luego la educación “a una austeridad responsable”. Para hacer esto es importante partir “de las pequeñas elecciones cotidianas”. “Cada uno es llamado a hacer su parte, a usar los bienes para hacer elecciones solidarios, a cuidar de lo creado, a medirse con la pobreza de las familias que seguramente le viven junto”. “Se trata de adquirir un “habitus”, un estilo en el signo de la justicia y del compartir”.

“La hipocresía de los consagrados que viven como ricos-dijo- hiere las conciencias de los fieles y daña a la Iglesia”.

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